Capítulo 19

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Rosé siempre clasificó las vacaciones como divertidas y relajantes, como una pausa de todo el estrés que llegaba a causar la escuela, ese que se acumula y ya a finales de curso sientes la necesidad internarte en un psiquiátrico, pues al llegar las ansiadas vacaciones, por muy aburridas y monótonas que sean para algunos, era un sueño echo realidad. Donde las personas podían concentrarse más en sus vidas personales, algunos para dejar fluir mejor un romance, otros para visitar esos lugares que por falta de tiempo no podían, también los que necesitan ahorrar para una buena universidad, o queriendo darse un lujo y pueda dedicarse a ello al 100%

Entre muchos casos más, como el de Rosé, bastante peculiar pasar esos meses veraniegos siendo transportada de una época a otra, un caso único a decir verdad.

Como cada cosa buena tiene su fin, estas vacaciones no eran la excepción, aún faltaban pocas semanas, y Rosé lo sabía perfectamente, nueva escuela, nuevas personas y nuevos amigos.

Ella se concideraba bastante sociable, llamaba cada noche a sus mejores amigos, obviamente los extrañaba, era la primera vez que no compartían en estas fechas, ellos se prometieron un día quedar, y volver a ser ese trío divertido que eran antes, al menos por un día.

Ella tenía el tiempo contado, necesitaba avanzar con sus metas junto a Jimin antes del regreso a la preparatoria, lo bueno es que ya cursaría, por fín, su último año.

Se sentiría rara de ser la nueva.

Ella practicaba junto a su demonio noche tras noche, ganando así, una buena habilidad física, mas no era suficiente,sus hechizos eran aún débiles.

Y según sus susurros, tenía el tiempo contado.

No sabía si se referían a su regreso al colegio, Debería ser eso ¿cierto?

Necesitaba respuestas, últimamente le querían decir algo, pero apenas se lograban comprender palabras claves.

"tiempo.

 

Rosé.

 

Mes.

 

18."

Ella sospechaba que hablaban de su cumpleaños, ¿Sería más poderosa si cumplía su mayoría de edad? ¿Era eso lo que querían comunicarle a la pobre chica?

Aveces quería entender esas voces, pero parecían hablar otro idioma, que ella desconocía, no en su totalidad, captaba pocas palabras, pero necesitaba entender, y la gran mayoría no lo hacía.

_____ Aquí estás. _____ Su demonio favorito, y también el único que conocía, corría a ella como un cachorro consentido hacia una dueña cariñosa.

_____ ¿Vienes a verme o a entrenar?_____ Dijo, él quería pasar una noche romántica junto a la menor, pero ella estaba decidida a mejorar, aunque le duela, ella también quería desestresarse un poco y concentrarse en vez de esquivar golpes, bajar montañas en un tiempo récord, adquirir fuerza, reflejos rápidos y agilidad, en caricias, besos y mimos.

_____ Ambos, prometo que te llevaré a mi mundo y haremos muchas cosas divertidas ¡Te compraré mucho chocolate!

El sonrió_____ Solo no hagas promesas que después no cumplirás...-

______ ¿Cuándo e roto una promesa yo? Te prometí que te confiaría mis secretos y ya no hay uno que no sepas.

Era cierto, hace un tiempo ella le mostró la carta de su abuelo, reaccionó de una forma desconcertada, más solo bastaron unas palabras de la pelirosa para que entendiera todo. El conocía demasiado, más ella metería las manos al fuego por el.

_____ ¿Entrenamos?

Más... Lo que ellos no sabían es que alguien seguía cada uno de sus movimientos, el pelinegro miraba confuso la escena del príncipe retirándose junto a un encapuchado que aparentemente, era mujer. ¿Será aquella amante que él tuvo tiempo atrás? ¿Como lograban pasar la muralla? Ni el mismo podía seguirlos al no tener forma de salir de allí, solo podía observarlos cada noche repetir la misma acción. En algún momento descubriría que pasa. El se encargaría de ello.



La castaña, verdadera perteneciente al mundo moderno, no poseía una mísera gota de magia, y se odiaba por ello, solo vivía con la esperanza de a sus deseados 18, pudiera poseer lo que tanto desea, según sus padres, algo desesperados al ver que la condición de su inútil hija no mejoraba, consideraron que se trataba de esperar, solo era cuestión de tiempo para que la energía mágica que existe dentro de ella sea liberada.

Estaban tan desesperados que se les olvidó que el único ser capaz de portar su poder luego de sus 18, eran los demonios, o tal vez no lo habían olvidado.

Confiaban en ello, la profecía estaba clara, la nieta de la antigua reina ángel era quién heredaría todo su poder.

La madre de la princesa desde que se esparció la noticia se resintió por ello, siempre que sus felinos ojos se posan en su hija, le proporciona una mirada filosa cargada de odio y envidia, ella merecía más ese poder, debía ser ella quién los tuviera, y asi era como iba a ser.

Con la ayuda de una persona, igual de retorcida que ella, iba a extraer todo ese poder, e iba a expandir su reino por todo su mundo. Como debió ser desde un principio.

La castaña toda su vida sintió ese desinterés hacía ella, exclusivamente por parte de su madre, sentía siempre su mirada llena de asco, y se preguntaba ¿Porqué? ¿Que a echo ella para merecer ser tratada así? Lo mejor que la había pasado en toda su miserable vida, era aquel peliazul de pómulos exagerados y cachetes regordetes, se enamoró al instante de ver aquellos ojitos achicarse a la par que reía, como si sus ojos sonrieran, era muy hermoso, de actitud algo fría al principio, pero luego de ella insistir en conocerse, entablaron una amistad, aún sabiendo que entre ángeles y demonios, esta nunca debía existir.

El le enseñó lo que era verdaderamente el cariño, y lo que realmente significaba la palabra "Te quiero" la cuál sus padres le repetían, pero salía tan natural... como si no sintieran absolutamente nada y por ello sea mucho mas fácil decirlo, sin mirarla a los ojos.

Sentada, contemplando a la maravillosa noche estrellada, y aquella gloriosa luna reflejando la luz del sol, observaba el pasto con tanta añoranza, tenía varias lágrimas acumuladas en sus almendrados ojos, estas caían una tras otra, sin detenerse, no emitía sonido alguno, se había acostumbrado a llorar en silencio.

Cada vez que sentía esa fuerte opresión en el pecho, y esas ganas de no continuar más su camino, escribía en aquel viejo y amarillento libro sus pensamientos, había sido su único consuelo entre tantas penumbras.

"Y el día que deje de sentir, que deje de extrañar, que deje de amar y deje de llorar, ya no habrá remedio para mí."

 신의 조화 𝖕.𝖏.𝖒ೋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora