Capítulo 1. ¿Eso es todo?

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Las puertas del departamento por fin se abren, ella no ha dejado de temblar aunque lo finge acomodando su larga cabellera negra. Camina con firmeza directo a un sofá viejo que parece ser de su abuela. Eso es un mata vergas como le llamo, pero no vine a ver sus muebles, vine a hacerla mía. Va directo a la cocina por algunas copas y un vino barato. Me entrega la botella para que las descorche, no está fría. Va a hacer algo rápido, aunque su vestido de cuero le reafirma sus caderas y ese enorme trasero firme que me provoca, ella no sabe nada de vivir el deseo. Tiene libros regados por todas partes y en un cesto de basura hay un ramo de rosas rojas. Hoy seré con mucho gusto tu consuelo. Sirvo en las dos copas que sostiene un poco del liquido ámbar. Ella me entrega mi copa, brindamos, en ningún momento aparto el contacto visual. Sin pudor alguno ella alza toda su copa y en un instante se ha terminado todo su contenido. No estás acostumbrada nena, lo harás conmigo o por lo menos por una noche. Dejo la botella en una mesita que se encuentre detrás de ella. La deleito con mi proximidad y el aroma de mi loción. No deja de observar cada cosa que hago diciendo con esos ojos negros "estoy lista". Giro mi copa un instante sin apartar la mirada del vino, ella camina un poco hacia atrás hasta pegar su cuerpo en una columna de su desordenado departamento. Bebo un sorbo sujetando con mis dedos la caderas de la copa, "así te voy a tomar". Ella se está impacientando e incluso parece que se va a arrepentir. No te lo voy a permitir, aprenderás del placer. Camino firme hasta ella colocando mis labios a escasos milímetros de los suyos frenando los deseos de su boca. Pongo la copa delante suyo y bebo un sorbo más, pero no lo trago. Enseguida sujeto su cadera con mi mano izquierda mientras que deposito el embace de vidrio en la misma mesa donde deje la botella.

Las yemas de mis dedos inician el trabajo, recorren su cuello y su mejilla hasta hacer su cabeza hacia atrás. Ella sigue mis movimientos con su cuello. Mi pulgar acaricia su labio inferior haciendo un ligero jugueteo de arriba y abajo indicándole que tiene que abrir la boca. No duda en hacerlo. Ahora es el turno de mi boca, la acerco nuevamente, pero antes de sellar el beso dejo caer el vino en su boca. Ella lo acepta a mala manera hasta que atrapo una gota que le escurre por comisura de sus labios con mi lengua. Sutilmente, nada arrebatado. Está bien que vaya a ser rápido, no sin antes dejarte una marca, mi sello personal.

Se apresura en tratar de culminar mi tarea o eso piensa. Va directo a mi boca, pero yo me aparto yendo directo al lado derecho de su cuello. Está completamente expuesto para mí. La giro para tener una perfecta visión de ese trasero grande y firme que fue lo que me trajo al departamento de su abuela. Sigo con mi besuqueo por sus hombros dando ligeras mordidas y chupetones. Primero en el derecho y luego en el izquierdo. El ritmo es lento, pero luego lo acelero. Ella exhala por la boca dejando salir un ligero gemido. "O cariño, el verdadero uso de la boca va más allá de un simple beso. No soy tu Romeo, soy el diablo de tus deseos". Mis labios van bajando poco a poco hasta la altura del cierre de su vestido. Sujeto la cremallera con mis dientes y comienzo a recorrer, lentamente, el camino hasta su espalda baja. Mi nariz me ayuda con el tacto mientras mis respiraciones la acarician sutilmente. La chica se estremece y vuelve a dejar salir un gemido que intenta retener. De la misma forma en que baje, subo pero ahora dejando chupetones por un lado y otro de su espalda empujando más la abertura de su vestido. Mis dedos índice y medio derechos se deslizan sutilmente por su entrepierna hasta llegar a su mayor tesoro. Tiene ropa interior de encaje lo que me facilita el acceso a su cavidad mas profunda. Me pongo manos a la obra, empiezo a contornear los labios vaginales hasta posarme lentamente en su clítoris. Me incorporo para llegar a la altura de su oído, muerdo su oreja derecha, la tomo del cuello para hacerla mía. Domarla como la hembra hambrienta que es. Ella tiembla aún más, encontré su punto débil. Mi pie izquierdo da un ligero golpe en su tacón indicándole que se desplace. La chica de cabellera negra entiende y separa su pie instintivamente no sin antes que mis manos le arranquen, con brutalidad, la prenda roja de cuero desplazándola hacia el piso. Hundo un poco mi dedo en su vagina para empezar a poseerla.

El rey de mi realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora