El frescor del agua acariciaba mi piel. Me envolvía como un manto y me hacia sentir libre como no solía serlo. Moví las piernas y los brazos bajo el agua, nadando entre los diversos peces de colores y las plantas verdes.
Saqué la cabeza dejando que mi pelo se pegara a mi cara y piel. Caminé con paso lento, disfrutando de las sensaciones y de la soledad, mientras mi torso desnudo iba quedando expuesto.
Aquel era mi pequeño escondite. Un enorme lago con la cascada más hermosa del universo. Pequeños arcoíris nacían del reflejo del sol sobre el agua. Todo parecía brillar con una intensidad sobrehumana. Todo parecía tener vida propia. Cada animal, cada planta, cada color u olor. Todo en aquel lugar emanaba una energía inexplicable.
Todo parecía tan real como irreal.
Entonces fue cuando lo vi. Un muchacho de cabellos dorados como el mismo sol. Ojos azules como el cielo. Torso plano y fuerte como la tierra. Y alas. Alas blancas, grandes y ligeras, como el viento.
Nos miramos durante unos segundos, igual de sorprendidos, igual de emocionados. Igual de incrédulos.
Aquel hombre iba desnudo igual que yo. Quería decir que se parecía al macho que ya conocía, pero no, algo en el muchacho de ojos azules me provocó un escalofrío. No se parecía en nada al hombre con el que supuestamente debía compartir mi vida.
¿Pero no era que nosotros éramos los únicos habitantes de aquellas tierras? ¿Entonces, quién era ese muchacho que no me quitaba el ojo de encima? ¿Quién era ese ser que parecía que ni pestañeaba?
Me encaminé hacia a él, saliendo del agua y dejando mi cuerpo desnudo completamente expuesto. Y, aunque eso era normal para mí, la mirada con la que el desconocido recorrió cada partícula de mi cuerpo, hizo que un leve cosquilleo se asentara en mi estómago.
¿Qué era aquella sensación? Adán nunca me había hecho sentir así.
A penas estábamos a un par de metros el uno del otro, incapaces de apartar la vista del otro. Incapaces de movernos si no era para acercarnos un poco más. Tragué saliva al ser consciente de que sus ojos azules tenían destellos dorados, casi igual que todo lo que me rodeaba.
Quería decir muchas cosas, tenía muchas preguntas. Y desde luego que abrí la boca para exigir mis respuestas, pero un destello en el cielo hizo que la concentración del desconocido se apartara de mí. Extendió las alas en su gran tamaño y me dedicó una última mirada antes de doblar su torso hacia delante en una reverencia.
-Lo lamento.
Aun cuando hubo desaparecido en el cielo, mi corazón seguía martilleando con fuerza dentro de mi pecho. La voz del desconocido había sido grave y dulce. Una caricia inesperada en mi piel.
-¿Quién eres? -susurré a la nada.
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-¿Qué ocurre? -preguntó Meave mientras le apretaba el corpiño a la princesa.
Meave y Ailish tenían más o menos la misma edad. Meave era la doncella principal y mejor amiga de la joven princesa. Tenía el pelo castaño más corto que la princesa y unos ojos oscuros como la noche misma. A veces era difícil distinguirle el iris. Mientras que Ailish era delgada, Meave tenía algo más de curvas y era un par de centímetros más bajita que su amiga, sin embargo, al parecer de la princesa, Meave era mucho más hermosa.
Eran de bellezas bastante diferentes, pero no era un secreto la gran cantidad de pretendientes que rondaban a la joven doncella, quien tenía unas facciones frágiles y bellas.
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Corona de Sangre (BORRADOR)
RomansaAilish es la princesa consentida del reino. Kellan es el nuevo capitán de la guardia real. Sus caminos se encuentran cuando Kellan debe hacerse cargo de mantener a salvo a Ailish. No puede ser tan difícil ¿Verdad? Odio a primera vista, podría decir...