-01 El pueblo no calla-

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Para muchos la historia contiene un sin fin de datos de grandes batallas, descubrimientos, inventos, hermosas creaciones plasmadas en inmensos muros o el contar la vida de una persona que fue importante para nuestro mundo. Bueno, está es una de ellas.  Donde la  sangre, el poder, las promesas y claro, el amor de dos corazones tienen un gran impacto no solo entre ambos, sino, de todo un país.

México es el lugar que hasta la fecha,  la ambición del poder y del dinero es lo principal para ser "feliz", pero el pueblo jamas volvería a quedarse callado para que los movieran cómo unas simples fichas de ajedrez en esta nueva aventura. Los gritos y las batallas nunca han bajado desde tiempos inmemorables hasta cuándo la máquina de vapor diera inicio a su largo viaje por todo el país.

Pero, hoy nos iremos a el año de 1897 en el pueblo de Anenecuilco en el Estado de Morelos. Donde la noche ya había hecho de las suyas, haciendo que sus pobres y pequeñas calles estuvieran en silencio dejando solo el sonido de los grillos cómo el único presente. Sin embargo, un par de militares hacían su rondín por la plaza principal, aunque era algo pequeña, su trabajo debía ser cumplido al pie de la letra. Aún se podían ver algunos volantes pegados en las pobres paredes de la iglesia donde hablaban de las "gratas" promesas que haría en el pueblo el gran presidente Porfirio Díaz, pero que a poco a poco los campesinos estaban perdiendo las esperanzas de que aquellos apoyos llegarían. Ambos militares rieron al leer  aquél panfleto, pues sabían que mientras a ellos no les perjudicara, hiciera lo que quisiera el señor presidente.

 De pronto, cuándo estaban dispuestos a seguir su vigilancia a otra calle, un joven campesino gritaba por ayuda. Se le podía ver desesperado, pues no había nadie cercano que le pudiera dar respuesta a lo que estaba buscando. Cuándo vio a ambos oficiales no tardo en ir corriendo hasta ellos, los hombres estaban dispuestos a sacar el arma, pues pensaban que tal vez solo era una fachada para asaltarles pero, ya estando a unos centímetros el campesino cayó.

-¡Por favor, ayúdenme a buscar a alguien de medicina! ¡Mi mujer esta dando a luz! ¡Tampoco está la partera en el pueblo! ¡Necesito a un doctorcito!

-Lo lamento, nosotros no podemos hacer nada. El médico del pueblo tampoco se encuentra.- dijo uno de los militares.

-Aunque dudo, que lo puedas pagar.- burló el otro quién no tardó en recibir un golpe por parte del compañero.

-¡Por favor, mi mujer esta muy débil! ¡No me importa si lo pago con mi sudor! ¡pero no quiero que se me muera!

-Lo siento. Pero nosotros no podemos hacer nada. Tenemos que seguir con nuestro trabajo.- el campesino quién aún yacía en el suelo, se desplomó en llanto. Ambos soldados solo se miraron entre si y continuaron con su camino. Aunque uno de ellos estaba dispuesto a ayudarle , el otro no le interesaba ni siquiera lo que le pasará a aquél hombre. El campesino siguió llorando con impotencia, pues la imagen de su mujer sin vida le hacía sentirse derrumbado, no quería que su amor se fuera a las puertas de San Pedro; pero, no estaba sólo en ese momento. Un joven de al menos unos quince años lo observaba desde las sombras de una pequeña casita que estaba al final de la calle, el campesino levantó su mirada llena de tristeza y se dió cuenta de su presencia.

-¿Su mujer esta dando a luz?- habló aquél muchacho de piel canela.

-S-si...pero...mi mujer.

-No se vaya a mover de aquí. Iré por mi madrecita. Ella le puede ayudar. ¡No se me mueva!-  comenzó a correr en dirección contraria de la calle, el campesino se levantó del suelo para ver si aquél muchacho en verdad le ayudaría. Sus ojos se abrieron de sorpresa cuándo el chico volvió de nuevo trayendo a una mujer no tan mayor. Ambos se acercaron a él para socorrerle, el hombre no dudó en aceptar y de inmediato partieron hacia su mujer.

Corazón Libre (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora