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El viento golpeaba la cara de Ailish y prácticamente no podía mantener los ojos abiertos. Sin embargo, no aminoró el paso de su caballo. No le importaba el dolor, las lágrimas recorrían sus mejillas mojándole toda la cara, sentía una gran presión en el pecho y algo le presionaba el estómago con tanta fuerza que conseguía doblarla del dolor.

Estuvo un rato así, cabalgando sin rumbo por el bosque, acompañada del malestar e incapaz de pensar con claridad. Sentía que su cabeza era como un ovillo de lana y por más que intentara desenredarlo sólo se encontraba con nudos a su paso.

Tirando suavemente de las riendas hacia ella, el joven caballo comenzó a menguar el paso y parecía que la suave brisa le acariciaba el pelo como un acto de compasión hacia la joven, que de alguna manera, se sintió algo mejor. A lo lejos divisó su pequeño escondrijo: un lago no muy grande de aguas claras y algún que otro pececillo. Bajó del caballo casi de un salto y éste comenzó a pastar agradecido por el descanso después de la carrera.

Ailish cogió todo el aire que pudo de una bocanada y después lo soltó como si así pudiera deshacerse también de la pesadez que sentía dentro de sí misma. Parecía que aquello no funcionaba. Con paso lento y desganado se acercó a la orilla del lago y se dejó caer al suelo preguntándole a la chica del reflejo quién era y qué quería de ella.

No entendía como el día se había torcido de aquella manera, se había despertado sin ganas, pero pensó que al ver a su padre se le quitarían todos los males. Su padre significaba respirar. Siempre había estado allí para ella, la había escuchado y apoyado. Le había dado carta blanca siempre que ella había querido aprender o explorar. Pese a lo que sus consejeros le decían, ella cabalgaba sola, incluso lo hacía como un hombre: con cada pierna a cada lado del caballo, tampoco le había impedido aprender a usar el arco y las flechas.

Entonces ¿Cómo podían haber llegado a aquel punto? ¿Desde cuándo su padre escuchaba a sus consejeros y no a ella? Cómo había podido siquiera ocultarle aquel tema. Cómo iba ella a casarse. Y con un desconocido. Sólo de pensarlo las lágrimas afloraban de sus ojos.

La mera idea de compartir su vida con un extraño le provocaba arcadas. Sintió como la cabeza se le estrujaba como una esponja. La vista se le comenzó a nublar no sabía si era por el dolor o por las lágrimas, se estiró sobre las hierbas y lo último que vio fue una nube con forma de corazón. Pensó que el cielo se burlaba de ella y después sólo hubo oscuridad.

Como era habitual, había conseguido escaquearme del pesado de Adán y me había escabullido por el bosque hasta llegar a mi lugar secreto. No tardé en zambullirme bajo el agua y disfrutar de la exquisita sensación de libertad.

Nadé y nadé, jugué con los peces y cuando salí del agua, el corazón se me aceleró. No estaba sola y sabía quién me estaba observando. Durante varios días me pregunté si lo volvería a ver y hoy por fin, volvía a hacer acto de presencia.

Igual que la última vez, se encontraba allí parado, en la explanada frente al lago. Sus ojos azules como el cielo me observaban de nuevo, está vez con el atisbo de una sonrisa en su boca. Otra vez, ese calor en mi vientre.

Caminé pausadamente en su dirección mientras él bebía de mi cuerpo con la mirada. Cuando llegué a su altura, sus ojos se fijaron en los míos y fue como respirar por primera vez. Durante unos segundos seguimos en silencio, demasiado hipnotizados como para hablar.

-¿Qué haces aquí? -fue lo primero que cuestioné. -Este es mi lugar secreto.

No apartó la vista de mí y fue demasiado natural cuando alzó la mano para rozar mi mejilla mientras me seguía observando embelesado. Cómo si no creyese que yo estuviera frente a sus ojos.

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⏰ Última actualización: Oct 13, 2022 ⏰

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Corona de Sangre (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora