OUROBOROS: Into The Draco-Verse

MULTIVERSO O7: ¿Y si Draco y Theo se conocían antes?

El pequeño Draco no entendía por qué su maman quería que interactúe tanto con otros niños de su edad. A su corta y tierna edad de seis años, ya entendía que eso de hacer amigos no era para él. O, al menos, con los niños que su maman y su tío Lucy le presentaban.

Su primer encuentro con alguien de su edad, al contrario de lo que muchos pensaban, había sido exactamente un año atrás (¿por qué tan tarde? Seguro se preguntarán. Bueno, su maman, por alguna razón, no lo dejaba salir de la Mansión Malfoy. Decía que era muy peligroso allí afuera para un niño tan especial como él. Pero a Draco no le importaba en lo más mínimo no poder salir, mientras que tuviese a Dobby, su maman y a su tío Lucy cerca de él) (Además, tampoco es como si pudiese entrar o salir nadie que no tenga el permiso de los Malfoy mayores, pues habían contratado a los mejores rompedores de maldiciones para testear las guardas que habían puesto alrededor de la mansión). El hijo menor de los Crabbe, Vincent, había pasado la tarde entera comiendo las galletitas que Dobby había preparado, en vez de jugar con Draco. El pequeño rubio le rogaba que vayan al jardín de invierno a ver jugar con los narcisos que cambiaban de colores, pero Vincent simplemente no se movía de su asiento en la sala de estar. Incluso le llevó espadas de madera para que jueguen a los piratas (como su maman le había enseñado), pero el mayor de los niños no apartaba sus pequeños ojos de las galletitas. De más está decir que Draco odió esa tarde.

El segundo encuentro con alguien de su edad, había sido con Gregory Goyle, el mejor amigo de Vincent Crabbe, y la mañana de ese frío día de invierno fue totalmente desperdiciada. Draco había querido hacer ángeles de nieve, muñecos con zanahorias, ¡incluso águilas de nieve! (que, dicho sea de paso, eran los animales que más le llamaban la atención, aunque no tanto como las Aves del Trueno), pero Gregory no cedió nunca, y pasó toda la mañana sentado frente a la chimenea, comiendo pastelillos.

Luego, el tercer y para Draco, el peor encuentro de todos, fue con Pansy Parkinson, la hija del socio de su tío Lucy. Draco tenía preparados un montón de juguetes que le puedan llegar a gustar a la niña, ya sea muñecas que hablaban, castillos y vestidos de princesas, incluso le había pedido a su maman que conjure su juego de té para que sea del tamaño adecuado para niños. Iba a ser la tarde perfecta, pero...

―Tú no puedes jugar con esto, no eres una niña ―le dijo Pansy, con una expresión de disgusto.

― ¡Sí que puedo jugar! Maman dijo que puedo jugar con todo lo que yo quiera, ¡y yo quiero jugar a las princesas! ―protestó Draco, expulsando el característico olor a ozono que siempre salía de él cuando se enojaba.

―Tú puedes... ¡ser mi príncipe! El príncipe que viene a rescatarme del malo dragón. ¿No te parece mejor? ―preguntó Pansy, alejándose un poco de él.

Draco puso una mano bajo su barbilla, y comenzó a murmurar bajo su aliento.

―Bueno... maman siempre dice que soy un príncipe porque mon père es un rey... ―susurró, pues se suponía que era un secreto que su tío Lucy era su tío―. Pero... ¡No! La túnica de princesa me queda mejor que la de príncipe.

― ¡No podemos ser los dos princesas! ¡Eres un niño! ―exclamó Pansy, enfadada. Pero a Draco no le importaba en lo más mínimo, él iba a ganar esta discusión como sea.

― ¡MAMAN! ―gritó el rubio, y Narcissa Malfoy se apareció con un crack en la sala de juegos.

― ¿Qué pasó, mi dragoncito? ¿Se están divirtiendo? ―preguntó su maman con dulzura.

―Pansy no quiere que los dos seamos princesas ―fingió sollozar Draco―. Dice que... dice que no puedo ser una porque... porque soy un niño.

―Oh, mi dragoncito... ven aquí ―dijo su maman abriendo los brazos, y Draco se lanzó a ellos―. Pansy, en este hogar todos podemos ser princesas. Tal vez en el tuyo sea diferente, pero así son las cosas aquí.