Capítulo ocho: Miedos

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—¿Y cómo está Horacio? –murmuró Conway agarrando la taza de café que le tendía Volkov, éste sopló y di un sorbo. Comisaría estaba desierta a las primeras horas, ambos aprovechaban el silencio para estar en paz por un tiempo.

—Pues, durmiendo. –contestó distraído, bebiendo lentamente. Su noche había pasado en vela, pero no era culpa del excresta. El darle vuelta al asunto de sus sentimientos, meditar de lo que empezaba a sentir y lo familiar que se sentía, desde el momento que empezó a llevarse mejor con Horacio cuando formó parte del cuerpo de policía como alumnos.

Y esa confesión que lo asustó, temiendo que todo lo que quisiera acabara muerto por demostrar afecto. Lo alejó, pero solo lastimó el corazón puro del chico.

El peligro ya no era problema, al menos creía, se esfumó y la ciudad estaba en calma desde el operativo a The Union, pero no quería dar un paso más allá con la situación de Horacio y aprovechar de su pérdida de memoria. Necesitaba que lo recordase, que fuera el mismo de antes y asegurarse que las noticias no lo afectarían a tal magnitud como lo expresó el doctor.

Frotó sus ojos con cansancio y bostezó, tirando el vaso de cartón al tacho de basura y agarró la tableta, subiendo hasta su despacho para terminar papeleos antes de terminar el turno. No tenía ganas de patrullar, desde una semana que lo había dejado y solo se ocupaba de administrar denuncias y quejas de robos a tiendas comunes. Atender a civiles, acaban su poca paciencia diariamente era algo que aguantaba hasta tener ganas de volver a las calles de Los Santos.

Comisaría estaba vacía, en sentido de que algo faltaba para animar el ambiente del lugar, en un ensordecedor silencio que acompañaba a toda la malla y a los nuevos les incomodaba. Todo el mundo se preguntaba por los inspectores jefes Dan y Fred, qué había pasado con ellos e incluso Greco que sabía ese secreto, se hacía el desentendido para no caer en la tentativa de decirles que uno de ellos estaba bien, mientras que el otro había fallecido.

Volkov se encerró en la oficina, sin percatarse de las horas, necesitaba distraerse.

[•••]

En el departamento, Horacio mantenía una sonrisa con el comisario o quién sea que lo fuera a visitar, fingiendo que todo estaba bien, sin embargo, cuando llegaba la noche y estaba a solas, lloraba desconsoladamente y en silencio por no tener a su hermano a su lado, por no poder despedirse de él, porque tuvo que ser él y no Horacio.

La soledad continuaba siendo la sombra que no quería tener a su lado.

Anduvo por la sala, moviendo su silla lentamente con la fuerza que sus brazos permitían, visualizando cada rincón como lo hacía diariamente mientras el comisario trabajaba, pero estos días lo notaba extraño y distante con él, sembrando dudas y tristeza en Horacio que no comprendía qué había hecho mal o si no estaba ayudando en algo. Sintiéndose una carga que empezaba a ser estorbo.

Volkov continuaba recio a acercarse a él y si lo hacía, parecía huir.

Dejó de moverse, observando encima de una mesita de la entrada un portarretratos de tres niños ahí, alegres y sonrientes mirando la cámara. Horacio no pudo contener su curiosidad y la agarró con cuidado, observando mejor a una chica más alta que los dos niños a su lado con una mueca mientras cargaba al más pequeño y risueño. El del medio los observaba de reojo intentando contener una risa y lo reconoció al instante. Ese era Volkov cuando era un niño de doce años.

"Tan tierno". Pensó.

Aunque la casa siempre se sintió solitaria, vacía y sin color, ¿por qué Volkov no hablaba de ellos? O, mejor, ¿por qué no lo visitaban? Su mente maquinó varias opciones hasta toparse con la peor de todas. Habían muerto.

Aprendiendo a amarte [AU SpainRP Volkacio] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora