"Era una flor solitaria, mariposa gozosa te posaste ahí; después el polen de otra flor más fragante llamó, y la mariposa voló"
Frida Kahlo
-¡¿Dónde está?! - mi voz resonó más fuerte de lo esperado, tensa.
- No es momento Gabi, en serio- respondía Sam rascándose la nuca y apartando la mirada.
- Sam - pronuncié su nombre con cierto énfasis. Casi podía ver cómo su cuerpo se tensaba al escucharlo. -Dime dónde está Daniel, ¡Ya!- subiendo notoriamente el volumen en esa última palabra.
Sam empezaba a perder la compostura.
Tengo carácter, y lo sabe.
-Sígueme- dijo al final.
Os pongo en contexto de que es lo que había sucedido. Había transcurrido la noche y el alcohol había ido bajando por nuestra garganta casi constantemente. Sus efectos ya eran evidentes en todos nosotros, pero en Daniel...
Daniel iba borracho, no hay eufemismo que lo cubra. De hecho, más crudamente hablando, Daniel llevaba un ciego de tres pares de huevos. Y había hecho tonterías...
Y de las grandes.
Beso va, beso viene, si muy cariñoso y muy guay comerte la boca con la persona que quieres bajo los entretenidos efectos del alcohol, hasta que pasan el punto.
Cuando Daniel dijo que hablaría con Esther, nunca pensé que se refería a llamarla borracho para decirle:
Y cito textualmente:
"Que sepas que ya no quiero nada más contigo. No quiero volver a verte. Estoy con una persona que me quiere de verdad y me da lo que tú no. Ahora arrepiéntete para siempre de no cuidarme y escucha bien estas palabras, porque no volverás a oírme".
Y con eso llegaron los problemas. Y como siempre quien saldría mal parada de todo esto sería yo, eso te lo aseguro.
Después de esa terrible conversación, Daniel se arrepintió de hacerlo así y comenzó totalmente ebrio a llorar, y así, llorando se marchó. En un barrio que no conoce, donde hay muuucha gente que no conoce; teniendo en su poder las llaves del coche, y yo, siendo totalmente consciente de la capacidad de hacer estupideces que tiene este hombre.
Camino detrás de Sam, desesperada y enfadada a partes iguales, cuando a lo lejos veo a dos personas agachadas en unos setos que había no demasiado alejados de la fiesta benéfica.
Y corro, corro cuanto puedo hasta llegar a ellos.
Daniel está vomitando mientras Adam le acaricia la espalda en señal de apoyo amistoso.
Adam es un chico latino, alto y moreno, pertenece al grupo de amigos de Daniel, y había estado con nosotros durante toda la fiesta, siendo otro de los graves perjudicados por las copas.
Cuando llego me agacho a su lado preocupada, bueno, preocupadisima me define mejor.
-¡Daniel!- pronuncio en un quejido. -Oh dios mío Daniel, ¿estás bien corazón?- digo de manera suave tratando de que me note cerca y se sienta seguro.
-¡Déjame en paz!- arcada. -Esto es todo culpa tuya- arcada. -Vete- continúa vomitando. Seguía llorando.
Abro los ojos como platos, totalmente sorprendida. ¿Acababa de echarme la culpa?
-¡¿Pero que cojones estas dicien…?!- Sam me corta agarrándome del brazo y alejándome de ellos.
-¡Suéltame!- le grito seguidamente de un manotazo en el brazo.
-No es el momento Gabi, mañana lo habláis- y mi parte razonable le hace caso, pero mi parte endemoniada hace que de un grito de frustración antes de marcharme con Sam, y por último mi parte sensible hace que rompa a llorar en cuanto me siento en un escalón junto a él, serio como un jugador de póker.
-Daniel está echo un lío- habla por fin.
-Ya lo sé- contesto resignada.
-Necesita tiempo- añade Sam.
No contesto, solo sollozo en silencio. Empieza a cansarme esta situación. Me estoy cansando de sentir que soy correspondida un día y al siguiente sentir que soy la última persona en la que se fijaría, de quedar siempre como un segundo plato y de aún saber que él la ama a ella luchar y luchar por lo que incluso antes de empezar ya está perdido. Pero aún siendo consciente, aún teniendo los ojos abiertos completamente, sé que mañana volveré a darlo todo por Daniel.
-Es que...- sorbo con la nariz antes de continuar -yo lo quiero- digo finalmente, sacando una voz que parecía inexistente desde lo más profundo de mi corazón.
-Lo sé, y él a ti- Sam coge aire para continuar pero mi risa amarga lo interrumpe y el solo me mira triste.
-Seguramente- respondo irónica.
-Daniel lo que necesita ahora es una persona que le dé atención; que todos los días le diga buenas noches y por la mañana buenos días, que esté presente, él ha sufrido mucho- concluye levantándose de mi lado.
-¿A dónde vas?- le pregunto.
-Nos vamos a casa Gabi-
-Pero... ¿Y Daniel?- me seco las lágrimas
-Nos lo llevamos-
-Quiero despedirme-
-No-
-¿Dónde está Daniel? Quiero decirle adiós- repito sin mucho éxito de convicción
- Está dormido en el coche- responde
- Solo verlo-
-No-
-¡¿Por qué?!- le grito
- Porque es mejor así Gabi, en serio- Sam empezaba a alterarse.
-Cuida de él, ¿vale?- suspiro resignada -Avisame cuando lleguéis a casa- añado por último.
Sam solo asintió y después vi como desaparecía su nuca tras la luz de las farolas.
Al día siguiente.
El sonido de la lluvia fuerte me despertaba. Me cuesta mucho abrir los ojos, los tengo hinchados de haberme dormido llorando. Cuando me doy cuenta de que tengo la ventana abierta y que todo lo que tengo debajo se está mojando me levanto como si la cama de repente quemara, y con lo adormilada que estaba, la velocidad del momento y el agua del suelo, se desencadenó un trágico inicio del día.
-¡¿Pero qué narices te ha pasado?!- pregunta mi madre al verme sangrando por la nariz, con los ojos hinchados y sujetándome un brazo al entrar a la cocina.
-Que la vida se ha cebado conmigo hoy de buena mañana-
-¿Me dirás que el golpe enorme que se ha oído has sido tú?- decía ella aguantandose la risa y acercándose a mi paño en mano.
-Sí, concretamente mi cara... Ah, y mi hombro- contesto casi riéndome también.
Pero mi humor cambia cuando me acuerdo de lo que pasó anoche. No he recibido ningún mensaje de Daniel. Esperaba al menos una disculpa o no sé...
Algo.
Y entonces, resacosa, herida y dolida me visto. Decidida pese a la lluvia a ir al chiringuito.
Cuando llego no veo a Daniel por ninguna parte, solo está Jorge.
-¿Y Daniel?¿No ha venido?- le pregunto inmediatamente a Jorge sin siquiera saludar
-No, pero viene ahora más tarde. Ha dicho que había quedado con Esther para hablar- dijo él casi susurrando lo último.
Así que ahí me quedé, esperando que llegara.
Cuando estoy empezando a aburrirme y pensando en que quizá debería irme, Daniel aparece. Su cara era...
Sin dudas un cuadro.
Remoloneo un poco con el tema de conversación hasta que por fin me decido
-¿Has hablado con Esther?-
-Sí, de eso vengo- contesta en un monótono tono.
-Y... ¿Qué?- pregunto confusa
-Creo que eso es algo que no te importa, se queda entre ella y yo-
Que borde es el cabrón.
Y con esas, sin mediar palabra, me voy. Enfadada por su respuesta, por sus juegos, por sus falsas esperanzas, por no disculparse conmigo y por hablarme así. Me siento mal, últimamente hace que me sienta mal todo el tiempo, como que yo no soy suficiente aunque lo intente. Siento que hago el ridículo continuamente, y aún así, siento constantemente que le quiero y él no hace más que causarme problemas y más problemas. Necesitaba calma y lo único que está haciendo es poner mi vida patas arriba. Me hace daño y luego se disculpa y así una y otra vez. Necesito salir de este bucle. Sé que él no es bueno para mí, aunque me empeñe en que sí, tengo que alejarme pero siento que no soy capaz y eso me frustra. Es difícil... Me río de mí misma, pero es difícil, tanto que me voy dando cuenta que no puedo terminar con esto. Cuánto más daño me hace, cuánto más me hiere, más me engancho a él. Cuánto más me infravalora, más le necesito cerca. Es difícil. Es un gran problema entender, cuando más rota estás, que te has enamorado.
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ROTA (cuando el alma pide auxilio)
Fiksi RemajaSINOPSIS Cuando Gabi, una chica de 16 años, conoce el amor, se verá envuelta en un cumulo de emociones ingestionables que le harán comprobar en primera persona, lo ardiente que puede llegar a ser el dolor de un corazón roto. Gabi nos cuenta como con...