•. ✶Hanabi✶.•

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El cielo se mira lóbrego

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El cielo se mira lóbrego.

En la noche la oscuridad es la regente permanente; ni el brillo de la luna o el ligero tintineo de las estrellas son capaces de atenuar la negrura.

Los fuegos artificiales, sin embargo, sí que lo consiguen. Ascienden a las alturas como torpedos y, al estallar, cubren un manto cárdeno de chispas ardientes de color.

En la finca Mariposa escuchó alguna vez a Kiyo decir algo que en su tiempo Shinobu consideró una tontería: "Aoi-chan, ¿sabías que, si miras los fuegos artificiales en compañía de la persona que más amas, el cielo te concederá el deseo de permanecer a su lado para siempre?"

Aoi puso los ojos en blanco y Shibonu rió en silencio, escondida tras la puerta que daba a la cocina. No fue una risa fingida, no como esas que emite para enmascarar su verdadera y colérica personalidad: fue una risa irónica y genuina. ¡Vaya, que gran estupidez!

Hoy, sin embargo, no quería que lo fuera. No con Giyū Tomioka presente mientras las chispas ardientes de pólvora estallaban y se desvanecían en el firmamento.


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"𝔼𝕝 𝕒𝕞𝕠𝕣 𝕙𝕒𝕔𝕖 𝕢𝕦𝕖 𝕙𝕒𝕤𝕥𝕒 𝕝𝕒𝕤 𝕔𝕚𝕔𝕒𝕥𝕣𝕚𝕔𝕖𝕤 𝕕𝕖 𝕧𝕚𝕣𝕦𝕖𝕝𝕒 𝕟𝕠 𝕤𝕖𝕒𝕟 𝕞á𝕤 𝕢𝕦𝕖 𝕙𝕠𝕪𝕦𝕖𝕝𝕠𝕤 𝕖𝕟 𝕝𝕒𝕤 𝕞𝕖𝕛𝕚𝕝𝕝𝕒𝕤"

—ℙ𝕣𝕠𝕓𝕖𝕣𝕧𝕚𝕠 𝕛𝕒𝕡𝕠𝕟é𝕤

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No había pisado un festival desde los 4 años de edad. Le pareció interesante hacerlo ahora, a sus 21.

Desde la lejanía y escondida entre los árboles, observó con curiosidad las lámparas resplandecer sobre pasillos repletos de diferentes puestos de comida y actividades. Oía música, bullicio y risas: una animada y bella noche más en el mundo sin demonios al acecho.

Respiró hondo para agarrar coraje y emprender su caminata por el lugar. Se arrepintió al instante en que una fuerte punzada de dolor le arremetió en el pecho, dejándola sin aliento.

"Pulmones débiles".

Chasqueó la lengua, como si olvidar su delicada condición física se equipara a olvidar el bolso en casa.

Un poco de nieve llegó a cosquillear sus pies cuando emprendió camino hacia el lugar con aires curiosos e inocentes.

Reparó en la miradas a su espalda sin tener que voltear la cabeza. Tantos años de entrenamiento agudizaron y pulieron unos reflejos sobrehumanos. Ignoró la repentina atención y continuó su caminar. No los culpaba... El ambiente estaba helado y ella sólo vestía un kimono de flores púrpura y una bufanda del mismo color. Nada que ver con los largos y afelpados abrigos que portaba la mayoría de la gente allí reunida.

𝗛𝗮𝗻𝗮𝗯𝗶 ✺ Shinobu x Tomioka ONE SHOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora