2 Cuidado con lo que deseas

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La bruja se encogió de hombros y extendió la palma de la mano, esperando que le diera un sobre con dinero.
Se lo di sin titubear, pues conocía su buena fama de hechicera por una amiga de una amiga. 

—¡Puede hacer cualquier cosa! —me confesó mi amiga.

—En menos de un mes y medio, lo tendrá rendido a sus pies.  —me predijo la anciana con una sonrisa despreciativa.

Al mes y medio me encontraba en mi casa a punto de salir para reunirme con Travis. No me encontraba muy bien, pero mi necesidad de presumir superaba con creces mi indisposición, quería lucir mi modelito exclusivo con el que Travis me había sorprendido el día anterior. Distraída en mis pensamientos me sobresaltó el timbre de la puerta, cuando abrí me quedé sin habla, pues Oscar se hallaba ante mi.

—Hola, yo…yo…

—¡Oscar!¡Qué sorpresa más agradable! Casi no me pillas, me disponía a salir a cenar con Travis, ¿quieres acompañarnos?

No pude decir nada más, pues Oscar se abalanzó sobre mi besándome como un enajenado, me arrastró hasta el salón y allí saciamos nuestro deseo, o más bien, lo culminó él, igual que lo haría una bestia salvaje. La palabra decepción es poco para definir lo que sentí, o sería más correcto mencionar lo que no sentí…

—Oscar, no ha sido prudente que vinieras aquí —le recriminé frustrada y mucho más furiosa por el egoismo que había demostrado como amante. 

—No dejo de pensar en ti… —confesó mientras me esbozaba una amplia sonrisa de satisfacción

Alcé una ceja sorprendida, la bruja no se equivocaba, el hechizo había funcionado.

—Tengo que irme, Travis me espera…  

Oscar me atrajo hacia él, sus labios se pegaron a los mios besándome con enfasis; sinceramente, no me gustó su manera de besar. Travis en cambio, me enciende con sus ardientes besos, y aquello volvió a decepcionarme. Decidida a averiguar si Oscar era un autentico semental, volvimos a hacerlo en el suelo del salón, pero esta vez bajo mis escuetas órdenes. 

Él gimió como una bestia cuando alcanzó el extasis, y yo…una vez más, no logré alcanzar las estrellas ni las galaxias a la que Travis me tenía acostumbrada. Me levanté furiosa y eché a Oscar de casa, él se resistía en abandonarme, ansiaba empezar de nuevo, para aplacarlo quedé con él al día siguiente, y al otro, y al otro, y en todas las ocasiones en que nos acostamos, me di cuenta de que no era capaz de satisfacerme en la cama, y mucho menos de ninguna otra manera, además me empezaba a resultar soso y aburrido ya que después de saciar sus bajos instintos como un bárbaro en celo, no fluía una conversación cariñosa y amena entre nosotros. Después al regresar a casa, acostumbraba a ir directa a la ducha para hacer desaparecer sus insulsas caricias y su pestilente olor de macho salido… a continuación con una sonrisa traviesa, me exhibía desnuda ante mi marido Travis. 

—¿Estás depilada?  —preguntaba divertido, pues se había convertido en un juego entre nosotros.

—Compruébalo… —lo desafiaba enarcando una ceja. 

Aquellas palabras transformaban a Travis, que atacado por el deseo me llevaba en brazos a la cama; sus manos recorrían mi cuerpo con lascivia y sus besos enajenaban mis sentidos.

—Travis… —le suplicaba mientras le mordía el cuello.

Nuestros cuerpos se buscaban empapados en sudor y nuestras manos acariciaban zonas especificas que nos hacían gemir casi al unísono; mi boca buscaba la suya con ansia y su experta lengua se unía a la mía en una danza inagotable…

—¡Travis! ¡Travis! —clamaba abriéndome de piernas y levantado las caderas, él entraba en mi interior adecuándose al ritmo salvaje al que siempre le he obligado. Los gemidos de ambos envolvían el dormitorio, y como tiene por costumbre, mi Travis me lleva a ver las galaxias, estrellas, además de los fuegos artificiales. En ése momento me di cuenta de que Travis era y siempre había sido: ¡El hombre de mis sueños!

CUIDADO CON LO QUE DESEASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora