La Academia San Aegolius para Lechuzas Huérfanas
Las lechuzas empezaron a girar en espirales bruscas mientras descendían. Soren parpadeó y miró hacia abajo. No se veía un árbol, ni un arroyo, ni un prado. En su lugar, el suelo aparecía erizado de inmensas agujas de roca, y a través de ellas se abrían profundos barrancos pedregados y desfiladeros dentados. Aquello no podía ser Tyto. Eso era lo único que se le ocurría a Soren.
Fueron bajando en círculos cada vez más cerrados hasta que se posaron en el fondo repleto de piedras de un desfiladero profundo y estrecho. Y aunque Soren podía ver el cielo desde el que acababan de descender, éste le parecía más lejano que nunca. Arriba se oía el ulular del viento, lejano pero estridente mientras silbaba a través de los confines más altos de aquel agreste mundo de piedra. Entonces, penetrando el aullido del viento, se oyó una voz todavía más fuerte y aguda.
—Bienvenidos, polluelos. Bienvenidos a San Aegolius. Éste es vuestro nuevo hogar. Aquí encontraréis la Verdad y la Utilidad. Cuando se encuentra la Verdad, se pone de manifiesto la Utilidad.
Era un gigantesco y desgarbado búho común; fijó en ellos su mirada amarilla. Los penachos que tenía sobre los ojos se levantaron. Las plumas internas de su ala izquierda se habían separado, dejando visible un feo pedazo de piel con una cicatriz blanca y dentada. Estaba posado sobre un saliente rocoso del barranco de granito al que los habían llevado.
—Yo soy Skench, Ablah General de San Aegolius. Mi misión consiste en enseñaros la Verdad. Aquí rechazamos las preguntas, porque entendemos que a menudo desvían la atención que ha de prestarse a la Verdad.
A Soren esto le resultaba muy difícil de entender. Él siempre había hecho preguntas, desde el momento en que había salido del huevo.
Skench, el Ablah General, proseguía con su discurso:
—Ahora sois huérfanos.
Estas palabras escandalizaron a Soren. ¡Él no era huérfano! Tenía una mamá y un papá, quizá no allí, pero sí en algún lugar. Un huérfano era alguien cuyos padres estaban muertos. ¿Cómo se atrevía ese tal Skench, el Ablah bla bla bla, o comoquiera que se hiciera llamar, a decir que era huérfano?
—Os hemos rescatado. Es aquí, en San Aegolius, donde encontraréis todo lo que necesitáis para llegar a ser servidores humildes y honestos de un dios superior.
Era lo más increíble que Soren había oído en su vida. No lo habían rescatado, sino raptado. Si lo hubieran rescatado, aquellas lechuzas extrañas habrían alzado el vuelo y lo habrían depositado en el nido de su familia. ¿Y qué era exactamente un dios superior?
—Existen muchas maneras de servir al dios superior, y es nuestra misión averiguar la que más os conviene y descubrir cuáles son vuestros talentos especiales. —Skench entornó los ojos hasta que se convirtieron en dos hendiduras relucientes de color ámbar en su cara cubierta de plumas—. Estoy seguro de que todos y cada uno de vosotros posee algo especial.
En ese preciso instante se oyó un coro de gritos, y muchas voces de lechuzas, búhos y mochuelos entonaron un cántico.
Para dar con la propia especialidad, hay que vivir con gran humildad. Para servir de esta manera, jamás preguntas, sólo obediencia.
San Aegolius te bendice con su caridad.
Una vez concluido el breve canto, Skench, el Ablah General, bajó planeando de su percha de piedra. Los miró a todos con sus ojos relucientes.
—Emprendéis una aventura emocionante, pequeños huérfanos. En cuanto me despida de vosotros, os conducirán a uno de nuestros cuatro glaucídiums, donde ocurrirán dos cosas. En primer lugar, os asignarán un número de identificación. Y, en segundo lugar, recibiréis también vuestra primera lección sobre el modo apropiado de dormir y os iniciaréis en el desfile del sueño. Ésos son los primeros pasos hacia la ceremonia de Especialidad.
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La captura
AventuraSoren nace en el bosque de Tyto, un reino tranquilo en el que habitan las lechuzas comunes. Pero el mal está al acecho en el mundo de las lechuzas, un mal que amenaza con hacer pedazos la paz de los Tytos y cambiar el curso de la vida de Soren para...