3- despedida improvisada

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_¿Piensas subir, cierto?- preguntó Eiden haciendo hueco en la parte trasera de su moto. Asentí y pegué un pequeño y ridículo salto para quedar encima de esa cosa que me daría un infarto.

_¿Donde esta el cinturón de seguridad? ¿¡Donde esta el cinturón!?- pregunte temblorosa y agarrándome al jersey de Eiden.

_Espero que eso sea una broma- dijo riéndose y buscando las llaves en el bolsillo de su holgado vaquero, me quede unos segundos sin saber que decir, hasta que mi seguridad volvió a resonar mi cerebro.

_¿Pero iras despacio, verdad?- Eiden no dijo nada- ¿Verdad?- volví a preguntar más nerviosa que antes, juraría que él se estaba riendo.

_No te prometo nada- giró su cabeza y me guiñó un ojo- pero te permito agarrarte a mi.

Le miré desafiante y le empuje hacia delante levemente.

_Arranca- ordené.

No debí hacerlo, no quería decirlo; pero las palabras salieron rápidamente de mi interior, ya que una pequeña parte de mi interior quería aventura, la otra parte me recordaba que debería haber cogido un taxi.

_¿Lista?

Las palabras de Eiden me confundieron, la moto ya estaba en marcha, saliendo lentamente del aparcamiento para adentrarse en la gran carretera.

_Eiden no, para.

Él paró, pero no me dejó bajar. Los dos nos quedamos en silencio, en la misma posición. Sus manos cogieron las mías y las colocaron alrededor de su cintura.

La electricidad recorrió mi cuerpo y una brisa invernal nos cubrió.

Él no dijo nada, yo no dije nada. Y la moto arrancó.

Eiden arrancó rápidamente colándose entre los coches y disfrutando del viento que removía nuestros cabellos. Reí al sentir la maravillosa sensación de ser el rey del mundo, poder adelantar coches, poder escuchar la maravillosa sinfonía que la moto desprendía.

Pero un semáforo cambió mi felicidad.

_¿De donde sacaste la moto?- pregunté con interés.

_Vine hace unos días, y no podría vivir aquí sin moto, odio el transporte público así que me compre esta preciosidad- él rió y me miró con su mirada azulada- ¿Y que tal por ahí atrás?

_¡Genial! ¡Tengo un subidón de energía impresionante!- grité levantando los brazos.

Escuchamos pitidos a nuestras espaldas, Eiden miro el verde semáforo y arrancó de inmediato.

Mi espalda se inclinó hacia atrás debido al susto y lo primero que pude hacer fue volver a agarrarme a Eiden. Mis brazos le rodeaban sin preocupación alguna y mi mejilla izquierda se apoyaba en su espalda camuflándose del frió que nos perseguía.

Nunca pensé vivir una experiencia así, y menos con él. Eiden era tan distinto, de algún modo u otro lograba hacerme sonreír.

_¡Agárrate!- me ordenó Eiden. Agarre con fuerza su cadera y miré la carretera casi vacía. El motor sonaba más fuerte que nunca y comencé a darme cuenta de que me escurría hacia abajo. Me agarré de tal forma que ni la mínima volada de aire podría cruzar entre nosotros.

Reí cuando vi que la rueda de delante ya no tocaba el suelo, tendría que estar preocupada, pero me lo estaba pasando demasiado bien como para preocuparme. Estar con Eiden era diversión asegurada.

Cuando la moto estuvo en posición normal, Eiden aparcó en la acera y me ayudó a bajar debido a mi torpeza.

_¿A donde vamos?- preguntó con las manos en sus bolsillos.

Welcome to AmericaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora