𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟕: 𝒐𝒋𝒐 𝒑𝒐𝒓 𝒐𝒋𝒐

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A veces uno no sabe cuándo parar. A veces la realidad es tan abrumadora que crees poder con todo, pero tu cuerpo te va dando señales casi imperceptibles de su salud perecedera.

Una pregunta rondaba mi cabeza durante esas semanas: ¿era normal trabajar así? ¿Era normal volver a mi casa a esas horas de la madrugada? Se lo pregunté a mi padre y me dijo que con las quejas no llegaría a ningún sitio, que mirase a mi hermana y la tomase como referencia en el trabajo. Que era algo normal en los primeros trabajos, sobre todo en empresas más grandes. Que todo mejoraría con el tiempo.

Mi madre reprodujo las mismas palabras que mi padre, así que asumí que había algo mal conmigo. Si todo el mundo podía trabajar tanto sin rechistar, si todos habían tenido esas jornadas de trabajo, ¿por qué parecía estar perdiendo la salud? Mi hermana estaba perfectamente, mi padre jamás se había quejado, parecía feliz, y ya ni hablar de Olivia, que volvía a casa con una sonrisa después del trabajo.

¿Por qué me dolía todo el cuerpo cuando me pasaba el día sentada? ¿Por qué me costaba respirar? ¿Por qué tenía náuseas todo el tiempo? ¿Por qué me sangraba la nariz? ¿Por qué me dolía la cabeza?

Yo suponía que era algo azaroso, que quizás había comido algo en mal estado de la máquina expendedora de la sala de descanso. Lo cierto es que no debía fiarme ni del atún ni de esa mayonesa de dudosa procedencia, aunque tampoco sería bueno para el estrés el café que me mantenía despierta durante la noche hasta que daban las cuatro de la madrugada y el despertador comenzaba a tronar a las siete.

Ya ni siquiera tenía tiempo de soñar despierta mientras miraba el perfil de Olivia en la oficina y garabatear la curva cincelada de su mandíbula. Evitarnos en la oficina no daba resultado y comenzaba a pensar que no había un motivo específico de Dafne para odiarme, solo era sobrecarga de trabajo.

—No deberías estar aquí —musitó Olivia al verme entrar en la sala de descanso—. Si te ve mi hermana...

—¿Me pondrá más trabajo? —Apoyé el lateral del cuerpo sobre la máquina, mirándola con ojos somnolientos y entrecerrados—. Déjame estar contigo, es lo único que me anima a seguir. —Olivia escondió media sonrisa e introdujo el billete de un dólar en la ranura de la máquina.

—No digas eso.

—¿Qué? —Me froté un ojo—. Eres la única persona que me cae bien de esta oficina.

—Deberías comer algo que no fuesen emparedados de atún. —Agarró el vaso de café y la tira de plástico para removerlo—. Deberías dormir más de cuatro horas. —Suspiró, sin saber que yo apenas dormía tres—. Y deberías darte una ducha que durase más de cinco minutos.

—No te pongas así. —Arrugué las cejas y me crucé de brazos—. Tengo mommy issues y carencias afectivas y lo sabes.

—No, no lo sabía. ¿Tienes carencias afectivas? —Olivia frunció el ceño, preocupada, y yo me levanté de la máquina de café, encaminando la salida.

—No, ahora mismo no puedo hablar de sentimientos, tengo trabajo. —Su mirada no cambió un ápice, ahora incluso me escudriñaba en busca de algo que reprenderme.

—A mí no me vengas con eso de que tienes trabajo. Toreas a tu madre, a mí no. —Me señaló con el dedo índice de la mano que sujetaba el vaso. Incluso en el enfado conseguía hacerme sonreír—. A mí no me hace gracia. No.

—¿Y si mañana vamos a comer juntas para que veas que me alimento bien?

—Hace dos meses te habría contestado la barbaridad más grande de la historia. —Le dio un sorbo al café, cruzándose de brazos frente a la máquina.

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora