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Yerim le había pedido ayuda a su madre el día anterior y había llegado a clases con una sorpresa para Yeojin. Como la niña se sentaba sola, le pareció que ser su compañera de banco sería una buena idea si iba a ayudarla desde ahora.
Abrió su cartuchera y dejó caer todos los lápices de colores sobre la mesa quedó ahora compartían, cada uno rotulado con el nombre del color que poseían.
—Y cuando no sepas de qué color es algo puedes preguntarme.
Yeojin sonrió en grande abultado un poco sus mejillas, pero cuando terminó de colorear su dibujo y vio que el pasto, las manzanas, las hojas de los árboles y algunas flores eran grises a sus ojos, lloró. Ahora su dibujo era triste y aburrido para ella.
Cuando se lo explicó a Yerim, esta se dio cuenta de que no había sido la mejor idea, entonces se puso a pensar en un nuevo plan.
Su nueva idea parecía mil veces mejor y sabía con certeza que esta vez no podía fallar, quitó el dibujo de su amiga de la mesa y sacó una nueva hoja en blanco para ambas—. Yeojinnie, mira lo que hice para ti —la aludida levantó la vista y secó sus lágrimas, frente a ella había un nuevo dibujo de dos niñas tomados de la mano. Esta vez el pasto era amarillo, los árboles azules y celestes con relucientes manzanas moradas.
—Es muy bonito —respondió con una sonrisa.
—Somos nosotras. Si vamos a ser amigas para siempre, entonces tengo que ajustar mis ojos —le devolvió la sonrisa mostrando su pequeño oyuelo, sus ojitos volviéndose más pequeños y Yeojin no podría haber estado más feliz.
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