Sayna.
Mis piernas ya no dan de sí. Trato de correr lo más rápido que puedo, pero el sonido de un disparo hace que me estremezca. Doblo una esquina del callejón y me fuerzo a mí misma a seguir corriendo a pesar de llevar huyendo más tiempo del cual podría soportar en una situación más cotidiana. Salto sobre una verja que lleva a otro callejón y mi camiseta se desgarra cuando paso del otro lado. Sigo corriendo, empleando mi máxima velocidad.
Mi respiración está más agitada que nunca y el aire frío de la noche golpea mi cara con fuerza.
Otro disparo suena detrás de mí y el miedo hace que mis piernas se paralicen. Mi respiración se detiene. Cuando el hombre me alcanza y me pone la punta de la pistola en la cabeza, mi mente queda totalmente en blanco. Cierro los ojos y espero a que suene el ruido de un disparo que nunca llega.
Abro los ojos y veo a un chico muy alto inmovilizando al hombre que me perseguía, que es uno de los hombres del rentista de mi piso.
Llevo meses sin pagar la renta y estas iban a ser mis consecuencias, al menos hasta que ha aparecido este chico.
El desconocido que podría adoptar el nombre de héroe hace un movimiento extraño con los dedos y provoca que el hombre se desmaye. Mientras tumba al hombre en el suelo le observo con admiración. Es muy guapo y tiene el físico bien entrenado, su pelo es negro, algo largo y desordenado. También tiene la piel bronceada así que se nota que suele ir mucho a la playa.
—Muchas gracias —pronuncio con un hilo de voz.
El chico me mira con asco, no logro entender por qué, pero se da la vuelta sin dirigirme la palabra y empieza a caminar.
—Espera —murmuro, aún con la fatiga notable en la garganta.
Corro detrás de él y agarro su brazo. El chico gira la cabeza rápidamente hacia mí y su mirada me congela enseguida.
—Lo siento, es que quería saber tu nombre —explico quitándole la mano del brazo avergonzada.
—Azael —se limita a responder.
—Bonito nombre, yo me llamo Sayna, encantada de conocerte Azael —introduzco sonriente.
Mi sonrisa se desvanece cuando Azael me mira con indiferencia y sigue caminando.
¿Qué le pasa?
—¡Espera un momento! —uelvo a decir poniéndome en su camino.
Parece irritado.
—¿Qué quieres? —gruñe.
—Es que... ¿me das tu número? —pregunto con la admiración palpable en mi mirada.
—No —espeta y me da un empujón, apartándome de su camino.
No sé por qué le he pedido el número, es verdad que suena raro, pero yo solo quería ser amable, después de todo acababa de salvarme la vida. A mí y a mi abuela, que si yo muriera ella habría sido la siguiente.
Por alguna razón ese chico, Azael, me genera mucha curiosidad, y siento que el destino sería capaz de hacer que nos reencontremos algún día.
(...)
—Sayna, cielo, hoy no vengas a ayudarme a la floristería, yo puedo sola —explica mi abuela con una voz muy calmada y dulce.
Siempre habla así, y me relaja y optimiza enseguida.
—Bueno, pero sólo porque hoy me voy a dedicar a buscarme trabajo —digo entre dientes.
—No, de ninguna manera. Ya trabajas casi todo el día en el café ese con condiciones miserables, no te hagas esto, vas a acabar agotada —advierte marcando sus arrugas el poner su tierna cara de molestia.
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Ansias de tu temperatura.
RomanceSayna es una chica extrovertida, dulce y sociable. Azael es todo lo contrario. Sayna tiene problemas para pagar la renta y con ayudar en la floristería de su abuela y trabajar en el café no le llega para cubrir todos los gastos. La comunidad en la...