La capitana Nakamura lo había mandado a Bravo. No para obtener la bandera, sino para evitar que los demás la obtuviesen. Aunque pareciese un plan simple y lleno de errores, era una jugada bastante estratégica. El equipo Delta dejaría de lado Bravo y se centraría en conseguir Alfa y Charlie. Cuando el enemigo estuviese dispuesto a robar las banderas, sus soldados se ceñirían en conseguir el mayor número de bajas posibles. De este modo, cuando las sobras del equipo Delta llegasen al punto caliente con una o varias banderas, Raiden estaría esperándolos.
La capitana Nakamura conocía de primera mano las altas capacidades del soldado estrella del Ejército Imperial. Sabía que incluso si quedasen veinte uniformados operativos, podría eliminarlos sin problemas. No era la jugada más limpia, pero sí la que le concedería la victoria. Tenía que enseñarle a sus hombres que la guerra era de todo menos limpia.
Akemi tomaba grandes bocanadas de aire. Estaba tumbada en una posición bastante incómoda, con la culata del rifle apoyada en su hombro derecho. Necesitaba tranquilizarse. El control de la respiración era la pieza clave para no errar el tiro, pero su respiración y su pulso estaban desorbitados. En ese momento le parecía mentira que hubiese sido reconocida como una de las mejores tiradoras de su promoción. Probablemente era su cabeza la que no la dejaba funcionar con normalidad. Demasiadas preocupaciones se arremolinaban en su mente. Estaba el hecho de que había dejado escapar a una enemiga del Imperio, el hecho de que ya no podía discernir si lo que estaba haciendo era lo correcto, si sus ideales eran los correctos, si aquello era lo que su hermano y sus padres querían.
–Borra los pensamientos, sólo céntrate en la mira y en lo que ves a través de ella. –le aconsejó Kai, acercándose a suposición. –A mí me funciona.
–¿Kai?¿Qué haces aquí? –preguntó, sorprendida por su presencia.
–Te seguía viendo mala cara. –confesó. –Aún quedan unos veinte minutos para que todo esto comience, así que he venido aquí para animarte.
Akemi no sabía qué decir. Aquel hombre parecía demasiado bueno para ser verdad. No dejaba de preguntarse si todo sería una ilusión creada por su nerviosismo.
–¿Tú... Tienes experiencia con rifles de francotirador? –acertó a preguntar.
–No es mi arma favorita, ya que prefiero ir de frente, pero sí, los he utilizado alguna que otra vez. –explicó. –Y por eso sé que es normal sentirse abrumado al momento de la verdad. Hay demasiadas cosas que tomar en cuenta a la hora de disparar, no sólo la dirección y la fuerza del viento. Siempre piensas que vas a pifiarla.
La imperial dibujó una sonrisa en su rostro sin apenas darse cuenta. La entendía. Había sido capaz de comprender su mayor inquietud en un abrir y cerrar de ojos, una inquietud que todos sus compañeros de pelotón desconocían.
–Gracias. –le retribuyó. –Ahora estoy más tranquila.
El castaño le sonrió.
–Antes de que vuelva a mi posición, sintoniza tu walkie en el canal 9, parece que es el único que sigue libre.
Akemi entornó las cejas.
–¿El canal del equipo Delta no es el 3?
–Exacto, pero necesito trazar un plan a solas contigo. No me convence mucho la estrategia del capitán Yoshida.
–Yo también la veo un poco floja, la verdad. ¿Pero por qué no se lo comentas también al resto?
–Porque es un plan tan arriesgado que nadie querrá formar parte de él.
Akemi se colocó bien la coleta.
–Soy toda oídos.
Raiden escuchó el sonido de la pistola de balines. La prueba había comenzado. Había calculado que tendría que esperar una media hora antes de salir corriendo hacia el punto caliente de Delta. En cualquier caso, la capitana Nakamura lo avisaría por radio. Sólo se movería cuando se le dijese que tenía que moverse. Esas habían sido sus órdenes exactas. Visualizó el paisaje con parsimonia. A pesar del ruido proveniente de las balas de fogueo y los gritos, todo a su alrededor se encontraba en paz. Cerró los ojos y dio un paso hacia atrás. Percibió cómo el proyectil pasaba de largo e impactaba contra el suelo. Quienquiera que fuese, había asumido erróneamente que no se encontraría alerta. Abrió los ojos y vislumbró el brillo del cañón. El tirador estaba a 600 metros, sobre la colina. Su rifle de asalto no podía alcanzarlo. Bravo no ofrecía ninguna cobertura, pero no podía abandonar su posición, aún no.
