-ꜱɪx-

364 50 1
                                    

🥀

En la penumbra de la estancia, Jimin despertó sobresaltado, sus pupilas dilatadas reflejaban el eco de un sueño agitado que aún se aferraba a su mente. Se incorporó entre las sábanas con un palpitar apresurado que resonaba como el traqueteo de un antiguo carruaje por calles adoquinadas.

Aferrando su mano contra su pecho, intentó tranquilizar la precipitada danza de su corazón. La atmósfera estaba cargada de una ansiedad que se disolvía lentamente en la neblina de la vigilia. En ese instante, como un recuerdo que emergía de la oscuridad, su mano tropezó con el colgante en su cuello. El frasco de cristal, que contenía las aguas mágicas sanadoras de su habitación en el castillo. Un tesoro que resplandecía como la luz de los faroles.

Jimin se movió con destreza, guiado por la intuición. Precipitándose hacia el lado de la cama donde su progenitor luchaba contra la oscuridad que amenazaba con devorarlo. Sin perder un segundo, extrajo el frasco de su cuello y vertió con cuidado el elixir sobre los labios de su padre. Anhelaba fervientemente que no fuera demasiado tarde.

La poción dorada descendió por la garganta del enfermo como un licor divino, y la habitación pareció iluminarse con la fuerza de mil velas. La transformación fue instantánea. Su padre, que yacía al borde del abismo, comenzó a exhalar un aliento de vida restaurada. La fragilidad abandonó su cuerpo como un espectro ahuyentado por el resplandor del amanecer.

Jimin, con los ojos iluminados por la chispa de la esperanza recién encendida, se volvió hacia su padre, cuyos párpados pesados se alzaron lentamente - ¡Papá! - exclamó emocionado, su corazón palpitando con una mezcla de alegría y alivio.

El patriarca ahora rejuvenecido, sonrió débilmente ante la efusión de su hijo. - Jimin, mi pequeño niño. Cuanta falta me has hecho - murmuró con voz serena pero llena de gratitud. Sus ojos, antes apagados, brillaban ahora con vitalidad renovada.

Jimin, incapaz de contener su felicidad, se arrojó hacia el lecho de su padre, abrazándolo con fuerza como si temiera que el sueño reparador pudiera evaporarse en cualquier momento. - Pensé que te habíamos perdido, papá. - susurró, su voz temblando con la emoción contenida.

Jungsoo acarició con ternura el cabello de su hijo, disfrutando el calor del reencuentro. - Gracias a ti, querido Jimin. Tus esfuerzos han traído la luz de nuevo a mi vida - Sus ojos se desviaron hacia el colgante que Jimin aún sostenía entre sus dedos, un testamento tangible de la magia que había obrado el milagro.

Y mientras le inspeccionaba, su mirada escudriñadora recorrió a Jimin de arriba abajo, como un detective, intentando descifrar que había pasado con su hijo en el tiempo que estuvieron separados - Hay algo diferente en ti. Tu mirada, tu voz también.

- Debo regresar papá, es necesario que vuelva - Jimin abrazó a su padre con fuerza, sintiendo la calidez que lo caracterizaba - Pero te prometo que no cambiará nada. Siempre seré tu hijo, y este lugar siempre será mi refugio - Continuo el rubio, mientras intentaba eludir la observación de su padre. Ya que aquello le avergonzaba.

Mientras padre e hijo compartían su emotivo momento, en la planta baja, Miyeon, la hermana de Jimin, trabajaba arduamente para liberarse de las cuerdas que la mantenían prisionera. Con la destreza de una artista consumada, utilizó una pequeña navaja que había encontrado en un cajón cercano.

Una vez liberada, Miyeon se apresuró a ir hacia la habitación de su padre, la rapidez y desesperación siendo su aliado. Sin embargo, al llegar a la puerta, contuvo su respiración al escucharlo, la voz su padre resonaba en todo el pasillo. No podía creerlo, la felicidad le estaba invadiendo completamente, causando que olvidase por un momento a sus hermanos mayores.

Le petit et la bête -KMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora