Los nuevos paladins

CHAPTER 2

•| No era un sueño |•

En la ciudad de Musutafu, Japón, un lugar donde los más grandes héroes han emergido y se han alzado como figuras destacadas a nivel mundial, nuestra atención se centra en un joven peliverde, desprovisto de habilidades especiales conocidas como "Quirks," que yacía dormido en su cama.

"¡Izuku, baja a desayunar o llegarás tarde a la escuela!" Una voz femenina llamó a Izuku, quien se quejó mientras despertaba lentamente de su prolongado sueño.

— Suspiro Solo era otro sueño — murmuró medio adormecido y amargado, sentándose en el borde de su cama —. ¿Cómo pude creer que algo así ocurriría? Yo, Midoriya Izuku, un elegido para ser un paladín. Sí, claro.

Pasó su mano por su desordenado cabello que le daba el aspecto de un brócoli, algo que le haría gracia si no fuera porque siempre era lo primero que decían al verlo. Abrió sus ojos para acostumbrarse a los rayos de luz que entraban por su ventana, razón por la cual prefería la noche al día.

Al hacerlo, pudo apreciar su habitación iluminada por la luz del sol, algo que algunos podrían considerar tétrico y otros exagerado, ya que aquel peliverde tenía muchos artículos de superhéroes, en particular del Símbolo de la Paz, el mayor héroe de su generación y uno de los mejores a nivel mundial: All Might.

— Un día menos para cumplir mi propósito, ser el mejor héroe de todos, ser un héroe como tú — dijo entusiasmado al contemplar un póster de su ídolo All Might que llevaba grabadas unas palabras que decían: "Tú también puedes ser un héroe." Se levantó de su cama.

— Izuku Midoriya — llamó nuevamente aquella voz femenina, pero esta vez utilizando su nombre completo, algo que le erizó la piel.

— Y-yo ya voy, mamá. Dame tiempo para cambiarme al uniforme — respondió el pecoso a su madre mientras se apresuraba a tomar todo lo necesario y se dirigía a su baño personal para ducharse.

— 10 minutos después —

Abajo, había una mujer de estatura baja y algo regordeta, con el mismo color de cabello que su hijo pero sin sus cuatro pecas en cada mejilla. Estaba preparándole el bento para llevar a la escuela, pero escuchó cómo alguien bajaba las escaleras apresuradamente. Se asomó para ver qué ocurría y se encontró con su hijo, quien se veía apresurado mientras se calzaba la última zapatilla, de un intenso color rojo.

— Es muy tarde, debo irme o llegaré tarde — dijo el pecoso mientras entraba a la cocina y tomaba al vuelo una tostada de la tostadora que su madre estaba usando.

— Izuku, pero tu desayuno — comentó su madre, señalando la mesa donde había huevos con tocino. Sin embargo, el peliverde simplemente pasó a su lado, tomando su bento.

— Con esto me basta, no hay tiempo — afirmó, dirigiéndose a la entrada. No obstante, se detuvo y se dio la vuelta, abrazando a su madre antes de partir —. Te quiero, mamá. Nos vemos más tarde.

Antes de que su madre pudiera responder, el chico cerró la puerta y se encaminó hacia su escuela.

— Este muchachito, falta casi una hora para que comiencen sus clases — musitó Inko, observando la puerta de salida de su hogar, y luego continuó con sus quehaceres diarios —.

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En las inmediaciones de la academia secundaria Aldera, faltaba aún una hora para que las clases comenzaran. No obstante, Izuku siempre partía con una hora de antelación, ya que en el camino siempre encontraba algo que lo cautivaba. ¿Y qué era aquello que lo mantenía absorto? Era el desfile de héroes que se desplegaba ante sus ojos, ya sea cruzando los tejados con agilidad, volando majestuosamente o balanceándose entre los edificios. Cada figura que divisaba, la examinaba con entusiasmo, esperando encontrar a algún héroe nuevo entre ellos, pero hasta el momento, todos le resultaban conocidos. Sin embargo, sostenía en sus manos una libreta con la inscripción "Biografía de cómo ser un héroe #13", mientras un lápiz danzaba con destreza por las hojas del cuaderno, moviéndose con tal rapidez que parecía a punto de prender fuego el papel por la fricción.