Busy

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Recorrió con prisa las escaleras del Magicongreso, sin detenerse ni por un segundo a admirar, como hubiera deseado hacer en su primera visita, las altas paredes decoradas al más novedoso estilo de Art Déco, y entró con prisa al elevador, saludando amablemente a Red, el duende, quien le preguntó, huraño, el piso al que quería dirigirse.

—Al último piso, por favor, tengo una reunión con la Jefa del departamento de aurores.

—Claro, señor Scamander.

Acomodo los papeles que le había dado Theseus, sin darse cuenta de que al hacerlo los había arrugado; movió con nerviosismo su maleta a un lado de su cuerpo mientras sentía que el elevador se detenía.

—Gracias — murmuro, mientras abandonaba con prisa el pequeño espacio, incluso antes de que las puertas lograran abrirse completamente. El duende sólo sonrió ante las rarezas del magizoólogo y le abrió el paso a un par de brujas cargadas con expedientes para el Departamento de Accidentes de Catástrofes Mágicas.

Newt daba zancadas y trataba de apurar el paso sin que pareciera que estaba corriendo y esquivaba, sin mucho éxito, a trabajadores del edificio, que lo miraban entre divertidos y molestos. Llegó hasta el escritorio del asistente, pero decidió ignorarlo y, mirando su reloj, toco una de las grandes puertas dobles de caoba y sin muchos miramientos, las abrió de par en par.

—Señor Scamander, no puede entrar allí — se escuchó el grito ahogado del asistente, el chirrido de la silla al ser empujada hacia atrás y el sonido sordo de un montón de papeles al caer.


La escena que recibió a Newt al entrar era tan caótica, como la que se encontraba a sus espaldas.

La gran mesa ovalada que ocupaba casi todo el espacio de la estancia, se encontraba apoderada, en su gran mayoría, por hombres; con dos grandes excepciones, en una punta se encontraba Seraphina Picquery y en la otra Tina Goldstein. Casi todos se encontraban levantados y con las manos en el aire o con los puños sobre la mesa, como quien mantiene una acalorada discusión; y una pesada frase había quedado colgando en el aire antes de la repentina interrupción:

—Ese hombre debe pagar por sus crímenes ante la comunidad mágica internacional, no puede quedar impune.

La discusión no era nueva, llevaban meses debatiendo la posibilidad de que la Confederación Internacional de Magos concediera la amnistía a Grindelwald; así como que familias más elitistas del continente americano se unieran a la causa purista del mago oscuro, brindándole apoyo tanto económico, como político. Y también, los miembros más jóvenes del Magicongreso intentaban persuadir a los miembros mas viejos y de mente más cerrada, de la abrogación de la Ley Rappaport, señalando que la segregación sólo añadía argumentos al discurso de Grindelwald.

La tensión se podía cortar con un cuchillo, por eso, cuando Tina cruzó la mirada con la de Newt, no pudo evitar fruncir el ceño un poco, en especial porque sabía a qué se debía su presencia allí.

Los ojos de Newt no pudieron evitar centrarse en la mujer a la que había anhelado ver por cinco largos meses, notando que su cabello había crecido y que volvía a acomodarlo con aquellas lindas ondas que le daban suavidad a su rostro, también noto que ahora llevaba ropa más fina, que se le notaba más triste y tal vez un poco frustrada, y, con un ligero rubor, noto que tenía pintados los labios de carmín.

—Señor Scamander— Newt no pudo evitar mirar al piso ante las palabras de Tina, cosa que no pasó desapercibida para ninguno de los presentes, quienes, relajando un poco las posturas, sonrieron o incluso soltaron unas cuantas risas. — enseguida me reuniré con usted. Me temo que llega un poco temprano.

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