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El día lo pasaron en sus formas animales, ya que parecía que estos estaban seguros de que de darle alguna oportunidad a la naturaleza humana, esta echaría a perder la noche de luna, la noche de  apareamiento.

Mikey caminó justo detrás del enorme lobo, el que en las últimas horas parecía haber aumentado su tamaño. El felino amaba la manera en que el animal más grande se movía, como si fuera el rey de los patea traseros. El sol comenzaba a bajar lentamente cuando se detuvieron a la orilla del río, la corriente se volvía lenta en esa parte, formando un pequeño lago de aguas tranquilas. Las ramas de los árboles se extendían dándole una acogedora sombra, los troncos conformaban una muralla natural, dándole al lugar una atmósfera intima.

El joven gatito dio pasitos dudosos, los rayos de sol que se filtraban a  través de las hojas chocaban contra las aguas tranquilas, era demasiado hermoso, era mágico.

Un aullido de lobo sacó a Mikey de sus ensoñaciones, hinchando el pecho orgulloso, vio al macho con el que se  aparearía parado en sus cuatro patas sobre una roca, al lado contrario del río.

-¡Miau! - Se quedó allí de pie en la rivera, el no se mojaría sus patitas peludas, pudiendo evitarlo.

La parte felina de Mikey no era muy amante de ese líquido, de allí que en su forma humana no hubiera aprendido a nadar, era un trabajo imposible. Apenas la parte animal sentía que no pegaba los pies al fondo, entraba en pánico llevándose consigo el raciocinio humano, por dos veces lo habían salvado de ahogarse.

El lobo bajó la cabeza, prestándole toda su atención al felino melindroso que se lamía las patitas como si no tuviera ningún apuro capaz de hacerlo moverse de allí. Takemichi comenzó a gruñir, tratando de obligar a que el felino cruzara el río y se le uniera. Él era el Alfa y ese consentido debía obedecer.

Mikey levantó la cabecita, dedicándole una mirada de fastidio al chucho exigente, luego como si tal cosa, continuo arreglando el cabello del dorso, ignorando por completo las advertencias del lobo. Si fuera por el felino ese lobo podía seguir con sus berrinches, él jamás cruzaría el maldito río.

El macho Alfa gruñó más fuerte, pero esta vez el gatito ni siquiera movió las orejas, continuó con su acicalamiento dejando claro que le valía una mierda los apuros del lobo. El hasta ahora tranquilo, ecuánime y supremamente paciente lobo, se había ido al diablo, ese pequeño malcriado iba a probar lo que era desobedecer a un perro grande como él.
Bajando las orejas las pegó al cráneo, puso la cola en alerta y flexionó las patas, listo para saltar.

El minino ni se molesto en ver lo que hacía el pulgoso mandón.

Estaba terminando de peinarse la cola cuando sintió el cuerpo grande del lobo sobre él. Lo aterró darse cuenta que no logró escuchar las pisadas hasta que el maldito arrogante lo tenía prensado contra el suelo arenisco de la rivera. Echando a perder todo su trabajo de acicalamiento.

De panza al suelo y con el peso del lobo sobre su espalda, Mikey trató de ponerse de pie, sin lograr apartarse ni un centímetro del suelo. El carácter del gato comenzó a calentarse, y a calentarse, hasta casi llegar al punto de combustión. Furioso se revolcó, podía ser más pequeño, pero tenía la ventaja de ser liviano, su cuerpo flexible le permitió clavarle los colmillos en una de su patas. El lobo gruño furioso, el felino aprovechó la sorpresa inicial para girarse y salir de debajo del animal más grande.

Takemichi tenía que estar muerto para permitir que esa pequeña mierda, por muy sexy que fuera, se saliera con la suya. El gatito sacó las garras, levantó los pelos de la nuca y arqueó la espalda, era una cosita temible. El maullido felino prometía mucha sangre si Takemichi se le ocurría invadir su espacio vital nuevamente.

𝖼𝗎𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖾𝗅 𝗅𝗈𝖻𝗈 𝖺𝗍𝗋𝖺𝗉𝗈 𝖺 𝗌𝗎 𝗀𝖺𝗍𝗈 ; 𝘁𝗮𝗸𝗲𝗺𝗮𝗶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora