Capítulo 4. ¿Bailamos?

13 1 1
                                    

La universidad está tan luminosa que me dan ganas de dar media vuelta y regresar a la cama. No lo haré. No pienso pasar ni un minuto más quebrándome la cabeza en encontrar una manera de hacerle pagar. Me la he pasado toda la noche en desvelo con los limones tan maduros que duelen. Maldita sea, recuerdo la oportunidad de hacer dos pays de limón anoche y estúpidamente salí corriendo. Un globo azul pasa enfrente de mí sólo para ponerle una reversa a mi mente. Pasan todos mi recuerdos junto a ella, la fea más escurridiza. Por alguna razón ya van tres rounds y todos los he perdido.

El casi beso fue la maldición que puso sobre de mí, me robó el sueño. Me mantuve recapacitando cómo se me había escapado de entre las manos. Quizá ese azul de su cabello la hacen una bruja que usa el agua para escabullirse entre tus dedos. Siempre cuando siento tomar el control de la situación se me escapa. Incluso usando sus propias palabras, nada funciona con ella. Paso mi mano por mi nuca buscando un alivio a mi frustración.

- Hola, Carter – alguien dice a mi izquierda.

Reconozco el sentido de su saludo, en otro momento no hubiera dudado en ir a algún baño a solas con ella, pero no hoy. Continuo mi camino sin ponerle mayor atención. Los malditos globos azules y listones de todos colores me hacen querer vomitar. No estoy seguro que estamos celebrando o porque la maldita universidad se ha convertido en un puto circo, pero es mejor que la comodidad de mi cama.

- ¡Hey, Carter! – Me empujan desde mi espalda, es Mikey. – Cielos hermano, parece que te golpeo un tren. ¿Acaso esas chicas no fueron el jardín del edén? – Ignoro su comentario. – Ok, no diré más.

Es lo único que tiene este imbécil, sabe cuando cerrar la boca. Mickey se dice asimismo mi mejor amigo aunque la verdad sólo me utiliza para atraer mujeres. Lo supe desde un principio. Procura estar cerca de mí todo el tiempo que puede y como un buitre está a la espera de las cremas batidas que descarto. Debo reconocer tiene lo suyo, pero esos chinos mal hechos y su sonrisa de perdedor lo transforman siempre en la segunda opción. Él lo sabe aunque fija. No hablamos absolutamente de nada, las veces que nos ven conversando es él quién está hablando. Me cuenta sus retorcidas aventuras y como dice haberme quitado a mis presas. No me importa, lo dejo ser.

Llegamos a la explanada del campus y si antes era una ridiculez esto no tiene nombre. Globos, confeti y todo mundo bailando como si hubiera algo que festejar. Acomodo mis lentes de sol mientras Mikey me abraza más fuerte diciendo algo de unas tetas de tentación. Lo fulmino con la mirada y se aparta. "Así me gusta" dice mi voz interna. Hay un límite de tiempo en que puedo soportar un pelmazo como él y ahora está más allá. Antes que les zafe todos los dientes le indico que es mejor que se pierda.

Camino sobre el último escalón buscando un lugar donde recargarme y no me encuentre tanta basura. Varias chicas me indican con sus manos acercarme a ellas, pero como de costumbre las ignoro. La música está tan alta que hasta retumba en mi cabeza. No vuelvo a pasar la noche pensando en esa... No sé ni como catalogarla. Llego hasta un pilar donde hay pocos alumnos y puedo observar toda la escena en silencio. Las bocinas resuenan una invitación para acercarse a las chicas del centro de la explanada para bailar con ellas. Después de unos segundos veo azotar los cuerpos de las mujeres con los perros muertos de carne. Sus traseros chocan una y otra vez con su entre pierna. No entiendo, no quieren que se sobrepasen, pero aquí lo permiten. Vaya forma de exigir el respeto. La melodía termina y algunas parejas se salen de la rondan para buscar un lugar más cómodo.

Dirijo mi atención a enfrente y como un rayo caído del cielo ella aparece. Camina directo hacia mí, aunque parece que no me ha visto. Algunas participantes de la siguiente ronda de sexo en público la sujetan del brazo y la dejan en el ojo del huracán. Ella ni siquiera lucha por salirse de eso, al contrario. Avienta su bolso a un lado después de ajustar su cola pequeña de su cabello. Se queda de pie riendo al ver como se pelean por ser su pareja. Justo cuando termina el conteo yo estoy parado frente a ella, maldita sea.

El rey de mi realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora