- 03 Notas vacías-

147 25 20
                                    

 Las calles estaban de vueltas en soledad, el sonido de los grillos eran los únicos presentes en todo el ambiente del pueblo. La luz de las antorchas de los soldados de Zapata andaban de aquí y allá dando señal de su vigilancia ante cualquier enemigo. Sin embargo, las espuelas golpeantes en la tierra del piel canela ahijado del jefe, parecían llevando sus pesares con lentitud. Miguel no estaba del todo claro con lo que iba a hablar con aquella jovencita; ya había pasado un tiempo cuándo tuvo sus deberes con ella, estaba por seguro que dudaría de que fuera de él. Pero, la duda y desconfianza lo hacía ir hasta su casa para aclararlo, ya tenía algunas ideas para ayudarla  pues de algo tenía de que no era un cobarde para dejar desamparada una cría inocente. Un niño que no tiene la culpa de nada.

- Parece que ya se fueron a dormir...pues ahorita se me levanta.-el joven se agachó para tomar unas cuantas pequeñas rocas para ayudarle a llamarle.- Chelita... ¡Chelita!...psst...

De pronto, la ventana que yacía en el segundo piso de aquella casa se abrió lentamente mostrando a una joven de piel canela, cabellos largos tejidos por una trenza que colgaba desde su hombro. La mirada de la joven parecía atónita al ver al hijo de la Muerte fuera de su hogar, hizo una pequeña señal para que se quedara allí. De nuevo la ventana se cerro y Miguel solo dejó salir un gran suspiro.  No paso unos cuántos minutos cuándo la joven en bata blanca y cubierta con una chalina colorida se dejó ir hacía donde estaba el moreno dejándola  una bofetada con fuerza en una de sus mejillas.

 -¡Hasta que te dignas a aparecer cabrón!- exclamó con molestia y en voz baja.

-¡Cálmate, mujer! Tu sabes el porque no estaba aquí...

-Si bien sé, pero no quisiste verme desde hace tiempo. ¡Te envié un sin fin de notas y cartas! ¡Ninguna me contestaste!

-Y cálmate, si no tu madrecita va a salir a darnos de madres.

-Me encantaría que lo hiciera y te diera unos buenos jalones de orejas.

-Ya estuvo bueno, desde que llegué me tienen con regaños...pero no vine nomas de oquis. Vine por que mi padrino ya me dio la noticia del chamaco.- La morena miró a su alrededor y levantó un poco su chalina dejando ver un abultado vientre. Sino fuera por sus ropas no se notaría tan fácilmente.

-Ya no tardó en ponerme en labor...le he ocultado a mi madre de que solo es una simple dolor de panza. El padrecito hasta me ha hecho el favor de ser mi cómplice, tuve que ir directamente con tu padrino para que te dijera al menos, pero me dijo que no estabas. Aunque si medio pensé que te habías encontrado no sé, otra mujer o una adelita allá en la capital.

-Ay , Chelita...- suspiró- Tú bien sabes que no soy de estarme quieto y mucho menos en esta guerra, mujer.

-Y eso qué. Pa'mí que andas siguiendo los pasos de tu tío Pancho.

- ¿Segura que es mío?- la joven lo miró con molestia y no dudo en darle un golpe en su brazo.

- ¿Me crees capaz que me voy a ir metiendo con cualquiera? ¡Claro que es tuyo! 

-Shhh, baja la voz Chelita.

-No me voy a callar, así nada más.- ambos jóvenes se quedaron en un leve silencio, Miguel no sabía que decir, todo lo tenía planeado para lo que iba seguir. Miró de nuevo a la joven quién ya estaba acariciando su vientre con mucho cariño. Tal vez tenía razón su padrino, estaba siendo algo irracional, recordó lo que le había contado cuándo el estaba pequeño quién no dudo en darle hogar y ser cómo un padre para él. Aunque la juventud estuviera a la vuelta de la esquina, dentro de él le decía que no quería dejarle solo.

-Chelita...¿Cuánto te falta para aliviarte?

-Tal vez un par de semanas...

-No prometo nada. Pero, me haré cargo del chamaquito pues...- la joven estaba a punto de abrazarle cuándo este le detuvo.- Con una condición.

Corazón Libre (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora