III

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Alice miró por un segundo lo que parecía ser un diario, y logró ver su nombre plasmado en él.
¿Qué podía significar eso?

Antes de que pudiese darle muchas vueltas, Robin cerró la puerta de su cuarto de la manera más brusca que pudo asustando así a la castaña, la cual se limitó a esperar a su amiga sentada en el suelo.

Al otro lado de la puerta, Robin, con un tono de piel similar al de una fresa, apagó la música y se cambió de ropa lo más rápido que pudo, mientras pensaba en bucle: "tierra trágame".

No con unos pensamientos muy diferentes, Alice miraba al suelo mientras procesaba todo lo que había visto en aquel cuarto. Aquel cuarto donde, quizá, le gustaría pasar alguna noche.

La rubia salió de la habitación, todavía roja y llena de sudor. Alice, entonces, se puso de pie para mirarla a los ojos, creando un silencio que ninguna se atrevía a romper.

-He traído mi coche- dijo la mayor avergonzada-. Steve me dio tu dirección ayer y pensé que...

-Gracias.

La tensión se podía cortar con un cuchillo, e incluso la madre de Robin, la cual todavía fumaba en la cocina, lo podía notar.

Se miraron unos segundos más antes de encaminarse hacia el coche en silencio.
Alice miraba de reojo a Robin, quizá pensando en lo atractiva que se veía.

Una vez llegaron al coche la mayor decidió no arrancar.

-¿Ocurre algo?- preguntó la rubia mirando a Alice.

-Siento lo que ha pasado, tu madre me ha dejado entrar y...- el corazón le iba a mil-. Creí que estarías lista. No quiero que haya mal rollo entre nosotras. No mencionaré nada a nadie si no quieres.

Robin simplemente la miraba fijamente. Estaba muy avergonzada de lo que había sucedido minutos atrás, pero sabía que no era culpa de Alice, a la cual ya empezaba a considerar como su amiga.

-Está bien- mencionó finalmente Robin-. No es culpa tuya, y ha sido una tontería.

Hubo otro silencio incómodo, hasta que Robin volvió a sus bromas matutinas.

[...]

Una vez llegaron a Starcourt, entraron en el establecimiento donde estaban condenados a pasar la época más calurosa del año, en el cual Steve las esperaba.

-Llegáis un poco tarde señoritas- dijo Steve algo molesto, aunque con un tono de broma.

-Lo sentimos, había mucho tráfico- respondió la castaña tratando de sonar natural.

-¿A las siete de la mañana... En julio?

-En fin, a trabajar- dijo la rubia tratando de evitar el tema.

[...]

Unas horas después llegó Dustin, el cual quería terminar con el tema ruso.

-Vale, ¿cómo podríamos acceder al almacén de los rusos?- preguntó el niño.

-No hay ninguna entrada por la que podamos acceder a él- exclamó Steve.

-No pero...

En ese momento Robin salió corriendo, extrayendo todas las propinas de su vaso correspondiente.

-¡Eh! No todo eso es tuyo- le echó en cara el hombre.

-Me voy con ella- dijo Alice antes de echar a correr también.

-¿Otra vez me dejáis de niñero? ¡No puede ser verdad!

-¡Tú puedes mamá luchona!- gritó la castaña justo antes de perderse entre la multitud.

dear diary │ ᴿᵒᵇⁱⁿ ᴮᵘᶜᵏˡᵉʸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora