Capítulo once: Venganza. Parte dos

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Horacio había perdido la noción del tiempo.

Su cuerpo magullado, su piel, su cabeza. Todo de él ardía y palpitaba. Jadeaba preso del pánico, en posición fetal para protegerse o intentarlo. Escuchaba con claridad los ecos, murmullos, pisadas y respiración en aquella habitación oscura. Sus ojos dejaron de derramar lágrimas y aceptó que había sido un imbécil.

Tenía a las personas que quería, que le querían, pero decidió huir de los problemas. 

"¡Los problemas me los como!"

No, ahora no podía.

Absorto en el silencio del lugar, incapaz de ignorar los temblores de su cuerpo por los recuerdos que producía su mente, ahogó un sollozo. Armando lo había dejado solo, con palabras huecas en su cabeza, con una rabia contenida por mucho tiempo y siendo el menor víctima de las mismas. Quería venganza, estaba dañando a la persona que creía que Conway adoraba.

Y no estaba demasiado lejos.

El azabache se amanecía investigando por su paradero, se preguntaba dónde estaba.

Y Horacio solo podía pensar en morir.

Sin embargo, un tema que creyó que no era verdad salió a la luz en plena madrugada, donde Armando tomaba entre sus manos unas hojas y leía detenidamente, en voz alta, unos resultados.

—Jack Conway, una prueba de sangre para comprobar el parentesco entre Gustabo García, francamente me esperaba de todo, menos que sospechara que su hijo estuviera vivo. -hizo una pausa, respirando profundamente. Horacio no alzó la vista del suelo. —Pero, vamos a ver, incluso su sospecha no fue incierta, un 99.9% de parentesco entre él y aquel muchacho, dios mío, era total verdad. He tenido en mis manos al hijo de Jack Conway.

Horacio tembló al escucharlo, abriendo uno de sus ojos menos golpeado para observar la suela de su zapato acercarse a él. Sintió el agarre fuerte en su mandíbula antes de ser obligado a observarlo. Como un peón a un rey. Armando seguía cubierto con un pasamontaña, indispuesto a revelar una identidad que todo el mundo conocía. 

—Me imagino que Gustabo hizo bien en torturarte, cobró lo que era suyo. Conway te quería más a ti que a su pobre hijo. 

Horacio odiaba esa comparación.

Los recuerdos volvieron, hincándose más y queriendo vomitar.

"Los brazos cubrieron su cabeza, sollozando. —¡Ya no más!

—¡¿Cuál es mi nombre?! -gritó aquel tipo de traje colorido, con una mirada perdida y mirando al herido chico con una sonrisa pedante. Pogo estaba disfrutándolo.

Horacio se tumbó en el suelo, sin dignarse a mirarlo. —¡Gustabo! ¡Gustabo! ¡Eres Gustabo!

Soltó una risa. —Aun no estás listo".

Regresó a la realidad cuando fuertes pisadas resonaron a la distancia, el menor con todo el dolor en su cuerpo y sin fuerza, batalló para acurrucarse en una esquina y flexionar sus piernas al nivel de su pecho. Acalló los gritos de agonía mordiéndose el labio hasta sangrar, pero todo fue un vano. Dos secuaces de Armando lo amedrentaron hasta aprovecharse de él, dándole patadas y arrastrarse sin cuidado fuera de la habitación oscura.

Fue arrojado frente a Armando, aquel no se inmutaba del dolor del menor, sin embargo, tampoco lo disfrutaba al verse sin opciones de escape. Nunca dudó de su palabra, Conway estaba buscando sin descanso a Horacio y la ciudad estaba siendo puesto bajo orden policial y con la alerta roja sin bajar.

Ante eso, Nadando agachó la vista al suelo y gruñó suave antes de dirigirse a uno de los suyos y el celular en mano. —Horacio, ¿acaso no deseas pedirle ayuda a Conway?

Aprendiendo a amarte [AU SpainRP Volkacio] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora