Prólogo

13 1 0
                                    

La ira rezumaba por todo mi ser, la sentía como el fuego ardiente y crepitante en mi interior. Me observaban, lo sabía, aunque la mayor parte de mi atención se encontraba puesta en él. Su cuerpo hecho un ovillo en el suelo. Intentaba incorporarse, queriendo protegerme aún cuando apenas podía moverse.

Ver la sangre rodar sobre su perfecta espalda mientras gruñía de dolor por el esfuerzo de querer levantarse, era todo lo que necesitaba para que mi paciencia y bondad llegasen a su fin.

Noté el aire revolotear a mi alrededor mientras el calor de la ira se extendía por mi cuerpo, destellaba como luz sobre mi piel. El corazón se me aceleró mientras sentía todo ese poder expandirse y envolvernos en una burbuja de luz algo oscura.

Una parte de mí le temía a todo ese poder, pues parecía que iba a destrozarme, como si fuera a explotar en cualquier momento. Minutos antes las lágrimas se habían quedado atoradas en mis ojos, incapaces de salir porque la furia y la frustración me dominaban. Ahora, el nudo en la garganta era por motivos completamente distintos.

Su rubia cabeza se giró hacia mi cuando posé mis manos sobre sus omoplatos donde las heridas seguían sangrando sin piedad. Sus maravillosos ojos azules con destellos dorados me vieron con sorpresa y admiración. Por un momento pensé que me vería con miedo, pero no, su mirada siempre contenía amor y dulzura cuando me observaba a mí.

Mi largo y rojizo cabello se elevaba a causa de la corriente de aire que, cada vez era más fuerte dentro de nuestra pequeña burbuja de oscuridad y luz a partes iguales. Sólo tenía una idea en la cabeza y no me sorprendió demasiado cuando sus heridas dejaron de sangrar bajos mis dedos y mucho menos cuando dejé de notar la dura piel de su espalda para notar algo más suave que me acariciaba las palmas de las manos.

Con lentitud, separé las manos de su piel, dejando que mi creación se expandiera con completa libertad. Sabía que me miraba con la boca abierta y cuando dirigí la mirada a su rostro me alegré de encontrar una pequeña sonrisa ladeada llena de orgullo.

Cuando hube terminado, podía mover y expandir sus maravillosas y nuevas alas negras. Mucho más grandes, fuertes y ágiles que las que había tenido antes. Alargué mi mano, completamente hipnotizada por mi creación, y acaricié las preciosas plumas. Una presión en mi pecho me hizo sonreír. Una parte de mí no se sorprendía de absolutamente nada, mientras que la otra, todavía no podía creer lo que acababa de hacer.

Un golpe en la burbuja que había creado me hizo recordar dónde estábamos, qué había sucedido y por qué había tenido que hacer aquello.

Cuando alcé la vista y la posé en esos ojos verdes rasgados y llenos de odio, hice que la burbuja estallara golpeándolo con su onda expansiva. Para más énfasis, concentré toda esa energía en el punto donde él se encontraba, haciendo que volara por los aires y cayera muy lejos de donde nos encontrábamos con un seco y maravilloso golpe que fue como música para mis oídos.

Con calma, me levanté de mi posición y me posicioné un paso por delante de mi amado. Puede que le acabara de curar las heridas, pero él se había arriesgado demasiado para mantenerme a salvo y ahora sería yo la que destruiría cada molécula del universo por él.

-Eres... un monstruo. -la voz sonaba asqueada, pero no tanto como a mí me asqueaba escucharlo a él.

Alcé la vista de nuevo, hacia el cielo, justo donde se encontraba. Mantuve mis ojos  fijos en la suyos, sin dejar que me intimidara. Podía notar que el asco en su tono no era más que un intento para esconder lo mucho que le asustaba descubrir de lo que yo era capaz.

-Yo no fui quien le arrancó las alas a nadie. -respondí ladeando la cabeza en su dirección.

Nos quedamos un rato en silencio, desafiándonos con la mirada. Debió ser bastante, pues no fue ninguno quien rompió el silencio, sino el horrible hombre al que yo había disparado por los aires. Caminaba algo cojo y su mirada me prometía la peor de las muertes.

Bien, habría que ver quien mataría a quien primero.

-Eres... eres... -parecía no encontrar las palabras adecuadas para insultarme y yo me reí con descaro.

-No creía que ese golpe te fuera a dejar más imbécil, pero ya veo que sí era posible.

-Bruja. -escupió como si fuera un insulto, pero yo sólo sentí esa palabra acariciar mi piel y calar en mis huesos dándome una sensación de libertad que nunca antes había sentido.

-Puedes apostar a que sí. -le guiñé un ojo, disfrutando como su cara se contraía por la ira.

-Silencio. -la voz del otro sujeto sonó autoritaria como siempre, cortando el aire como un cuchillo. Luego nos señaló a mí y a mi amado. -Estáis desterrados.

Lo dijo como si aquello fuera el peor castigo que podía imponer, como si ninguno de nosotros quisiera compartir un segundo más de espacio y tiempo con cualquiera de ellos. Me reí con más ganas mientras notaba como los brazos fuertes, cálidos y conocidos me rodeaban la cintura.

Sus labios rozaron fugazmente la piel descubierta de mi cuello, haciendo estragos en mi interior, como siempre.

El aire volvió a revolotear entre nosotros, haciendo círculos a nuestro alrededor. Cada vez me sentía más segura con todo ese poder bailando por mi ser. Estábamos a punto de desaparecer cuando recordé algo.

-Padre. -le llamé, algo que sorprendió a todos los presentes.

-¿Qué quieres? -preguntó con ese tono de voz autoritario, pero con cierta intranquilidad por no saber qué esperar de mí.

-Nada. -volví a sonreír. -Sólo quería que recordarás de dónde vengo, quién me creó y a quien me parezco.

Los brazos que reconocía como mi hogar me apretaron con más fuerza mientras su risa acariciaba mi hombro y apoyé mi cabeza en su pecho antes de hacernos desaparecer para siempre.

Corona de Sangre (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora