V. LA HABITACIÓN 8563

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El cielo se tornó gris y el sonido de los árboles se escuchan por la calle mientras que Thais camina por la banqueta hacia el hospital. Era una de esas mañanas que aparentan pertenecer al ocaso, había pocos carros en la calle y las personas cargaban abrigos pesados y pedían su atole en los puestos de las esquinas.

En su mente no había otra cosa más que las palabras de su padre repitiéndose. Le hacían sentir un golpe en el corazón y un malestar en el estómago. Las cosas parecen ir de pésimo a muy mierda en tampoco tiempo. Thais quisiera que todos sus problemas desvanecieran al instante como si se tratase de un mal sueño. Ni siquiera Eulogio supo que decir para ayudarlo, él sabe que el pasado de Thais es bastante turbio y que aborrece a toda su familia con excepción de su madre. Pero ni sus años de amistad pudieron iluminar a Eulogio con algo valioso que decir, simplemente se quedó junto a él y le aseguró que se verían hoy por la tarde noche. A Thais no le importa su silencio, solo le interesa que esté ahí, no importa si hace un comentario bobo al respecto.

Sus pensamientos divagan por todos lados mientras se acerca al hospital: desconoce si la salud de su mamá va mejor, no sabe si acabará perdiendo todos sus clientes, si tendrá que tomar la oferta de su papá, si su novia ya sospecha de su sexualidad y si el concurso para el Fashion Week México acabará eligiendo a todos como semifinalistas excepto a él.

El hospital se encuentra a una sola cuadra de su departamento. Thais había pensado varias veces en visitar a su mamá y toparse con otra mala noticia. Ella es la única que realmente lo apoya y le aconseja que siga su camino sin importar lo que digan los demás. No puede entender como ella no se divorció de su papá después de que se fue a vivir solo. Él nunca le permitió salir de la casa sin justificación y sin una hora estimada de llegada. El papá de Thais tiene toda la pinta de ser el típico macho mexicano, que en alguna ocasión supo amar sin prejuicios. Solo el tiempo decidirá si volverán a reunirse como la familia amorosa que alguna vez fueron.

Thais llega a la entrada del hospital y se acerca a la recepción. Una de las enfermeras lo ve y se le acerca al instante, como si fuera una celebridad.

—¿Sr. Gutiérrez? —pregunta la enfermera acelerando el paso.

—Fusoni —corrigió.

—¿Pero es el hijo de Esteban y Laura Gutiérrez, correcto?

—En teoría, ¿todo bien? ¿Cómo sabe quién soy? —preguntó Thais.

La enfermera lo ve confundida con una sonrisa a medias. —Su padre mandó fotografías de todos los miembros de su familia. Ordenándonos que los acompañemos a su habitación si las circunstancias lo permiten.

—¿Y, lo permiten? ¿Mi mamá está bien? —preguntó acelerando sus palabras.

—Mucho mejor. Todo indica que la siguiente quimioterapia será un éxito —le dijo la enfermera en un tono amigable— por favor, sígame.

Después de caminar por un pasillo largo y subir hasta el octavo piso por el elevador, Thais y la enfermera llegan al cuarto 8563. La enfermera toca discretamente y pide permiso para entrar.

—Adelante —se escucha una voz rasposa en la oscuridad.

La habitación huele a medicamentos, las persianas están a media luz y hay una radio tacando canciones en español de los noventas, las favoritas de su mamá. Las paredes tienen ese color blanco que enerva. Se siente como si la muerte besara cada parte de su cuerpo.

Su mamá está recostada con las sábanas de la cama llegándole hasta la cintura. Thais nota la cabeza calva y los ojos cansados de su madre, provocándole un pequeño nudo en su garganta. Trata de mantenerse fuerte y positivo desde que se enteró de su diagnóstico. Las quimioterapias fueron difíciles. Al principio Thais creyó que ella no duraría mucho tiempo.

—¿Cómo estás mi vida? ¿Aparte de guapo y bien bueno? —preguntó sonriendo y extendiendo sus brazos.

Thais le sonríe mientras nota que la enfermera asienta ligeramente la cabeza y sale del cuarto —Mucho mejor —le dijo al abrazarla.

La mamá de Thais le besa la frente y le sostiene la cara para verlo con detenimiento —Todo va muy bien. Dentro de poco podré saldré de aquí para amenazar a tu padre de irme a vivir a otro país si no deja de meterse en tu vida—.

Thais le sonríe y se sienta con mucho cuidado en el borde de la cama.

—¿Te volvió a visitar? — le preguntó su mamá.

Él asienta ligeramente y le toma la mano. —Sí, pero no vine a platicar de él. Quiero contarte todo lo demás. Pensar en Esteban me dan ganas de vomitar.

Su mamá le acaricia su brazo suavemente y suspira.

Thais se pone de pie y acerca uno de los sillones para poder verla de frente. Le platica todo lo del concurso, lo del Sr. Sánchez y que su novia no le ha escrito en casi dos semanas.

Su mamá se queda viendo la ventana unos segundos y después regresa a ver a Thais con los ojos llenos de vida y admiración —Me siento orgullosa de ti. Creo que nos parecemos mucho. Tarde o temprano vas a convertirte en lo que estás destinado a ser—.

Thais se queda pensando unos instantes y se muerde el labio. —¿Crees que soy como tú? No creo ser tan fuerte, siento que la vida me está matando.

Su mamá se apoya para levantarse un poco más y toma un pequeño libro de su buró. —Este es un pequeño recordatorio de la fuerza que recorre tus venas. Son algunas fotos de tus abuelos y tatarabuelos. Quiero que lo guardes tú.

—Pero, ¿no prefieres quedártelo?

—Mi familia siempre está conmigo a dónde quiera que vaya y también lo está contigo.

Thais toma el álbum de fotos y hojea muy lentamente. Su textura es muy suave y guarda un poco el perfume de su mamá, un sutil olor a miel con madera, que le hace bien a su corazón.

Una foto se cae al piso y Thais siente que el aliento se le va por un instante. Se percata que es una foto cuando él estaba en la secundaria. Era un día soleado antes de las vacaciones de verano, a su lado estaban sus mejores amigos en ese entonces y al fondo Fermín Goyrí con una expresión de desilusión.

—¡Ah! Discúlpame hijo, se me olvidó que esa foto estaba ahí. Dámela yo la guardo.

—No, no te preocupes. De hecho, te quería hacer una pregunta sobre eso. Ya que Esteban hizo mucho hincapié sobre el tema.

Su mamá baja su mirada e inhala profundamente.

Thais toma la foto y la contempla un poco más, tratando de bajar su ritmo cardiaco y tomando su tiempo para formular su pregunta —¿Tú crees que soy culpable de lo que le pasó a Fermín?

SolferinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora