CHAPTER 1

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•| El Primus de la casa Aico y El tirano |•

(Los que no sepan cómo se pronuncia el nombre de Io (es Ayou))

Entre las sombras del templo se alzó una figura etérea, majestuosa y luminosa: JENOS, el ascendido señor de las estrellas, quien se presentó ante Izuku, dejando al joven desconcertado ante su presencia sobrenatural.

―¿Eres un Dios? ¿Qué significa ser el elegido por la Diosa Io? ¿Quién es Io? ¿Y quiénes son los Paladines? ―Izuku abrumó a Jenos con una ráfaga de preguntas, pero el ser celestial solo alzó su mano, indicándole que detuviera sus cuestionamientos.

―Para los humanos, puedo ser catalogado como un Dios. La Diosa de la luna, Io, ha vislumbrado algo en ti y te ha confiado esta misión. Los Paladines fueron los más grandes héroes de antaño, quienes sacrificaron sus vidas en la batalla para preservar la paz frente al abismo y la oscuridad ―Jenos flotaba alrededor de Izuku, quien se encontraba impresionado, pero también intrigado.

―Entonces, ¿debo seguirte? ―interrogó Izuku, sintiendo una mezcla de emoción y temor ante el destino que le aguardaba.

Sin esperar respuesta, Jenos ascendió por los pasillos internos del templo, y a su paso, las antorchas en las paredes se encendían con un fulgor azulado. La mirada de Izuku se posó en una serie de estatuas que retrataban a una mujer con rasgos zorrunos.

―¿Esa es Io? ―preguntó Izuku, y la simple aprobación de Jenos le bastó como respuesta.

Finalmente, el recorrido se detuvo frente a un imponente portón. Jenos alzó sus manos y entonó una plegaria dedicada a la Diosa.

―Io, Diosa que nos resguarda, ilumínanos con tu luz para mostrarnos el camino en la oscuridad ―recitó con solemnidad.

El reflejo de la luz lunar que penetraba a través de los tragaluces en el techo del templo comenzó a danzar y atraerse hacia un cristal incrustado en el portón, que empezó a resplandecer intensamente.

Un leve temblor se propagó por el templo, inquietando a Izuku, pero Jenos se mantuvo sereno, atento al acontecer. El portón, sin embargo, cedió ante la luz divina, revelando el camino que debían seguir.

Guiado por Jenos, Izuku traspasó el umbral y se encontró con una sala repleta de pedestales, cada uno albergando distintos objetos. A sus espaldas, majestuosos murales representaban a personas iluminadas por antorchas de variados tonos.

―¿Qué lugar es este, Jenos-sama? ―indagó Izuku, contemplando aquel santuario.

―Este lugar, joven elegido, es conocido como el Santuario de los Héroes, donde los grandes Paladines quedaron grabados para ser recordados eternamente ―explicó Jenos, dejando a Izuku estupefacto ante la magnitud de lo que presenciaba.

Un pedestal en particular llamó la atención de Izuku. Sobre él reposaba una espada de extraño diseño, custodiada por un libro. Detrás del pedestal, un mural retrataba a un tigre humanoide en una pose heroica, con una amplia sonrisa y una leyenda luminosa sobre su cabeza: "Tiberius, el maestro de las armas". A su lado, otro pedestal sostenía un rifle y una vieja capa de piel animal, con un mural de una mujer rubia que irradiaba la esencia de una antigua vikinga. La inscripción sobre su cabeza decía: "Tyra, la indomable".

Y así, sucesivamente, Izuku encontró más pedestales y murales, cada uno resaltando los nombres y títulos de los héroes legendarios. Aquel santuario era un testimonio de gloriosas hazañas pasadas, antes de que el heroísmo humano siquiera existiera.

Izuku hizo lo que le pidieron, aunque con cierta vacilación. Temblaba de emoción, pues lo que estaba viviendo parecía un sueño hecho realidad. Le ofrecían poder, el poder para convertirse en un héroe, y ese poder provenía de antiguos héroes.

Los nuevos paladins Donde viven las historias. Descúbrelo ahora