1 Cuidado con lo que deseas

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Mi corazón se acelera y siento que me arden las mejillas cuando sus ojos azules tropiezan con los míos; me cruzo de piernas con la intención de provocarle… Peggy continua hablando como una cotorra, intento prestarle atención a mi mejor amiga, pero todos mis sentidos están centrados en él.  No solo es guapo y tiene un cuerpo musculado, sino que además su boca me vuelve loca y ardo en deseos de que me devore por completo.

Asiento a Peggy con falso interés, ella me sonríe satisfecha y comienza a despotricar sobre el chisme de unos amigos nuestros. No sé como lo hace, pero siempre es la primera en enterarse de todo. Sonrío fingiendo curiosidad, pero mi mente está volcada en él; me derrito al percatarme de que está  mirando mi escandaloso escote, finjo no darme cuenta, y para regalarle mucho más de mis encantos, me muevo con sutileza con el propósito de que mis grandes senos se escapen, un poco más, del escote de mi vestido azul turquesa.

—¡Cuidado!  —me advierte Peggy señalando uno de mis senos, yo dejo escapar una risa tonta e impido que un seno escape de la opresión de mi escote. Mi marido levanta la mirada hacia nosotras con cara de pocos amigos; desaprueba el exagerado escote.

—¿Vas a ir así a casa de Peggy? —inquirió molesto horas antes de salir. 

—¡Por supuesto! —le contesté con altivez.

—¿No podrías ponerte otro vestido un poco más recatado?

—No me agobies, Travis —le solté ofendida. No volvió a insistir y terminó por aceptar la derrota.

Me descruzo de piernas para volver a cruzármelas mientras Peggy sigue su crónica de otros conocidos. 

No llevo ropa interior, fantaseo con la idea de que él es el único que sabe mi secreto. Lo miro fugazmente, pero es mi marido Travis quién capta mi mirada, me regala una encantadora sonrisa, a regañadientes, le correspondo con otra; últimamente lo tengo bastante abandonado.  

Conocí a Travis en una cena en casa de unos amigos comunes, y debo admitir que no me llamó especialmente la atención. En aquel tiempo había roto con mi novio al sorprenderlo con otra en la cama. A causa de ése hecho, pasaba por una etapa en la que me prometí pensar solo en mí y en nadie más. Utilizaría a los hombres de igual modo que lo hacían ellos conmigo. Así que me limitaba a mantener relaciones sexuales sin compromiso, de esa manera mi corazón no sufría. Pero no contaba con Travis, que nada más conocerme en la cena, se pegó a mí toda la velada. Lo radiografié en un segundo: su altura de 1´90 me pareció sexy, su rostro también me gustó, pues aunque no podía catalogarlo como guapo, la bondad se apreciaba en sus ojos, tanto como en su sonrisa, resultándome con sorpresa, muy atractivo. 

Me lo llevé al baño y lo hicimos con extrema violencia. Él, por supuesto, se resistía. 

—Te haré daño.

—¡Hazlo! —le ordené rabiosa deseosa de sentirlo cuanto antes en mi interior.

Estuvimos horas enfrascados en satisfacer mis morbosas necesidades; mis escandalosos gemidos atravesaron los finos tabiques del baño, siendo escuchados por nuestros furiosos amigos, que aporreaban la puerta sin descanso, pues a todos, les apremiaba entrar para aliviar sus vejigas.  Después de aquello, Travis y yo nos hicimos inseparables y debo admitir que me agradaba el amor que aparecían en sus ojos cada vez que me miraba.

Por primera vez en mi vida me sentía: valorada, mimada, agasajada… Y otra faceta de él que me complacia era su generosidad: viajes de fin de semana, cenas, teatro, museos, fiestas, regalos, y por supuesto, sabía satisfacerme muy bien en la cama. Al cabo de un mes, nos casamos y reconozco siete años después, que Travis sigue siendo mi fiel siervo. 

¡Está loco por mí! Pero sin saber cómo, me he enamorado de Oscar. ¡Lo confieso! ¡Él! ¡Es el hombre de mis sueños!

Peggy sigue parloteando de las intimidades de otros conocidos, y yo estoy a punto de bostezar; descruzo y cruzo las piernas con la esperanza de regalarle a Oscar buenas vistas, pero me encuentro con los ojos de Travis clavados en mí; Oscar le da un codazo para que se concentre en el juego que se disponen a empezar con la Play o con la Xbox, nunca me aclaro…

CUIDADO CON LO QUE DESEASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora