Cuídate de tus amigos.

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Capítulo 33.


—No vas a zafarte de esto. Entiendo que este molesta, pero puedes ignorarlos toda la noche... incluso yo lo hare como forma de apoyo.

Era sábado y estaba recostada en mi cama lamentando haberle prometido esta noche a Phoebe.

Ayer después de la nueva discusión con Jay y el enojo busque un chivo expiatorio que fue Max. Agradecí que me respondiera rápido porque pude sacar todo. Ni siquiera lo deje hablar, él le había avisado a Jay, y si me lo hubiera informado no habría estado tan enojada... quizá. Se suponía que intentaba ser honesta y dejar de hacer tonterías.

Phoebe me saco de mis pensamientos antes de darles otras mil vueltas.

—Sé que son idiotas, pero te mereces este descanso —su mano busco la mía—. Necesitas distraerte. No pude hacer que Chris y Max aceptaran no ir después de nuestra última salida, pero los hice prometer estar callados y que los veríamos hasta el club.

—Phoebe no soy buena compañía, tú puedes ir. Sé que quieres agradecerle a Jake.

—¡Exacto! No podemos dejarlo solo con tus amigos idiotas, no le hagas ese daño después de que nos ayudara.

Una sonrisa tiro de mis labios.

—Recuerda que no debes decirle a Max o Chris que él fue quien nos ayudó, no quiero echar a perder la noche con un interrogatorio. —Eso y que Jake no iba a hablar de un trabajo encubierto.

Ni Phoebe, ni nadie sabían que él era de la CIA y por el bien de su trabajo me mantendría callada.

—Lo recuerdo Ais. Iré por algo de comer, sé que no has comido —me dio un apretón antes de levantarse—. Tú puedes elegir tu ropa mientras tanto.

No me dejo negarme antes de cerrar la puerta con un grito final de 'tengo un buen presentimiento'. Yo no sentía nada más que una calma que tenía miedo de romper si me movía o intentaba algo.

Mi teléfono vibro y me tome mi tiempo en decidir si responder o no. Podía ser del trabajo... esperaba que lo fuera.

—Hola.

Nadie respondió y por un segundo creí que habían colgado.

—Hola, Ais —no reconocía la voz y mis sentidos se pusieron en alerta.

—¿Quién habla?

—Eso no importa, solo te llamo para ayudarte. Darte un consejo. —Mi piel se erizo y me levante de golpe. Algo estaba mal.

—¿Quién habla?

—Tienes derecho a saber que tu vida es una farsa...

—¿Cómo tienes mi numero?

—Cuídate de tus amigos Ais; les encanta mentirte.

La voz no me era familiar... no la había escuchado antes.

—Puedo rastrear la llamada.

—Inténtalo.

La llamada finalizo y la adrenalina estaba llenándome. Esto no se sentía como una broma.

Mi cerebro entro automáticamente en agente buscando el número, no lo pensé antes de marcar; nadie respondió. El segundo pensamiento fue compararlo con el número del Diablo, pero no era el mismo y no se sentía como él. No era su voz o la de ninguna de sus dos amigos, aun así, no podía descartarlo.

No confiaría en la palabra de un mafioso. A pesar de que dijo que me dejaría en paz... y aunque hasta ahora cumplió su palabra; ese encuentro en el cementerio podía haberlo hecho cambiar de idea.

La Amante Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora