Parte I

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Fue en una clase de pociones, un ligero accidente que no debió de tomar tanto tiempo en solucionar. Debió de ser rápido y discreto hasta que algún alumno se enterara y esparciera el rumor como un acontecimiento ya concluido.

Eso debió ser, un secreto antiguo. Pero la voz de la enfermera hacía eco en su mente, pidiendo y pidiendo paciencia. Creyó que podría soportarlo unos días, fingiendo normalidad frente a sus compañeros y viviendo con su rutina cotidiana; al menos hasta que fue citado a la dirección, dónde el anciano le habló con una voz tan pasiva que verdaderamente tardó en entender el significado de las palabras, luego llegó la conmoción.

Le había asegurado que haría lo posible por ayudarlo, que pronto solucionarían el incidente, que no se preocupara más de lo necesario; pero sus oídos tragaban las consolaciones y promesas para perderse por su cerebro.

Pensó en las palabras de Crouch, que con una mirada fría y labios crueles le dijo en un tono risueño:

– Por Dios, Severus. Tu vida es tan desgraciada que llega a ser divertido.

Maldito sea ese rubio. No tenía por qué recordarle lo que ya tenía claro.

Afortunadamente no lo cambiaron de habitación, ni tomaron una decisión que afectara la impresión de los demás sobre él. Agradeció tan profundamente eso. Si se llegaran a enterar los demás... ¡Zalazar lo proteja, lo despedazarían!

Creía, por qué no podía ser coincidencia que siempre sucediera, que esa escuela estaba maldita. Una maldición que atacaba por las espaldas y que siempre conducían a los brazos de las burlas.

En ese castillo tan grande, necesitado de las risas infantiles entre la bruma del aburrimiento y las hormonas, las sonrisas inocentes, los ojos fisgones y las inexpertas lenguas perseguían a cualquier tipo de hazmerreir.

Él se negaría en ser un entretenimiento, mucho menos una víctima. Ocultaría su condición hasta que se resolviera.

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Cuatro semanas luego del incidente.

– Buenas tardes, joven Snape– los labios coloreados tiraron en una sonrisa tierna– ¿Cómo ha estado? Ciertamente luce mejor.

Los oscuros iris se enfocaron en aquella mueca suave que raramente mostraba la estricta enfermera, pero que pareció frecuentar más su rostro cada que lo veía a él.

– Podría estar mejor, ciertamente– imitó el mismo tono dulzón, haciendo que la voz aguda se oyera cómo la de un infante.

Su voz le causaba escalofríos a los que ya se había acostumbrado. Tan fina a comparación de antes, pero con los tintineos sedosos que sólo podían provenir de las chicas más pequeñas. Tardó bastante en aceptar que esa voz cadenciosa provenía de su laringe, siendo que en un principio se afirmó en hablar lo mínimo posible; esto eventualmente exasperó a la cuidadora, que con ayuda de Slughorn, le ofrecieron una poción para imitar su antiguo tono. 

– Sí, lo comprendo– suspiró, alejándose para tomar un vial entre sus cortos dedos– Estoy haciendo lo mejor que puedo, créeme.

– Disculpe, pero realmente no me interesa si se desvela para encontrar una solución.

La mirada destelló en una desaprobación que ignoró por completo. Después de todo, sabía que no se atrevería a recriminarle como en un principio.

– Debo chequearlo, está por llegar...

Lipstick and VulturesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora