Por dentro era como cualquier otra tienda de antigüedades de gama media, un poco polvorienta y desordenada con demasiados objetos rayados y bastante banales.
Precisamente por eso Hannibal había elegido hacerle una visita.
Los comerciantes y los subastadores eran útiles para adquirir artículos buscados, pero a veces uno no sabía lo que quería hasta que lo encontraba por casualidad.
Los tesoros más gratificantes estaban escondidos entre lo ordinario y lo cotidiano.
A la vuelta de una esquina, detrás de una pared tambaleante de sillas apiladas, había una vitrina. Las joyas opacas del interior atrajeron a Hannibal.
La mayoría eran bisutería, engarces deslustrados y cadenas enredadas. Unos pocos estaban acurrucados dentro de cajas forradas de terciopelo hechas jirones.
En una inspección más cercana, hubo un par que no carecían de mérito, donde el diseño era particularmente llamativo o los colores estaban bien elegidos. Sin embargo, fue decepcionante.
El impulso que lo había llevado a ese rincón de la tienda le prometía algo, ahora incumplido.
Hubo un sonido respetuoso en su derecha.
"Si le interesan las joyas, señor, tenemos nuestras mejores piezas detrás del mostrador. ¿Quizá le gustaría verlas?"
"Sí" exclamó Hannibal. "Me gustaría. Gracias"
📿📿📿
Antes de que Hannibal decidiera qué hacer con ellas, habían pasado semanas, meses, escondidas en un cajón poco usado.
Aunque la compra no había sido planeada, supo de inmediato para quién estaban destinadas.
El problema era cómo presentarlas, cómo asegurar que serían aceptadas y qué se entendería por su aceptación.
Al final, la respuesta había sido simple, sugerida sin saberlo por el propio futuro destinatario.
Cuando Hannibal juzgaba que había llegado el momento, simplemente las dejaba en algún lugar y esperaba a que las encontraran.
📿📿📿
Ese momento llegó una tarde, después de que las sombras en el comedor se hicieran más profundas y la luz de las velas arrojara su brillo parpadeante sobre los platos vacíos.
Habían dejado la mesa, en favor de la comodidad de la sala de estar.
Hannibal se había sentado tranquilamente con una medida de brandy y Will había vagado por la habitación con la inquietud de la sobremesa, mirando y tocando, pensando y sintiendo.
Era solo cuestión de tiempo antes de que notara un nuevo objeto, uno muy recientemente introducido en la colección que se exhibía junto al aparador.
Hannibal supo el momento en que la encontró, su picada curiosidad golpeó como la electricidad a través de la habitación llena de paz.
Hannibal sonrió, mirando las llamas de la chimenea, y esperó.
Hubo un largo silencio.
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We Conquer The Dawn
RomanceWill es un estudiante de psicología de género fluido de 19 años y conoce a Hannibal Lecter para un artículo que esta escribiendo. Esta es una traducción de TheSeaVoices y imágenes de Quicksilver.