Capitulo 5

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El tiempo pasó. Las cosas sucedieron.

Freya no estaba segura de cuál fue el momento en que las cosas cambiaron para ella. Dudaba de poder precisar qué la llevó a tomar una decisión que cambiara su vida.

O, bueno, eso no es exactamente cierto.

Ella sabía la razón, lo sabía. Sabía por qué estaba haciendo esto, lo sabía. Lo que quiere decir es que era difícil saber cuándo llegó al punto de no retorno.

Todo este tiempo, todo este viaje, todo conducía al mismo punto. Era ineludible, este final, no había otro camino ante ella. Como si la dejaran a la deriva en algún río, yendo sin parar en la dirección de la corriente. A veces se agitaba, ciertamente. Había rápidos y árboles colgantes bajos y la vida silvestre era simplemente horrible. El tiempo de viaje no fue perfecto, ni mucho menos. Freya se enfadó. Mucho. Enfadada consigo misma, con Aiz, con Bell, con el mundo por crearla con ese anhelo de su otra mitad y, sin embargo, mantenerla siempre fuera de su alcance.

La Freya original, la que tenía todo el prestigio y todo el poder y toda la devoción de su familia, había pasado por siglos de dolor y angustia como esta Freya, la Freya actual, no podía ni siquiera imaginar. Ella nunca podría hablar de lo que era intentar e intentar e intentar, una y otra vez, y siempre fallar el objetivo. Siempre. Ella no podía saber lo que era buscar el amor de una población que sólo la buscaba por su cuerpo.

La Freya original, no tuvo suerte. Se había adelantado mil años. Había estado buscando durante un milenio y sólo encontró a su predestinado al final.

Pero esta Freya -la que despertó en un sucio callejón a la sombra de la torre más alta que jamás había visto, la que recordaba un sucio pueblo de casas de adobe y luchas que una vez estuvo donde este monolito de aventureros y riqueza- esa Freya, llegó justo a tiempo. Porque, sí, la navegación no siempre fue tranquila, y a menudo rezaba por un chaleco salvavidas (o simplemente por alguna forma de seguridad que le asegurara que no se ahogaría), nunca había habido una duda en su mente de que éste era el río que quería seguir. Nunca deseó un mapa o una alternativa. Nunca hubo arrepentimientos.

La vieja Freya, a la que todavía se refiere como la "traviesa", no tenía esas garantías. Navegó por innumerables ríos, cartografió todas las vías fluviales que merecían ser atravesadas y nunca encontró la que buscaba. Pero esta Freya sí lo hizo.

(Su teoría de antes, ya sabes, ¿la de la metamorfosis divina y todo eso? Había sido correcta. Ella tenía razón. Ambas Freya, la traviesa y la amnésica, eran una en la misma. Eran dos partes de la misma persona. Eran dos posibilidades. Una mostraba lo que podía ser -lo que era- si se la dejaba sufrir en silencio. Era codiciosa, posesiva y, en general, no era una gata tranquila. Podría llegar a ser así, amargada, pero no quería. No quería. Mil años de dolor era mucho, pero se le dio una segunda oportunidad al olvidar. Probablemente no la merecía, no con las cosas que había hecho, pero la tenía).

Ella estaba en este río y no había chalecos salvavidas. No había garantía de que pudiera salir de una pieza, de que no cayera bajo el agua, aplastada bajo las cascadas y los rápidos.

La vieja Freya, recorrió río tras río, hasta el punto de creerse dueña de ellos, sin saber que había sido arrastrada bajo sus aguas hace tanto tiempo.

¿Quién puede decir que no iba a suceder de nuevo? ¿Quién puede decir que no fallaría una vez más? Ya lo había hecho tantas veces que los resultados hablaban por sí mismos.

Pero era un riesgo que estaba dispuesta a correr. Era un riesgo que quería correr.

Así que desafió las aguas.

Clairvoyance (Traduccion al Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora