atardecer

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Me gustan los atardeceres.

Ahorré demasiado para ir al edificio más alto en Yokohama para ver uno, como regalo para mi mismo luego de trabajar duro.

Pero resulta que no podría disfrutarlo amenamente, ya que tenía al lado a alguien apuntó de saltar del décimo piso.

Era castaño, de ojos profundos color miel, y una sonrisa melancólica.

Parecía normal cuando entré, pero al verlo nuevamente, estaba sentado en la barandilla admirando el paisaje.

Le exclamé que se bajará de ahí, pero él... En vez de hacer aquello, tan solo me miró y me respondió con voz serena:

«Dame una razón para hacerlo.»

No podía simplemente decirle una estupidez, temía que se tirará al vacío, las manos me sudaban, mi mente giraba, y dije lo que se me vino al momento.

«Compartamos un atardecer cada día, y te la daré.»

Lo dije por impulso.

Mi estúpido impulso me llevo a cometer tantas cosas. Que no me arrepiento, pero duelen demasiado.

Él sonrió satisfecho por mi respuesta.

Al parecer le gustó.

«Esperó que logres darme una, Chuuya.»

Hoy deseó quedarme en aquel momento. En el que estuve a su lado.

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