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Iván siempre le ha tenido miedo a la muerte y mucho más de seres queridos.

Cuando despertó a la madrugada con una llamada de su madre llorando diciéndole que a su abuela le dió un infarto y estaba internada en el hospital de suma gravedad, lo primero que sintió fue miedo.

Miedo a perderla.

Un sentimiento de impotencia y frustración recorrió su cuerpo como si se electrocutara, ni siquiera podía ir a verla al hospital porque está a kilómetros de distancia en otra provincia, por este tipo de cosas lamentaba haberse mudado tan lejos de su casa.

Después de hablar con su madre y cortar la llamada su mente se volvió errática, no pudo llevar a cabo ninguna acción concreta, de su boca solo salieron balbuceos incoherentes por un rato, como si una parte fundamental de su cerebro hubiera dejado de funcionar de un momento a otro.

Sentado en su cama en medio de la oscuridad de la noche, de la nada comenzó a llorar como si nunca en su vida lo hubiera hecho.

No era un llanto cualquiera, había algo atorado en su pecho que se negaba a salir, sentía una presión extraña en las costillas y se abrazó a si mismo buscando algún tipo de consuelo.

De pronto un pensamiento cruzó veloz por su mente: no recordaba la última vez que había llorado.

No supo cuánto tiempo estuvo en la misma posición sin moverse, hasta que finalmente el dolor en su pecho bajó y pudo respirar normalmente, se sentía extraño, demasiado ligero y por un rato olvidó porqué estaba llorando en primer lugar.

Se acostó en su cama y cerró los ojos, cayendo en un sueño profundo.

Volvió a despertarse con su alarma de todos los días, se sentía tan agotado como si hubiera corrido una maratón y no hubiera dormido ni un segundo, sopesó la idea de pedir día libre pero pensó que podría distraerse fuera de su casa y además hablaría con sus compañeros, así que decidió ir de todas maneras.

Tomó el lápiz y su libreta de la mesita y escribió en un arranque de inspiración.

5 de agosto, 5:49 a.m

Primera vez que escribo tan temprano, o tan tarde, no sabría decir.

Odio la sensación del miedo, como se erizan los vellos de mis brazos, como me cuesta respirar, como duele mi pecho, como se me nubla la mente y como siento que estoy en un agujero sin salida.

A veces creo que exagero, que el miedo irracional a algo en específico es obra de mi mente ridícula como un mecanismo raro de defensa contra algo que no puedo definir.

Busqué en Google los todos los síntomas que tengo porque a veces flasheo que me estoy muriendo y no me entero, y la mayoría apuntaban a que tuve un ataque de pánico.

nota: contarle a Rocío.

Me encantaría volver a dormir pero no creo poder, mejor me voy a trabajar.

...

Después de escribir abandonó sin ganas su cómoda cama para ducharse y vestirse, por la calidez del agua casi se duerme en la ducha y solo despertó por el ardor del shampoo en sus ojos.

Para desayunar puso el único pan que quedaba en la tostadora y lo dejó ahí mientras se vestía, lamentablemente estuvo 20 minutos decidiendo qué ponerse y la tostada más que quemarse se incinero, cuando bajó ya no era un pan eran cenizas.

No tuvo ni las fuerzas ni ganas de enojarse así que tiró las cenizas a la basura, apagó todo, se fijó en que estaba todo cerrado y salió camino al trabajo a pesar de lo temprano que era.

Atte. Iván ─ rodrivan (c.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora