Capítulo 4

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-¿Desde cuándo te sientes así?

Las paredes blancas se extendían sin límite a mi alrededor, ahogándome en su brillo sin fin. De alguna manera, el consultorio era más frío que en las afueras del pueblo, y eso era algo que admirar, o reprochar. El doctor Teseo me veía mientras vacilaba entre qué responder y qué no. Lo cierto es, que me he sentido así desde que llegue a este pueblo, pero eran incidentes sin importancia, a lo mucho 20 segundos de sufrimiento cada dos meses. Pero en los últimos meses, algo ha estado inundando mi mente con estos constreñimientos que me orillan a mis rodillas, a los respiros ahogados, y las mentes nubladas.

-Más o menos, 5 años, doctor.

-¿5 años? Miguel, ¿qué diablos, por qué no me lo habías comentado?

Me quedé en silencio, el doc me tenía que salvar. Como buen amigo, se lanzó a mi rescate apenas pudo, no sin aclararse la garganta

-Ya veo... Miguel... la fiebre, la pérdida de sensibilidad y de fuerza repentinas, la presión baja y los fuertes dolores de cabeza, son síntomas de algo que podría ser grave, y en el estado de las cosas, podría atreverme a decir que es terminal...

Maika y yo levantamos la mirada ante tal pausa y tal noticia. No... mi vida, no... no podía terminar así. Solo Arceus o lo que Sea sabrá lo que está sufriendo mi Maika. Carajo, debí checarme antes, debí pensar bien, soy un imbécil, Maika quedará sola, no tiene nada, volverá a las calles, soy un inútil-

-...si no fuera por la amnesia que venías cargando desde que llegaste al pueblo. Es cierto que te tratase un tiempo con antidepresivos, y nunca pudimos realmente trazar una línea clara sobre el porqué de tu condición...

El doc Teseo era todo un conocedor. Una vida como doctor en un pueblo semi tranquilo y aislado le había dado tiempo de especializarse en muchas áreas de medicina que tanto ocupaba nuestro pueblo Morissia. Una de estas fue la psicología y la psiquiatría, conveniente para mi y para muchos desamparados que sufrían de este tipo de atrocidades craneales.

Podía sentir las garritas de Maika treparse por mi brazo, y su pelaje pegarse a mi chaqueta empelusada. Me estaba doliendo, creo que si le paso la mano al doctor con lo que dijo... Sus ojos susurraban desesperación, perdiéndose en mi pecho. Y se cerraban para consolarse en silencio mientras se secaba lentamente en mi brazo. Tanta preocupación, no podía dejarla así, presto le puse mi brazo y la acerqué a mí. Se había puesto un perfume delicioso que traía recuerdos. Mientras mi nariz rosaba su frente y más allá, no pude sino recordar a lo que había venido. El doctor nos miraba entretenido, pero al notar mi mirada, también recordó el asunto más importante que esta escena de telenovela.

-Tengo sospechas de que estos episodios que has tenido podrían derivarse no de una enfermedad del cuerpo, sino de algo que podrías estar reprimiendo. Algo que quiere salir, pero en cada ocasión que lo logra, es demasiado para que lo puedas procesar. Si el shock viene por la naturaleza de estas memorias o la misma amnesia, no sabría decirte. Pero si de algo estoy seguro, es que debemos reanudar las sesiones. Esta podría ser la oportunidad para restaurar las memorias que perdiste.

Por un lado, tenía curiosidad por respecto a quién podría haber sido antes de mi vida en Morissia. Por otro, algo no me agradaba. El doctor había dicho algo que resonaba mucho con todo... Las visiones que avistaba... no eran agradables, era como si mi cuerpo se transportase a esas memorias, una especie de sueño lúcido. Veía todo, sentía todo, mi carne y mi mente ardían en un contra éxtasis de insufrible tortura. Pero era yo, no podía ser otra persona. Eran mis memorias, y no buscaban morir con facilidad.

-Por el momento, te daré ansiolíticos y anti inflamatorios, necesito que descanses, tal vez el esfuerzo repentino te afectó un poco.

-De acuerdo, muchas gracias por todo doctor

Fábulas de pasión y deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora