Epílogo. Meses después.

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- ¡Felicidades por su matrimonio! ¿Qué apellido debería usar? - cuestionó Tsukishima mientras se acercaba a la pareja de recién casados.

- Kageyama estará bien - habló Shoyo antes de dejar hablar a su pareja.

- ¿Eh? Creí que querías mantener tú apellido - confuso, Tobio le miró extrañado.

- Bueno, no está tan mal ser llamado Kageyama-San - de forma infantil, el pelirrojo le sacó la lengua a su ahora esposo.

- Diciendo cosas vergonzosas frente a un compañero, me haces sentir escalofríos - Tobio tembló, burlándose de lo que su pareja había dicho, el bajito le golpeó suavemente el brazo en respuesta.

- ¿Por qué acepté casarme contigo? Ya me arrepentí - rieron, ambos estaban en la mejor etapa de sus vidas y se notaba por la energía que emanaba cada uno cuando estaban juntos.

Kei no podía estar más feliz por aquellos, se sentía tan aliviado de ver a Shoyo radiante de felicidad gracias a Tobio. Ellos iban a estar bien mientras estuvieran juntos.

- Ah, es cierto. Toma - le entregó una caja sellada con un moño rojo muy extravagante.

- ¿Un regalo? No debiste molestarte - a pesar de haber dicho eso, se apresuró a abrir la caja sin mucho cuidado.

- Estás arruinando el envoltorio, idiota.

- Diciéndole idiota a tu cónyuge, que mal marido - finalmente logró abrir la caja y se sorprendió por el contenido.

En el interior había una caracola de mar, la forma era extremadamente preciosa, los colores eran tan suaves que le daban un toque hermoso y aún estaba un poco manchada de arena.

- La encontré el día que fuimos de vacaciones a la cabaña - Shoyo quedó muy sorprendido por ello, habían pasado poco más de seis años desde aquel acontecimiento, no creía que la hubiera guardado por tanto tiempo.

- Estás mintiendo.

- No. La encontré a la orilla del mar, parecía que había encontrado un tesoro precioso en un día tan miserable - ante el recuerdo, rió, ya no le dolía, ya no sentía la necesidad de esconderse en su habitación a pensar en las decisiones de su vida.

Se había equivocado y lo aceptaba, recordar eso estaba bien para él.

- Pensé que ya era momento de dejarla ir. La cuide lo mejor que pude todos estos años, pero creo que ahora debe ir con la persona que buscaba esa noche - Shoyo estaba confundido, no entendía muy bien sus palabras, pero tomó en manos la caracola y le dió una reverencia a Kei por el regalo.

- Es muy hermosa - se sonrieron con melancolía, aún estaba arrepentido de mucho, sin embargo, aprendió a vivir con ello y seguir adelante.

- Sí la acercas a tú oído, puedes escuchar el mar, así siempre tendrás el sonido que tanto amas cerca.

- Gracias, Kei.

- Oh, y para ti - se acercó al azabache cuando el mayor no los miraba, sacó unos boletos y se los entregó.

- ¿Una cabaña a la orilla del mar? - le había dado un pase vacacional a la misma cabaña a la que fueron años atrás, a la cual por desgracia, Shoyo no había disfrutado como debía en su momento.

- Quiero compensar los problemas que cause. Cuídalo mucho.

- Lo haré. Gracias por todo Tsukishima, deseo que encuentres la felicidad pronto - asintió.

Estaba bien, y esta vez era genuino el pensamiento.
Ya no tenía esos episodios de recuerdos del pasado, y aún sí recordaba a esa persona, no le afectaba, estaba feliz de que fuera libre en algún lugar, lejos de sus problemas y de su mente.

Un vistazo a ti (a glimpse to you) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora