13. Choques y encuentros

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—¡Buenos días! —saludó el profe Sergio, entrando al salón de clases e interrumpiendo la clase de química—. Todos siéntense en sus lugares, voy a dar un aviso.

Algunos hicimos caso y seguimos la orden del profesor, otros no. Entre ellos estaba Zahir.

—¿No se va a sentar? —lo cuestionó el profesor fulminándolo con la mirada y arqueando una ceja.

—Sí, claro profe —dijo Zahir con su clásico tono burlón—. Espere un segundo.

—Lo voy a poner a hacer planas —añadió el profesor, sonriente.

—No, por eso decía. —Se dejó caer en su silla al instante—. Mire, ya estoy sentado.

—Bueno... —murmuró el profesor sin apartar la mirada del chico y negando con la cabeza—. ¡Ok! Pronto va a ser el festival navideño que se llevará a cabo aquí en la escuela. Mañana que venga su maestra tutora empezaran a ensayar su baile para el festival. Y antes de que empiecen a quejarse (porque ya los conozco), el baile es obligatorio.

—¿Y qué pasa si me enfermo ese día? —preguntó Salomón, bromeando.

—No se preocupe, de todos modos tiene que venir aunque se esté muriendo.

Auri y yo nos volteamos a ver al mismo tiempo. Sabíamos todo lo que significaba un baile para un festival escolar, nosotros seríamos los encargados en armar la coreografía. Siempre éramos los elegidos para ese trabajo.

—Otra cosa. Después del receso algunos me ayudaran a armar el escenario —añadió el profesor. Se giró hacia la maestra de química e hizo inclinó la cabeza—. Con permiso.

***

Después del receso todos los chicos a excepción mía fueron llevados a la cancha para ayudar al profesor Sergio a armar el escenario para el festival. Como estábamos en la hora de la clase de matemáticas y el profesor obviamente no estaba, no teníamos nada mejor que hacer más que platicar y matar así el tiempo.

Amelie, Auri y yo estábamos tumbados en el piso. La primera estaba recargada sobre las piernas de las segunda mientras ella le peinaba el cabello. Yo las miraba con atención.

—Que flojera, yo no quiero bailar —se quejó Amelie. Odiaba participar en eventos escolares, todo lo contrario a mí—. Lo malo es que es obligatorio.

—No es nada malo, aprovecha la oportunidad —comenté. Estiré las piernas pues ya las llevaba un rato cruzadas.

—Dilo por ti, tú amas bailar. —Puso los ojos en blanco—. Yo no.

Y así era. Desde que tenía memoria recordaba bailar por toda la casa descalzo, saltando y brincando por doquier. La música siempre había sido parte de mí gracias a mi madre, y el bailar me hacía disfrutarla aún más. No me imaginaba para nada sin bailar.

—¿Y a ti no?

—Pues sí... pero no al frente de un montón de personas.

—Eso sí —cedió Auri—. Pero tranquila, Altaír y yo no te dejaremos en ridículo.

Me dedicó una mirada cómplice.

—Más les vale. —Suspiró Amelie y lentamente se incorporó—. Bueno... acompáñenme al baño.

—Sí, vamos. Yo también quiero ir.

—Ay no —me quejé.

Ya sabía que eso significaba una sola cosa: quedarme una eternidad afuera del baño de chicas completamente solo hasta que ellas se dignaran a salir. Era una desventaja de solo tener mujeres como amigas.

—¡Ándale! —exclamó Amelie. Se puso de pie y me tendió una mano para levantarme—. No nos vamos a tardar.

Torcí los ojos. Sabía que no iba a ser así, pero no podía negarme.

—Está bien. —Acepté su ayuda y me levanté.

Bajamos las escaleras y al llegar al pasillo comencé a caminar de espaldas para mantener frente a mí a las chicas, hasta que sentí unas manos en la cintura que me detuvieron.

—¡Cuidado! —advirtió Zahir con una enorme sonrisa—. Casi chocas conmigo.

—Ah, perdón. —Sonreí torpemente y me perdí en sus ojos—. Gra-gracias.

Sonrió nuevamente y se alejó con pasos largos.

Auri me hizo reaccionar dándome un codazo en las costillas. La ignoré por completo y las seguí al baño.

No tardaron tanto como creí en un principio y al regresar al salón Auri les gritó a las chicas con emoción.

—Verde tomó de la cintura a Altaír. Ha sido muy romántico.

Me dio un poco de vergüenza y posé la mirada en el piso.

—¡Uh! —chilló Amelie y me empujó con la cadera.

—¡Vivan los novios! —gritó Tamara a carcajadas.

—¡Basta! —exclamé con la cara roja como jitomate.

***

Un día después...

Durante la clase de literatura y después de que Auri me obligara a terminar la actividad rápidamente para obtener el permiso de la profesora en turno, ambos nos escabullimos al salón de al lado en el que la maestra Helena (nuestra tutora), daba clases a los de primero.

—¡Buenos días! —saludé al abrir la puerta—. ¿Cómo está maestra!

—¿Qué hacen aquí? —preguntó poniéndose de pie del escritorio—. Que no tienen clases.

—Sí, pero nos escabullimos —respondió Auri.

Los chicos de primero nos miraban con atención como si fuésemos celebridades. Los menores siempre asombrándose con los mayores.

—¡Sigan con su trabajo! —ordené— ¡Nadie les habló!

Automáticamente todos regresaron a sus labores e ignoraron nuestra presencia. Me encantaba molestarlos de esa forma. Ilse y Violeta fueron las únicas que no continuaron trabajando, alcé mi mano y las saludé.

—Queríamos preguntarle sobre el baile de navidad —comenzó a decir Auri. Los de primero nuevamente nos comenzaron a mirar—. Altaír y yo tenemos algunas ideas y no nos pudimos esperar a que usted nos diera clase.

—¡Ay niños! —exclamó la profesora, divertida—. Como siempre ustedes son mis elegidos para poner armar la coreografía, que adelantados son. Pero eso mejor lo vemos con el resto de sus compañeros.

—Pero... —No pude terminar porque fui interrumpiendo por la maestra.

—Pero nada. Vayan a su salón que me están distrayendo a estos niños.

No metimos más presión y caminamos a la puerta. Al abrirla y salir choqué con algo, o más bien alguien.

Zahir.

—¡Cuidado! No es la primera vez que chocas conmigo.

—Perdón. No me fije.

—Descuida. —Llevó su mano a mi chino cabello y lo revolvió con ternura—. Me gusta chocar contigo.

Quedé completamente pasmado y perdido.

Mi amor color VerdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora