VII. TU CORAZÓN LE PERTENECE A ALGUIÉN MÁS

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Thais carga su cabeza como si se le fuese a caer mientras el elevador se desplaza hacia la planta baja. Lleva tres años con su novia, Yuki; casi el mismo tiempo que lleva emprendiendo y viviendo fuera de su casa. Ella lo ha apoyado desde el inicio y siempre se hace presente cuando Thais la necesita. Hasta hace unas cuantas semanas.

Los recuerdos de la primera vez que la conoció pasan por su mente mientras observa los números del elevador disminuir poco a poco. Recuerda aquel día que la vio sentada en la banca de un parque leyendo un comic en inglés sobre unos vampiros acechando a una pobre niña en Japón. Thais no puede recordar el nombre del comic o de la autora, solo se acuerda que lo utilizó para hablar con ella.

Yuki pensó que Thais la iba a asaltar, gritó una docena de groserías en japones y brinco hasta pisar sobre la banca. Thais estuvo a punto de ser arrestado, pero le bastó preguntarle el nombre de la autora del comic para que ella bajara la guardia. Fue una de las conversaciones más incomodas para él. Se acuerda que su cuerpo reaccionó cómo si estuviera apunto de saltar de un avión. Ella lo miró como si fuese una serpiente venenosa, le gritó el nombre de la autora y le pidió que la dejara en paz.

Thais tuvo que visitar ese parque cómo cinco o seis veces para hablar con ella de nuevo. Aprendió que siempre estaba ahí a la misma hora todas las tardes excepto los fines de semana. Primero fueron miradas, después unos intentos fallidos para hacer conversación, hasta que la cuarta vez Yuki le dijo: «pinche mamón pendejo, mejor dime que me quieres invitar a salir para no pensar que me vas a secuestrar».

Thais sonríe mientras revive el recuerdo y a su vez siente una presión en el pecho. El elevador llega a la planta baja y sus puertas se abren al paso de un caracol herido.

Camina hacia la entrada con puertas de cristal y nota que Yuki lleva un impermeable pegado al cuerpo y un paraguas rosa de Hello Kitty. Parece un personaje de animé. Yuki es fanática de esas caricaturas y siempre tiene una sonrisa de oreja a oreja sin importar la gravedad de sus problemas. Es una persona que le ve el lado positivo a todo, haciendo que sus respuestas suenen incongruentes.

Thais espera que lo perdone por no haberla buscado durante dos semanas. En realidad, casi nunca se han peleado, solo durante una ocasión dónde se le olvidó pasar por ella. Aun así, Yuki lo perdono con la condición de llevarla a comer pizza.

Existen buenos recuerdos, pero Thais presiente que está es la última vez que se ven como novios.

La lluvia se intensifica. Thais abre la puerta dejando entrar una corriente de aire al lobby.

Yuki entra dando pasos pequeños, abrazándose a sí misma y aventando su paraguas al piso. Thais cierra la puerta y se le acerca para darle un beso y tomar su impermeable.

—¡No! No, no, no muchas gracias. Así me siento increíble —dijo Yuki sonriendo, apartándose de él.

Thais se queda parado con los labios redondos y los brazos extendidos. En automático siente como esa presión en su pecho se intensifica —¿Todo bien?

—Bien, bien, bien, ¿no sé? Misterio de la vida —dijo Yuki manteniendo su sonrisa y combatiendo una lagrima—.

Thais se le queda viendo unos segundos y la examina de pies a cabeza; nunca la había visto así. Apunto de llorar

—Perdóname, las cosas no van bien, ¿verdad?

—Estoy muy feliz, Thaito, precioso. Visualizo nuestra vida llena de paz y armonía ya que no tendremos que luchar uno contra el otro. Ahora nos podemos ver como dos luciérnagas volando en dirección opuesta —dijo Yuki sonriendo, soltando una lagrima y con dificultad para respirar.

Thais inhala y exhala varias veces, su mente está en blanco. Siente cómo si lo hubiesen golpeado con 200 toneladas de concreto. Si tan solo pudiese dar una explicación, una buena razón para justificar su desinterés.

—Sé que tu corazón le pertenece a alguien más —dijo Yuki sin contener sus lágrimas —y tu silencio me lo confirma, ¡qué alegría me da por ti Thaito! Tú y esa persona se merecen todas las constelaciones del universo. El amor es tan bonito, que cuando lo tienes lo disfrutas mucho, pero lo valoras más cuando se va.

Thais sigue mudo y estupefacto. Quisiera abalanzarse a los pies de su novia, pedirle perdón y rogarle que no le abandone, pero no hace ni dice nada. Todas las respuestas en su cabeza le suenan como excusas vacías y sin alma. Yuki ha dado todo por él, nunca se quejó ni pidió cosas a cambio. Siempre le ha demostrado cuanto lo ama con simple hecho de estar.

—Sobre pensar es para los pendejos, Thaito. No te preocupes, en serio. Yo estaré bien, recordando los más grandes momentos que vivimos juntos —dijo mientras recoge su paraguas del piso y se limpia sus lágrimas con su mano. —¿Sabes? Hay una canción muy bonita que dice que hay que sonreír, a pesar de que el corazón duela. Espero que tú también nunca dejes de brillar. Incluso en los momentos más oscuros. ¡Adiós Thaito!

Yuki sale por la puerta principal del edificio y camina rápidamente perdiéndose entre las gotas de lluvia y el abrazo del anochecer.

SolferinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora