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╰────────────────➤[El movimiento de gracia]



















╰────────────────➤[El movimiento de gracia]

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—Qué bien que te hayas unido a nosotros —dijo el hombre manos de garfio con afectada dulzura.
    
Violet intentó bajar por la cuerda, pero el ayudante del Conde Olaf fue demasiado rápido para ella. Con un movimiento la metió en la habitación de la torre y, con un rápido impulso de su garfio, envió al suelo con estrépito su aparato de rescate. Ahora Violet estaba tan atrapada como su hermana.
    
—Estoy muy contento de que estés aquí —dijo el hombre manos de garfio—. Estaba pensando lo mucho que me gustaría ver tu cara bonita. Siéntate.
    
—¿Qué va a hacer conmigo? —preguntó Violet.
    
—¡Te he dicho que te sientes! —Gruñó el hombre manos de garfio, y la empujó hacia una silla.
   
Violet miró la desordenada y sombría habitación. Estoy seguro de que en el transcurso de vuestra vida se habrán dado cuenta de que las habitaciones de las personas reflejan su personalidad. En mi habitación, por ejemplo, he reunido una colección de objetos que son importantes para mí, y que incluyen un polvoriento acordeón en el que puedo tocar algunas canciones tristes, un legajo de notas sobre las actividades de los huérfanos y una fotografía borrosa, hecha hace mucho tiempo, de una mujer llamada Beatrice. Son objetos muy valiosos e importantes para mí. La habitación de la torre contenía objetos que eran importantes y valiosos para el Conde Olaf, y eran cosas terribles. Había ilegibles pedazos de papel donde había escrito sus malévolas ideas con unos garabatos, en desordenados montoncitos encima del ejemplar de Leyes nupciales que le había quitado a Klaus. Había unas pocas sillas y un puñado de velas que dibujaban sombras temblorosas. Tiradas por el suelo había botellas de vino vacías y platos sucios. Pero, sobre todo, había dibujos y cuadros y esculturas de ojos, grandes y pequeños, por toda la habitación. Había ojos pintados en el techo y grabados en el mugriento suelo de madera. Había ojos garabateados en el alféizar de la ventana y un ojo grande pintado en el tirador de la puerta que daba a las escaleras. Era un lugar terrible.
   
El hombre manos de garfio buscó en el bolsillo de su mugriento abrigo y sacó un walkie-talkie. Con cierta dificultad, apretó el botón y esperó un momento.
   
—Jefe, soy yo —dijo—. Tu candorosa novia acaba de trepar hasta aquí para intentar rescatar a la mocosa mordedora. —Se detuvo mientras el Conde Olaf le decía algo—. No lo sé. Con una especie de cuerda.
   
—Era un garfio escalador —dijo Violet, y arrancó una manga de su camisón para hacerse una venda para el hombro—. Lo he hecho yo misma.
   
—Dice que es un garfio escalador —dijo el hombre manos de garfio al walkie-talkie—. No lo sé, jefe. Sí, jefe. Sí, jefe, claro que sé que ella es tuya. Sí, jefe. ¿Podrías darme a la pequeña Winchester? —Apretó un botón para desconectar la línea y dio media vuelta para mirar de frente—. El Conde Olaf está muy muy disgustado con su novia.

Voices #1 (USDED) ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora