• depression.. and acceptance •

401 58 5
                                    

-

Audífonos de última generación, resonando en un celular de mil novecientos noventa, porque si, aún no lo supera.

Los vídeos siendo reproducidos uno tras otro apenas su corta o larga duración termina, resonando a su máximo volumen para no perderse ningún detalle de vídeos que ya había visto muchas veces, audios que conocía de memoria, imágenes que repetía a diario, diálogos que podía imitar a la perfección, pero no lo hacía, porque era increíblemente doloroso.

Necesitaba escuchar esos audios hasta cansarse [aunque realmente era incapaz de dejarlo] para asegurarse de que nunca grabó un sutil "te amo" o algo por el estilo, algún halago, o una insinuación que no escuchó, algo que llegó a evitar, alguna vez que hizo oídos sordos, nada, su búsqueda ya había durado cuatro años y contando, más quizás.

El recuerdo se quedaba allí, de formas inimaginables, pero ahí estaba, siendo un recuerdo constante de lo que paso, siendo víctima del martirio de emociones que se desencadenaban en su corazón repetidas veces sin un fin exacto o concreto más que el increíble dolor.

El peso en su consciencia ante los hechos leídos y entregados, las veces que lloró sobre su almohada mientras leía las cartas escritas con tanto amor t sentimiento, viendo los regalos de cumpleaños nunca entregados de aquella caja, porque iban más allá de la amistad, una barrera que el Sano mayor nunca rompió, la familia Sano nunca volvió a ser parte de él, ni de si mismos, esos ojos negros oscuros y vacíos nunca volvieron a verlo ni viceversa, jamás volvió a sonreír mientras le daba dulces a dos niños pequeños que le hacían halagos, creyendo genial su piercing bajó el labio inferior, jamás supo que sucedió con ellos, ni estuvo interesado, iba más allá.

Porque se fue, después volvió a esa ciudad, pero no fue lo mismo, escondido entre lo más recóndito evitando ir a aquella tumba, buscando refugió entre personas que le hacen sentir perdido, solo y desorientado, buscando siempre unos brazos que lo hagan sentir seguro como nunca volvió a sentirse una vez no estaba el para ser quien se encargará de cada parte de si, desde el amar hasta proteger, buscando unos labios que se vieran como los que recordaba, buscando una mirada de unos ojos que ya no existían, buscando en toda persona a quién ya no estaba.

Siendo la culpa quién se repetía en su mente cada vez que recordaba la misma escena, ese día que borraron de sus vidas para seguir como si nada, el dia que pudo cambiarlo todo y terminó en la nada, en la misma rutina, por ser un idiota incapaz de admitir o reflexionar, que solo terminó bloqueando y actuando como un adolescente, que aunque eso fuera, no quitaba el hecho del día que todo pudo ser diferente.

-

Lluvia.

La lluvia era bastante fuerte, pero eso no le detenía de caminar bajó el paraguas en dirección a la plaza donde se fundó black dragons, Shinichiro había organizado una reunión con todos sus miembros, a nadie le dijo el motivo, ni siquiera a el, quién era su mejor amigo.

Pero no importaba, una vez llegó al lugar encontró al pelinegro sentado, mojandose mientras jugaba con sus dedos, se acercó rápidamente viendo un paraguas roto, suponiendo que era de Shinichiro, confirmando aquello al ver unos golpes en su rostro, quizás lágrimas, no lo examinó a fondo.

-Shin-chan, toma mi mano, vamos a tu casa, voy a curar tus heridas, avisaré que la reunión se cancela.- Habló Wakasa cubriendo con uno de los chalecos que llevaba al pelinegro, para que no sintiera más frío, manteniendo todo el enojó que podía sentir por verlo herido en si mismo, no iba a explotar.

• Llamada de media noche • [ShinWaka] [One-Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora