Armando #1

8 3 0
                                    

Armando Duarte Mendoza

Mi infancia antes de los 6 años no era para nada mala, de hecho era bastante buena, ya que mi mamá se encargó de que así fuera, incluso llegaba a defenderme hasta de mi propio padre. Amo a mi madre por encima de cualquier cosa, pero me sobre protegió tanto que nunca me dijo que en el mundo hay personas muy malas, que hay niños que se burlan de otros niños, y yo no sabía esto, no hasta que entré a primero de primaria.

En el jardín de niños yo tenía muchos amigos y jugaba mucho con ellos. Pensé que eso también sería posible en el primaria, pero para nada fue así, no tenía amigos, todos me decían que era un tonto y todos los días estaba solo.

-¿Por qué traes esa mochila tan fea? -me preguntó un niño, riendo junto con otros dos.

Mi mochila era de pandas y arcoiris.

-Mi mami me la compró porque sabe que los pandas son mis animales favoritos -respondí.

-Pero eso es para bebés -dijo otro.

-A mí me gustan.

-Veamos si te sigue gustando así -agarró el refresco que traía uno de sus amigos y lo vació sobre mi mochila, provocando que el banco, mis libros y mis utiles se mojaran.

-¿Por qué hiciste eso? -comencé a llorar.

-¡Ay, el bebito ya va a llorar! -rieron todos-. Dile a tu mami que te compré otra.

-Pero era nueva, me la acaba de comprar.

-No me importa. Dime, ¿te bañaste hoy?

Asentí.

-Pues creo que te hará falta otro baño -me echó otro refresco encima de mi cabeza.

-¿Por qué me haces esto? -pregunté llorando.

-Porque me caes mal, ¡niño mimado! -me empujó hasta tirarme al suelo.

-Eres muy malo -dije llorando.

Ellos solo rieron y salieron del aula. Yo me solté a llorar con mi cabeza metida entre mis rodillas.

Ese día le tuve qué decir a mi mamá que el refresco se me cayó sin querer en mi mochila, cosa que ella me creyó y dijo que no me preocupara, que le diría a Dolores que la lavara, pero que si no quedaba, me compraría otra. Por suerte Dolores logró quitarle las manchas, haciendo que mi mochila quedara como nueva.

Cada día era lo mismo, esos niños me molestaban, me insultaban, me agredían, me empujaban, me mojaban con agua o cualquier otro refresco, me quitaban mi lonche, mi dinero, rompían mis cosas y hasta me obligaban a darles mi tarea. Nunca le dije a mi mamá, ni a la maestra, ni a nadie lo que esos niños me hacían, porque la verdad les tenía miedo, miedo a que me hicieran algo mucho peor.

En mi casa las cosas no eran mejores, siempre he sabido que mi padre tiene más preferencia por mi hermano mayor Eduardo, pero a mis 6 años fue cuando comencé a notarlo más.

-Papá, ¿ya me compraste la bicicleta que te pedí? -le preguntó Eduardo a mi padre mientras todos estábamos cenando en el comedor de la casa.

-Sí, hijo, mañana te llega.

-Yo también quiero una, papá -dije.

-Y yo también, papi -dijo mi hermana Melanie de 4 años.

-Para ustedes no, hijos.

-¿Por qué no? -pregunté.

-Porque ustedes aun tienen las que les compré el año pasado.

-Pero Eduardo también -dije.

La infancia a veces duele...Where stories live. Discover now