La entrevista

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Isaac miró con nervios a sus lados. Estaba sentado en una fila de espera, donde habían otros más, mirando sus móviles o a la nada. Todos ellos esperaban a que los llamasen uno a uno a una oficina elegante y helada. Arrugó la nariz, que estaba a punto de moquear por la baja temperatura. De fondo escuchaba a Mozart, en ese pasillo amplio donde todos se encontraban aguardando su turno.

Elijah, miraba al último candidato con el gesto cada vez más claro: odiaba a todos los que se habían presentado. ¡Venga, que no era un trabajo tan difícil y todos sonaban como unos jodidos inútiles! 

—¿Acaso buscaste en las cloacas a todos los putos candidatos? — Reclamó.

—Son buenos candidatos, con currículums bastante amplios, hombre — contestó Roman, desinteresado en la actitud del pelinegro —. Tú eres demasiado exigente.

—¿Hay alguno que no sea un presumido de mierda por venir de una universidad cara?

—Bueno, si quieres hacer caridad...

Isaac se reacomodó en su silla. Sus pensamientos divagaron. A todo esto, ¿cómo estaría Oliver, su pequeño bebé? Lo había dejado encargado con uno de sus amigos mientras acudía a la entrevista, pero esta parecía alargarse un montón y apenas estaba por entrar. Entonces, el elegante hombre vestido formalmente que salía a llamar a los candidatos apareció nuevamente. Isaac suspiró, iban en orden, así que todavía no lo llamarían a él... ¿no?

—Esto... ¿Isaac? — Enseguida espabiló. 

—¡S-soy yo! — Tartamudeó gracias a la impresión repentina.

Roman le hizo un pequeño gesto con la cabeza para indicarle que entrara.

—Querías caridad, aquí la tienes — le murmuró el de cabello teñido a Elijah antes de que Isaac entrara. Una vez en la oficina, Roman habló más claramente —. Él es Isaac, estudiante de economía en un colegio comunitario, buenas notas en general y con un largo historial de trabajos a medio tiempo.

Isaac entró y tomó asiento sin decir nada, simplemente dejando a los otros dos hablar.

—¿Edad? — Preguntó Elijah.

—Dieciocho años — respondió Roman, haciendo que Elijah alzara una ceja.

—¿Y con un curriculum tan... amplio?

Isaac asintió nerviosamente. Elijah lo miró arriba a abajo. Parecía desaliñado y torpe, pero le agradaba la iniciativa más que el talento. Se rascó la barba sin dejar de mirar a quien tenía delante.

—¿Y por qué coño estás buscando un puesto de asistente si estudias economía?

—Por la paga, señor — respondió Isaac honestamente, causando que Roman levantara la vista de su currículum y lo mirase fijamente —. Cuando vi el anuncio no me creía que pagasen tanto por atender este tipo de puestos y... decidí intentarlo.

Elijah sonrió de lado, aún ligeramente desinteresado.

—Al menos no eres un chupa pollas que dice reconocer mi nombre en todas partes — respondió Elijah, finalmente tomando el curriculum de Isaac en manos y leyéndolo —. ¿Crees poder atender mis llamadas?

—No suena como un problema.

—¿Agendar mis citas?

—Claro.

—¿Organizar mi horario?

—Puedo hacerlo.

Elijah de nuevo lo miró a los ojos. Isaac yacía quieto en la silla delante de él. Sólo por su apariencia pudo deducir que no tenía demasiado dinero, su ropa no era ningún diseñador conocido y claro, ese corte de cabello denotaba inmadurez. Suspiró.

—¿Puedo saber en qué gastarás tu primer salario?

Isaac desvió la mirada para pensar, sin hacer ningún tipo de expresión clara que Elijah pudiera diferenciar. 

—Probablemente comprar un nuevo microondas porque el mío está hecho mierda.

—¿Vives solo?

—Ajá. O seguramente comprarle un mameluco nuevo a mi hijo.

Roman y Elijah se miraron.

—¿Tienes hijos? — Preguntó Roman.

—Solo uno, su nombre es Oliver.

—¿Cuántos años tiene?

—Un año y medio.

—Es un bebé, ¿eh?

Elijah se quedó en silencio, viendo con atención al chico. Si bien, parecía un desastre, podía cumplir con la tareas básicas, tenía iniciativa propia, no era un lameculos y lo más importante, tenía familia. Era más probable que para una persona casada, mantener el puesto y la estabilidad.

—Venga, estás contratado — dijo Elijah finalmente adoptando otra postura.

—¿En serio?

—¿En serio? — Repitió Roman. — Es decir, qué puta maravilla que finalmente quieras a alguien, de verdad, pero, ¿no quieres terminar de ver a los otros candidatos?

—Nah — dijo Elijah poniéndose de pie —. Esto es jodidamente aburrido — luego miró a Isaac —. Te espero mañana a las siete de la mañana. ¿Entendido?

—¡Sí, señor! — Soltó Isaac entusiasmado.

Con una sonrisa, Isaac salió de la oficina, seguido por Roman, quien se detuvo frente a la línea de espera del pasillo, seguramente para informarles que las entrevistas habían terminado. El chico no tardó demasiado en salir del lugar, con un paso alegre hacia su hogar.

Apenas llegar y abrir la puerta, vio a su amigo, cargando al pequeño Olie en sus brazos.

—¡Tengo el trabajo, Nath!


Uvas AgriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora