La muñeca de vidrio

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Crónica narrada sobre los últimos momentos de la vida de "la guerrera de cristal" que se convirtió en actriz profesional y que ha conseguido de todo, pero le faltaba algo más antes de tomar una decisión. Esta historia está basada en testimonios verídicos y en fuentes policiales y judiciales, a pesar de ser ficticio.

Nota: Ese one-shot es sólo una recreación, no una parodia. Texto republicado.

Un día cualquiera de la década, la crema y nata de la modesta sociedad idol group se congregó en una iglesia católica de Tokio para celebrar el matrimonio de Claudine Saijo. Entre los asistentes, llamaba la atención una bellísima joven de delicadas facciones; su piel, bronceada naturalmente, brillaba con el elegante vestido de lentejuelas y las finas joyas que la adornaban. Cuando sintió las miradas posándose en ella, Karen Aijo esbozó una amplia sonrisa, conocía esa admiración desmedida: la había sentido desde que era una niñita.

–¡Es Aijo-sama! –gritó un entusiasmado fan wotagei.

En la recepción de la boda, un bullicioso grupo de aficionados corrió hacia Karen, una de las integrantes de uno de los grupos teatrales más exitosos de Japón y del mundo: el seishou "Revue Starlight". Los fanáticos reían con sus graciosas muecas y se tomaban fotos con su artista favorita.

Mientras los flashes -de las cámaras- destellaban sobre su rostro, los juguetones ojos cafés de Karen se posaron en su amiga de la infancia de la misma edad y de carácter seria, se acercó a Hikari Kagura, una de sus actrices miembro, de quien estaba perdidamente enamorada; su colega pelirroja paseó su mirada entre los presentes y se detuvo ante la novia afrancesada, no era para menos. El gran sueño de Karen era casarse -y tener bebés-; ella no concebía otra idea de la felicidad que la fantasía del vestido blanco, la luna de miel, el sexo convexo y formar una familia. Karen le comentó a su pareja que nada le gustaría más que su matrimonio fuera como el que estaban viendo.

–Ya te dije que no pienso casarme. –le aclaró la joven azabache. Estas palabras rompieron en mil pedazos las ilusiones de Karen.

–¡Eres una imbécil! - le gritó a Hikari. Se portaba como una niña caprichosa y malcriada recibiendo una cachetada. –¡Lárgate, no te quiero ver nunca más!

Las "enamoradas" se enfrascaron en una encendida discusión. Poco después, Hikari se retiró de la fiesta, visiblemente molesta y hastiada de ella.

A las 11 de la noche, marcó el inicio del trágico juego de la actriz. En su departamento de Minato, la joven recordó lo que acababa de hacer; después que Hikari se fuera de la recepción había ido a su casa para recoger un maletín, allí se enteró que su enamorada había salido a una fiesta en la playa de Yokohama, al suroeste de Tokio.

Profundamente herida, se propuso hacerle pagar su indiferencia. La oportunidad se presentó cuando encontró una pistola "Sig Sauer" de 9 mm dentro del automóvil de Hikari; con la que jugueteó largas horas antes de tomar una decisión. En el ínterin, llamó al teléfono celular de la joven, informándole que tenía el arma. Lejos de la capital, una nerviosa Hikari avisó a las amigas de Karen lo que sucedía; les pidió por favor, que recuperaran la pistola de inmediato. Temía lo peor. La protagonista había tomado unos sedantes y estaba profundamente dormida.

Sin embargo, unos incesantes ruidos en su habitación la despertaron. Mahiru Tsuyuzaki, Junna Hoshimi y Nana Daiba, sus compañeras del alma, buscaban con desesperación el arma por todos los rincones.

–No tengo ninguna pistola. –mintió ella muy irritada. –Y déjenme en paz, quiero estar sola.

Estas amigas no tuvieron más remedio que retirarse, pues conocían el carácter explosivo de su hija. En la centro del cuarto, un televisor LED de pantalla gigante emite un programa con el volumen silenciado; en la nevera, una botella de jugo de naranja-banana se enfría sola; sobre la mesita de noche, tres libros: la biografía de Jackeline Kennedy-Onassis; un guion completo de su última obra adaptada para televisión y la historia de una princesa "que lo tenía todo, pero no era feliz". Junto a los textos -habían- varias cajas de somníferos tipo Flunitrazepam, catalogada como droga ilegal por la fuerte dependencia que produce.

A las 2:15 de la mañana, Hikari recibe un fatal mensaje que no escucha en ese momento. Karen, con voz entrecortada pero amenazante, dice:

–"Lo único que querías era tu pistola, ¿no? No te preocupes, Hikari-chan, cuando termine de hacer todo lo que tenga que hacer puedes pedirle a la recepción las llaves y pasar a recogerla. Y deja de llamar a mis amiguitas y decir que yo la tengo, porque no te van a creer, creen que estás loca. Me hundiste por esto, ¿sí? Eso lo que quería, ¿no? Ahora puedes quedar satisfecha. ¿Ok?"

A sus 20 años, Karen Aijo había conseguido todo lo que cualquier persona anhela en la vida: belleza, fama, fortuna, amor, talento y un promisorio futuro. Irónicamente, si bien esta desgastada fórmula de la felicidad funciona para la mayoría, no lo hacía para ella. Había llegado al límite entre la adolescencia y la juventud llevando una carga demasiado pesada sobre sus frágiles hombros. La fama absoluta la había envuelto en una interminable espiral de luces y colores, que la aturdió y la sumió en la más desgarradora soledad y perdición. Lo único que pasaba por su confundida mente era encontrar una salida, pero la honda depresión que la afectaba constantemente le generaba una incapacidad para solucionar sus problemas de manera normal y digna.

Cerca de las 3 de la madrugada, Karen decidió llevar a cabo su decimoséptimo y último intento de suicidio; paseó una mirada llorosa por la habitación. En la pared frente a ella, leyó en una carta amarilla una oración que termina agradeciendo a Dios (Buda) por una muerte tranquila. Se recostó sobre su cama, rodeada de peluches y cojines y cogió la pistola con la empuñadura hacia arriba, la marea subió en sus ojos castaños y recorrió lentamente sus sensuales pómulos. Cuando la humedad expelida llegó a sus carnosos labios, le sabía a amargura. Ahora, ya no existía otro sabor más en su vida, el frío cañón de la pistola entró en su boca; ella apretó el gatillo con furia. El proyectil se abrió como una rosa, destruyéndola en un instante.

La muerte de la "guerrera", como la llamaban con cariño las chicas, fue sinónimo de duelo nacional. El dolor y la consternación se apoderaron de toda una generación de seguidores que esperaba ansiosamente cada semana, donde Karen les regalaba una amplia sonrisa, los arrullaba con una tierna canción o les soltaba un didáctico consejo en "Revue Starlight". Los fans no comprendían como su querida "waifu", la joven que les hablaba sobre lo bello que era vivir, se sentía miserable y se había autoeliminado. Nada ni nadie fue capaz de retenerla en este mundo. Desde temprana edad, Karen tenía talento y capacidad para desarrollarse en las áreas más importantes de una persona: la ciencia y el arte.

Dotada de inteligencia y visión de la realidad, buscaba la parte interior que le faltaba. Se embarcó en una búsqueda desesperada: devoraba libros de yoga, teatro y metafísica, con el propósito de encontrar una nueva dimensión del "ser", que le era tan esquiva. Pero estas aspiraciones chocaban con el papel que le tocaba representar en el medio superficial que tanto detestaba. Hastiada de su eterno rol de actriz, donde llevaba una perpetua máscara risueña, optó por dejar de sufrir. En el lugar donde alguna vez brilló su hermoso rostro, sólo quedó a partir de entonces una sombra de sangre oscura...

...y comprendo.

N de la R: Esta adaptación es un extracto crónico denominado "La Muñeca de Cristal" que es obra de Andrea Fernández Callegari; todo lo demás ha sido modificado acorde a la línea de tiempo actual.

En memoria de Mónica Santa María de Nubeluz.

Grandes Eventos de Revue Starlight (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora