John no era tonto, entendió inmediatamente lo que pasaba. Y supo que era momento de la metamorfosis de su mente.
Ilegal o no, compró lo que necesitaba y volvió a casa de Insley. Con la mano temblorosa, inyectó lo que decía contrarrestar el efecto de la droga. Terminado de hacer, miró hacia la ventana por la que había escalado hacia su habitación.
Se apoyó en esta, ya cerrada, y miró el cuerpo de esa chica. Se sorprendió al no despertarla gracias a la jeringa...era raro. Pero no se haría teorías. Además, ni siquiera se le había tirado directamente a John...no era normal para el suministro que supuso le dieron. Apartó cientos de dudas y se concentró en ella.
Escuchó un maullido, Fresa, como se llamaba le gata de Insley por gustarle el yogurt de fresa, frotó su pelaje a los pies de él.
—Jonh... tienes que venir.
Inmediatamente se puso en movimiento, trastabilló con la gata y se acercó, reponiéndose, de prisa hasta la cama.
—Eres un idiota bueno, ¿sabes? —le confesó con una sonrisa tonta.
—¿Sí?
—Sí. Ni siquiera me tocaste.
Se quedó de piedra, ¿ella esperaba que se aprovechara?
—Pues...
—Sé que no fuiste tú, en cualquier caso, sabrías que no soy capaz de digerir de la misma manera en que lo hacen los demás.
—Lo siento —agachó la cabeza.
Ella le tomó la barbilla con un sonrisa.
—Gracias. Ahora vete.
Y, ahí estaba ella. Sus cambios de actitud lo descolocaban, pero ya se había acostumbrado a ellos. Volvió a hacer el mismo recorrido hasta llegar a la escalera y quedar en el patio trasero de la casa de Insley.
Caminó hacia la calle con un mal sabor en la boca, a sabiendas de su bipolaridad, esperaba más de ella esta vez. Llovía.Había soñado siempre con ser ellos dos, tener algún lugar donde solo ellos supieran de su existencia y pasaran sus tardes.
Ella lo invitaría a jugar algún juego de carreras, perdería, se iba a burlar de él, y haría un baile de la victoria. Luego, él la invitaría a jugar ajedrez, ella no podría con su ingenio, más él la dejaría ganar. Entonces, otra vez se iba a burlar de él.
Y, sin importar las burlas, él estaría ahí para apoyarla cuando comience a escribir una nueva historia. Su perro se llevaría bien con Fresa, sería excelente.
—Pero, nuevamente era eso, un sueño. Un sueño de un mundo para los dos.
—O quizás no —apuntó Insley, girándolo y atrapando su ropa empapada en un feroz abrazo—. ¿Quieres venir a por un chocolate?
Se quedó de piedra al verla ahí, tomando la lluvia para invitarlo a tomar chocolate.
Él dudó, en cualquier momento esperaba verla cambiar de opinión, más ella sonrió, tomó su cara entre sus manos y depositó un delicioso beso con candentes mordidas en sus labios.
Bueno, la confianza era una mierda, pero a veces una mierda con buenas consecuencias.
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Un mundo para los dos ✔
Short StoryNada más que su silencio Nada más que su sonrisa Nada más que aquel hoyuelo Y risas desmedidas (Cortita y terminada S/16/07/22)