Siempre te han gustado rubios.

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Capítulo 9.


Treinta minutos después iba hacia la sala de juntas con Max a mi lado y el estómago lleno, lista para lo que se viniera.

Siempre te han gustado rubios.

Conte hasta diez antes de responderle.

—Solo estaba hablando, fue contigo también.

—Yo no digo que no fue a hablar con varios... te vi quedarte ahí parada.

Puse los ojos en blanco mientras veía a nuestras espaldas cuidando que nadie nos oyera.

—El idiota me ha estado llamando —susurre no solo para cambiar de tema sino también porque necesitaba soltarlo.

—Por eso cambiaste tu número —asentí sintiéndome cansada y debió notarse en mi rostro por que pude ver como apretaba los dientes—. Aún sigue en pie mi oferta y seguro que la Phoebe también.

La broma era para controlarnos a los dos, su enojo y mi... no sabía aun que sentía.

—Me gustaría decirte que quiero ser madura y que le responderé, pero solo quiero bloquearlo y olvidar.

—Me sorprende que Phoebe no te haya llevado ya con algún stripper.

—Creo que lo intentara este fin.

—Dile que tus ojos están en otro —susurro y dio tres zancadas largas entrando en la sala, tuve que cerrar los ojos quedándome con las ganas de gritarle.

Lo que menos necesitaba era ir y meterme en otro lado. Incluso yo con mis problemas, lo sabía. La idea de confiar en alguien mi hizo temblar y cerré la puerta a la que me llevaba ese pensamiento al segundo. No tenía tiempo para meditar nada, solo debía enfocarme en trabajar y todo pasaría.

Entre en la sala y escogí la silla más alejada de Max apenas me contuve de aventarle algo. Chris entro unos minutos después acompañados de tres agentes que llenaron la sala, puso sus cosas sobre la mesa y se sentó a mi lado. Max estaba frente a mí, intentando lucir serio, yo podía ver el brillo en sus ojos y el duro intento de no burlarse, por un milisegundo sus labios se levantaron en señal de un beso ¿Estábamos en el kínder?

***

Ese día me fui temprano ya teniendo en mente el siguiente paso de la 'nueva' información del diablo. Las imágenes estaban en mi cabeza, intentaba buscar un parecido con el sospechoso, tres eran los que resaltaba y por los que empezaría. Solo pude dar un leve vistazo a la superficie de lo que buscaba, si me metía más a fondo las alarmas de Jay saltarían. Lo podía sentir respirándome en el cuello.

Había entrado a algo de rápido acceso que no llamara mucho la atención, pero que me daba lo suficiente. Sus licencias de conducir y multas. Los tres con los que me enfocaría vivían en Los Angeles los demás estaban en diferentes estados. Si no encontraba nada con ellos tres, los demás estarían demasiado lejos para investigarlos bien. Escuchaba la cuenta regresiva de una bomba en mi cabeza, que era justo lo que pasaría. Aunque quisiera posponerlo lo máximo posible se lo tendría que decir a Jay pronto.

No me di cuenta a qué hora me dormí, pero había sido una pésima idea. Mi cuello protestaba con apenas un simple movimiento mientras me sentaba en el sofá. Escuche el leve ruido que me despertó antes de pararme de golpe, no sin antes hacer una mueca por el dolor de cuello. Cuando alcance el teléfono estaban a punto de colgar.

—Nueva escena, te mande la dirección. Te esperan en menos de veinte.

Jay me colgó antes de que pudiera siquiera decir sí, me arrastré hacia las escaleras y me moví rápido ya entrenada para bañarme y agregar las cosas vitales antes de salir. Apenas eran las 5:23... al menos disfrute unas buenas horas de sueño, obviamente no en el mejor lugar. Pero aprendí a agradecer cualquier descanso con este trabajo.

La Amante Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora