—¡Tengo el trabajo, tengo el trabajo! — Gritó Isaac emocionado, corriendo a los brazos de Nathaniel, quien lo abrazó apenas llegar.
—¡Te dije que lo conseguirías, Isaac!
Isaac se apartó, aún con una enorme sonrisa, luego vio a su bebé, que parecía igual de emocionado a pesar de no entender nada.
—¡Tengo el trabajo, Olie! — Dijo, para luego tomar al pequeño en sus propios brazos.
—Esto amerita una celebración, Isaac— respondió Nathaniel, yendo hacia la cocina —. Podríamos abrir ese vino que te regalé por tu cumpleaños.
—¡Mierda, es cierto! — Recordó Isaac. — Dios, qué puta emoción, realmente dudé por un largo rato.
—¿En serio?
—Había muchísima gente esperando la entrevista, que aún no me lo creo.
—Estás por comenzar una nueva etapa, de verdad lo digo — Nathaniel ya caminaba de regreso, con un par de copas y la botella de vino. Isaac tomó asiento en su sofá, sin dejar de juguetear con Olie.
—Lo único que me preocupa es que mis jefes se veían como unos cabrones, eh.
—¿A qué te refieres?
—Bueno, por lo que vi, mi jefe se llama Elijah, me contrató por, y cito, "no ser un lameculos".
—Joder, ¿hablas en serio?
—¡Ya, pero el otro se veía un poco más agradable, aunque no recuerdo su nombre!
—¿Cómo dices que te enteraste de ese puesto?
Nathaniel sirvió el vino sin dejar de prestarle atención a Isaac.
—Lo vi anunciado en internet, te juro que pensaba que era una estafa, pagan un montón por hacer tareas básicas.
—Realmente estoy orgulloso de ti, Isaac — insistió Nathaniel, con una cálida sonrisa —, creo que te va a ir de puta madre, lo digo en serio.
—¡Bubu! — Dijo Oliver con una risita adorable.
—Y parece que Olie piensa lo mismo — se rió Nathaniel.
Isaac sonrió y tomó su copa, la alzó para realizar un brindis y Nathaniel correspondió. Quizás si se hubieran enterado de la montaña rusa a la que había subido en ese momento, no habría estado tan contento.
Al día siguiente, Isaac casi corría a velocidad luz, mientras Oliver no dejaba de gritar en su cuna, Isaac intentaba planchar su camisa mientras preparaba el biberón de su bebé.
—¡Que ya voy, que ya voy! — Dijo Isaac apresurado.
Oliver no paraba de llorar, parecía desconsolado.
—¡Coño, Oliver, para de una puta vez, que no es para tanto! ¡Sólo me retrasé un minuto, joder!
—¡Buebue! — Repetía el cachorro.
—¡Vamos! ¡Di "leche", Olie, di "leche"! ¡Casi lo tienes!
Pero el cachorro se echó a llorar aún más fuerte.
—Joder — dijo Isaac. Entonces el sonoro "bip" del microondas lo llamó, rápidamente dejó la plancha de pie y corrió al microondas.
Sacó el biberón y lo agitó rápidamente.
—¡Buebue! — Exigió Oliver, estirando sus pequeños brazos hacia su padre.
—¡"Leche", anda, "leche"!
Se acercó a su cachorro y lo le dio el biberón con cuidado, Oliver lo tomó desesperadamente y apenas comenzar a comer, el llanto se detuvo.
—Joder, que actúas como si no hubieras comido en una semana.
Entonces regresó a la camisa con prisas.
—¿Por qué coño olvidé hacer esto anoche? Voy a llegar tarde el primer puto día, Oliver.
Oliver lo miraba atento, aún con las cejas arqueadas y los ojos llenos de lágrimas.
—Anda, ahí lo tienes — dijo levantando la camisa y asegurándose de que no hubiera una sola arruga —. Bébete eso rápido que tenemos que ir a la guardería.
Una vez en camino, Oliver se agarraba con esas pequeñas manitas a la camisa de Isaac, que corría para alcanzar a llegar a tiempo. Cuando llegaron a a guardería, Isaac le sonrió al cuidador, Juan, que jugaba con los niños que recién llegaban.
—¡Pero miren quien llegó a tiempo por una vez en su vida!
—Ya, Juan, que voy tarde a otro puto lugar.
—¿Por fin conseguiste trabajo?
—¿Quién me crees? Por supuesto que conseguí el puto trabajo, he llegado y los he puesto en su lugar.
Juan dejó salir una risita mientras tomaba a Oliver en brazos, entonces el cachorro se dejó caer en el pecho del cuidador.
—¡Pero mira qué cosita! Isaac, quizás tú seas un desgraciado, pero Olie es un puto ángel.
—Claro, porque a ti no te lloró por hora y pico por un biberón — respondió Isaac, dándole la pañalera del bebé a Juan.
—Ahora vete a la mierda, que vas a llegar tarde y te van a despedir el primer día — dijo Juan meciendo al cachorro.
—Te confío mi vida, eh cabrón.
—¡Vete a tomar por culo de una vez!
Isaac se rió y nuevamente corrió de salida. Faltaban quince minutos para que su turno empezara, tenía miedo de llegar tarde y que ese jefe cabrón que ahora tenía, se enfadara y lo despidiera. Llegó a la oficina apenas cinco minutos antes de las siete.
—Buenos días, buenos días — repetía a todos mientras avanzaba hacia la oficina de Elijah. Una vez delante de la puerta, tragó aire, se llenó de valor y entró —. ¡Buenos días, jefe!
Elijah lo miró de mala gana.
—Llegas tarde.
—Usted dijo que nos veíamos a las siete.
—Son las siete con uno.
Isaac desvió la mirada. ¿Estaba de coña? Era un puto minuto.
—Es la primera y última vez que llegas a destiempo, ¿entendido?
—Entendido.
Elijah señaló la silla delante de su escritorio, la misma donde Isaac había realizado su entrevista. El joven se sentó delante de su jefe, con nerviosismo y atento a las órdenes del otro.
—Tu primera tarea es traerme un café; cargado y sin azúcar, sin leche ni mierdas extrañas.
—Entendido — dijo Isaac poniéndose de pie.
—¡Eh, eh! ¿A dónde coño vas?
—Por su café...
—Te pondrás de pie cuando te ordene que te pongas de pie.
Isaac estaba a punto de bufar con molestia, pero se tragó el malestar y volvió a tomar asiento.
—Después de que traigas el café, tomarás mi agenda y memorizarás todos los nombres que hay en ella, cuando termines, quiero que busques a Roman y me traigas los informes de esta mañana, ¿entendido?
—Entendido.
—Anda.
Isaac finalmente se levantó y salió de la oficina, apenas estar en el pasillo, exhaló y cerró los ojos. Lo esperaba un largo día.
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Uvas Agrias
RomanceElija Hunter siempre fue un hombre orgulloso de su perfecto linaje, tan rico y exitoso como ningún otro, sin embargo preservarse le había obligado a aceptar un matrimonio arreglado. A él no le importa, por supuesto, ya que nunca antes tuvo el interé...