Marcó su paso hacia la derecha. Un nuevo disparo. Tres segundos. Eso es lo que el tirador parecía tardar en cargar. Esta vez dobló el cuerpo hacia atrás. La bala pensaba ir directa hacia la cabeza. Apartó el hombro ante el nuevo sonido del cañón y se giró de espaldas ante la advertencia de unas pisadas. Alzó su rifle. Otra vez hacia la derecha.
–No dejes de dispararle. –comunicó Kai a través del walkie.
Raiden no dijo nada. Apretó el gatillo y observó cómo su compañero esquivaba los proyectiles, al mismo tiempo que él evitaba el contacto directo de la bala del francotirador. La capitana Nakamura seguía sin darle la orden de retirarse.
–Suponía que estarías aquí solo.–comentó el castaño, mientras disparaba con su subfusil. –La capitana Nakamura apunta por una victoria asegurada.
El sargento se mantuvo en silencio. Kai se quedó embelesado con la forma en la que rehuía de las balas. Lo hacía parecer demasiado fácil, como si no supusiera ningún tipo de dificultad. Y quizás, no lo suponía.
–Es imposible, no consigo darle. –se quejó la voz del walkie.
–Tranquila, tengo un plan.
Kai evadió la metralla por séptima vez consecutiva y cuando estuvo demasiado cerca del suboficial, le tiró el arma de una patada. O eso es lo que intentó hacer, ya que Raiden le agarró la pierna antes de que pudiese si quiera elevarla. Tragó saliva, le dio un puñetazo en el pecho con la esperanza dehacerlo retroceder, pero no lo hizo. El pelinegro le arrebató el arma y la arrojó fuera de su campo de visión. No contento, lo lanzó al suelo con la fuerza de veinte hombres. Su espalda crujió cuando contactó contra la superficie. Tumbado, acertó a darle una patada en la espinilla, sin reacción ni resultado. Raiden apuntó de nuevo con el rifle.
–¡Dispara!
El sargento sólo dio un paso hacia la derecha. Se esperaba algo más de su antiguo camarada, no un plan lleno de riesgos e incongruencias. Sin embargo, cuando iba a accionar el gatillo, se vio obligado a retroceder de nuevo. Dos segundos. Había recargado más rápido. Kai aprovechó la oportunidad para derribarlo de una vez por todas, haciendo uso de ambas piernas. Raiden pudo evitar otro nuevo disparo al caer, pero no pudo prever la velocidad con la que el castaño se le tiraría encima. Su rifle había caído a dos palmos. Sólo necesitaba quitarse al alférez de encima para agarrarlo y acabar con aquello. Juntó las dos palmas para empujarlo y enviarlo al menos a cinco metros de distancia, pero antes de que pudiese hacerlo, Kai lo envolvió en un abrazo.
–Lo has hecho muy bien. –susurró.
Raiden se quedó petrificado, incapaz de moverse ni un sólo ápice. Por un momento, olvidó su cometido, su misión. ¿Qué significaba aquello? No había vuelto a sentir los brazos de Kai desde...
–¡Ahora!
Raiden percibió un ardor. Kai le sonrió mientras lo soltaba, se levantó y le ofreció la mano. Dos segundos. Había durado lo mismo que el tiempo de recarga de un rifle de francotirador.
–Ha estado bien, ¿eh?
Raiden se quedó mirando a su compañero, anonadado. Le apartó la mano de una bofetada y él mismo se puso en pie. Se tocó la cabeza y efectivamente, encontró el lugar en el que había impactado la bala.
Pero el ardor... Fue incapaz de encontrar de dónde provenía.
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A soul wrapped in darkness
AcciónRaiden es una herramienta de guerra, un soldado que ha tenido que abandonar su humanidad para acatar todas y cada una de las órdenes del Ejército Imperial. Es un ser abúlico, sin iniciativa propia, sin sentimientos, sin deseos, incapaz de comprender...