Capítulo 3: El globo.

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Al caer la noche, la fiesta en el NE había llegado a su fin. Luego de haber bailado y celebrado junto a sus compañeros, amigos e incluso la Jefa de Ministros, los chicos estaban sentados cómodamente en la cantina, disfrutando del variado catering que les ofrecían.


—Es como les digo —Esperanza decía mientras pinchaba su ensalada waldorf—, en este invierno vuelve la moda retro. Todo muy como en el comienzo de los dos mil: animal print, tapados de piel tipo cavernícola...

—Tipo los salvajes —la interrumpió Ramiro, que se había unido al grupo para comer.

—¿Los viste alguna vez? —preguntó Esperanza intrigada, mientras el resto de los chicos mantienen su mirada fija en Ramiro. Juan, que estaba acostumbrado a tratar con salvajes, aprovechó a robarle un pedazo de mango al plato de Estefanía mientras esta no miraba.

—Si... bueno, participé en un operativo en noviembre... pero lograron escaparse.

—No te mordieron... ¿no? —León, que estaba sentado a la izquierda de Ramiro, movió suavemente su silla para acercarse a Juan y alejarse de Ramiro—. Digo, porque dicen que tienen rabia y esas cosas.

—¿Es cierto que viven en chozas? ¿Y qué no se bañan? —Thiago, que estaba en frente a Ramiro, lo miró con intriga, motivado por el giro que estaba tomando la conversación—. ¿Que ellos comen de la basura?

—Sí... pero es mucho peor que eso. Dicen que llevan tanto tiempo ahí afuera que muchos ya perdieron todo tipo de contacto con la civilización, que incluso crearon sus propios idiomas ya que olvidaron cómo hablar español. Los grupos tienen un líder que asesina a sus propios compañeros si estos no hacen lo que dicen... viven en edificios demolidos, sin luz ni agua. Y si entras al bosque, te tiran dardos envenenados.


Los chicos comenzaron a murmurar rápidamente, comentando lo que Ramiro dijo y haciéndole preguntas.


—¿Dardos envenenados? Chicos que vintage, ¿no? —Esperanza se rió mientras tomó de su jugo—. ¿En dónde estamos? ¿en el siglo cinco?

—No sé si dardos envenenados es la primera opción que los salvajes tienen —habló Juan por primera vez. Los salvajes eran su área de experiencia; había visto el daño que habían causado fuera de las urbes. En el norte, de donde él venía,  recién estaban construyendo urbes por lo que las personas tenían que vivir en comunidades cerradas; habían muros que protegían a los ciudadanos, pero eran más fáciles de penetrar. Los últimos tres años que había pasado en el norte, había estado presente decenas de veces frente a familias rotas mientras su superior informaba que salvajes habían asesinado a sus seres queridos. Decenas de niños asesinados por salvajes. Decenas de mujeres y hombres inocentes asesinados. Solo por vivir dentro del muro—. Pero el hecho de que no tengan acceso a armas no significa que no sean peligrosos. No tienen ningún escrúpulo para matar a alguien; no les importa quienes somos, ni si tenemos a alguien que depende de nosotros. Son como animales.

—Bueno, con más razón todavía —dijo León—. Nosotros no tenemos ni una llave en la puerta. Entra un salvaje acá, nos tira un dardo envenenado y marchamos.

—Ustedes no tienen nada que preocuparse por los salvajes —la Jefa de Ministros, que había entrado unos minutos antes a la cantina y estaba escuchando a los chicos, se acercó a la mesa. Ramiro rápidamente se levantó y le cedió su silla—, nosotros los protegemos. A los salvajes los tenemos controlados, ¿o no, Juan? —Juan asintió, dándole la razón—. Ahora, ¿qué pasa acá? Porque si mal no recuerdo en el NE de noche se hace música, se canta...


En seguida, los chicos se fueron al living de la casa junto a la Jefa de Ministros, y con otros jóvenes que estaban ahí comenzaron a buscar instrumentos para tocar y cantar. En poco tiempo, todos estaban riendo y cantando los coros de las canciones, mientras aplaudían a los que decidían participar. Juan se había animado a cantar (I Can't Get No) Satisfaction de los Rolling Stone; Thiago, Esperanza y Ramiro se habían unido para cantar Love me do de los Beatles, acusando que era la mejor banda y causando una discusión entre los presentes, que hasta la Jefa de Ministros se había unido, apoyando -para sorpresa de todos- a los Stone.

Defensa Alekhine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora