I

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Inocencia, el menor.

Por que para su familia el siempre sería el niño malo.

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Nunca recibió el amor de su familia. Desde que tenía uso de la razón su hermano lo odiaba, lo odiaba con toda su alma, siempre le decía lo malo que era, que su nacimiento fue el peor de los errores del mundo, pero aún así Haruchiyo quería pasar tiempo con el, crear el vínculo de hermanos que -aunque ellos no poseían- deseaba con fervor.

Deseaba que su hermano lo quisiera, pero no sería posible, cuando quiere estar con el solamente recibe un golpe del mayor para que se aleje, y el golpe es tan fuerte que es suficiente. Takeomi lo odiaba y Haruchiyo no sabía por que, solo sabía que no lo quería.

Sus padres... Tampoco fueron muy buenos. Las peleas constantes, los platos rotos, las miradas de odio, los golpes, el maltrato, ¿por que a él? ¿Por qué aquello le pasaba a él? ¿Qué culpa tenía?

No le gustaba lo que le hacían, pero prefería callar todo, pensaba que si no decía nada podría algún día tener a su familia pendiente a él, a tener a su hermano mayor ayudándole, sus padres amándolo, pero nada, nada.

Sus padres peleaban, su hermano lo culpaba por ello, el lloraba, todo era igual, no había noche en la que su padre no llegará borracho con olor a perfume barato y marcas de labial en su ropa, su madre fumaba fingiendo no importarle, pero rato después estallaba y empezaba a lanzar cosas hacia su padre, que al estar borracho no podía esquivar nada correctamente.

Cuando la conciencia llegaba -rara vez- a la mente de su padre, ambos adultos comenzaban a pelear; gritarse sin parar; y cuando el enojo bajaba; su madre se iba de casa y su padre terminaba inconsciente en algún lugar de la sala.

Aún que nadie en aquella casa lo quisiera, el no sería igual. Con inexperiencia y temor limpio y curo todas, y cada una de las heridas de su padre luego de una de las clásicas peleas, su padre siempre estaba inconsciente cuando lo hacía, así que con el tiempo perdió el temor a que este se despertara y lo golpeara hasta el cansancio, cada noche en aquella casa era igual, para todos.

Rutina, rutina, rutina. Todo era una rutina, para todos. El hermano ignoraba, la madre golpeaba, en las noches peleaban, el padre dormía y el menor curaba. Rutina, rutina, rutina. Los amigos iban a estudiar, y cuidaban al menor de ellos con todo lo que podían, aún que casi nunca podían protegerlo como debían, el menor agradecía. Rutina, rutina, rutina. Todo siempre la misma rutina, lágrimas de dolor e impotencia, familia mala, nunca cambió la rutina.

O eso hasta que ella llegó, y todo cambió, pero para peor. Ella llegó y el quiso, quiso tener lo que ella tenía, la atención de sus padres, el cariño de su hermano, ser querido, pero jamás sería posible, en cualquier multiverso posible ser querido por su familia no sería una posiblidad.

Cuando su hermana menor nació, sus padres pararon con las dichosas peleas nocturnas, dejaron de pelear por engaños y llegadas tardes a casa, el dejo de curar a su inconsciente padre en las madrugadas. Su hermano se mostró cariñoso, tanto que el intento recordar alguna vez en que ese cariño estuviese dirigido a él. Nunca pudo recordar algo así; porque nunca existió recuerdo alguno.

Senju, la que el vio como un pequeño y frágil angel, la que creía sería la primera persona en esa familia que lo quisiera aún que sea un poco, esa niña no era buena. Senju era traviesa, bromas por aquí y por allá, Senju también mentía, mentía mucho.

Cuando el querido y hermoso jarrón que su tía regalo a su madre en la época de navidad pasada se rompió, Haruchiyo fue el culpable, cuando los treinta dólares desaparecieron de la cartera de su padre, Haruchiyo fue el culpable, cuando la tarea de matemáticas de Takeomi estuvo completamente destruida por el agua, Haruchiyo también fue el culpable. Haruchiyo siempre sería el culpable, nunca Senju.

Cinco yo [Haruchiyo Akashi/Sanzu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora