3. el recuerdo de la noche anterior

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«—¡Gracias por venir! —Tay alarga las letras, absolutamente bebido y quizás drogado, pero eran nimiedades

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«—¡Gracias por venir! —Tay alarga las letras, absolutamente bebido y quizás drogado, pero eran nimiedades. Ese cocktail azul se veía tan cremoso, tan bonito cuando Ssing le dejó caer las pastillas de colores al vaso y todo burbujeaba en su garganta... Que agradable sujeto era Ssing, sin duda alguna, le gustaba su "cocktail" ese—. ¡Felices vacaciones~!

New a su lado despide a los invitados que suben a los taxis privados a razón de no poder manejar por su cuenta. Al menos la mayoría. Sujeta el hombro de su mejor amigo a su lado, quien tiene serpentina colgando de una oreja, despidiendo animadamente a sus compañeros de grupo y otros más, de diversas facultades diferentes que acudieron a celebrar su graduación.

Tay cierra la puerta frente a él, con un exagerado movimiento de mano y se queda así, en esa posición por algunos segundos en los que New le observa, divertido.

Cuando Tay da media vuelta, en su rostro siempre alegre y sus ojos brillantes no queda más que lujuria. Lujuria pura cuando lo recorre de pies a cabeza, lamiéndose los labios rojos que el mismo New se encargó de pintar de ese tono y dándose besos y mordidas en el armario de escobas.

—Entonces... Estamos solos, ¿No, amigo? —ronronea, peligrosamente cerca a cada paso que da con las manos ajustando los puños de su camisa negra. Se pasa los dedos por el cabello húmedo y sonríe, con la cabeza ladeada.

—Tal parece. —es el turno de New de fingir inocencia, ladeando suavemente el rostro— ¿Por qué?

Tay le sonríe, tan lleno de malicia y New tiembla de anticipo.

—Me parece que te debo algo, amigo. Tú me diste un regalo de graduación invaluable y tan delicioso... —Tay le acaricia los brazos descubiertos, se acerca a su oído y susurra, haciendo temblar al pelinegro quien se sujeta de su pecho— Y yo soy un buen amigo, uno que sabe agradecer los regalos como es debido.

—Tay... —susurra, el éxtasis apoderándose de su piel que reacciona al suave roce caliente que hace con sus labios sobre su cuello—. No tienes que hacerlo...

—New, pero yo quiero hacerlo. —un puchero fingido y después, una sonrisa que le dispara el pulso por los cielos—. Te voy a follar tan duro, amigo, que los vecinos se van a aprender mi nombre a gritos.»

New cierra los ojos cuando siente su piel estremeciéndose al recuerdo de la noche anterior, prácticamente la madrugada y sacude la cabeza de cualquiera pensamiento que tenga que ver con Tay y la forma en la cumplió su promesa porque seguro el matrimonio ese que vivía con un perrito pekinés en el cuarto piso se habían aprendido el nombre de Tay Tawan esa noche y quizás, unas cuantas maldiciones soltadas de su propia boca.

—Estoy tan dañado... —New se talla la cara con ambas manos, soltando por un momento la bolsa donde recolecta los vasos usados de la cocina—. Perdóname, Dios. —pero no lo dice demasiado en serio, porque se ríe bajo sus manos al sentir una punzada de dolor en el hombro que Tay le mordió en el punto culminante del sexo, en el que incluso le dio una... O dos... O varias palmadas en el trasero—. Demonios.

Cuando se conocieron, apenas unos pocos años atrás, Tay no era más que un polluelo de primer año de Medicina Forense que buscaba una habitación compartida cerca del campus cuando la exigencia de su carrera comenzó y pasaba días enteros en la biblioteca, a veces sin poder regresar a su casa a una hora y media de distancia en subterráneo. New recuerda con claridad como lo vio quedarse dormido en la mesa de la biblioteca y no fue precisamente una escena casual de alguien que cierra los ojos sobre su libro.

No.

Tay literalmente cayó sobre la mesa como si le hubiesen desconectado el cable a la electricidad y el chico de entonces veinte años terminó en el suelo, ante los pocos estudiantes que estaban ahí antes de los exámenes y que por supuesto, no le prestaron atención alguna al colapsado soldado en el suelo.

New sí que lo hizo y recuerda que lo creyó muerto por un segundo presa de algún derrame cerebral pero cuando lo sujetó en sus brazos buscando poder aplicarle los procedimientos pertinentes, de labios de Tay escapó un ronquido que parecía de orca, que solo hizo a New suspirar aliviado y llevarlo en brazos a la enfermería, que por cierto atendía varias crisis de estrés y ansiedad por esos días de exámenes finales.

Después de su primer extraño encuentro y cuando Tay despertó horas después, con un desconocido pelinegro a su lado en la camilla leyendo un libro de anatomía, se hicieron buenos amigos. De alguna extraña manera.

Fue el mismísimo New, de entonces tercer año en Medicina veterinaria —sí, demándelo por ser inteligente y haberse saltado la prepa, porque entró directo a la universidad— quien se ofreció a ser su compañero pues tenía un departamento cerca de la facultad que le compró su padre al entrar a la facultad y alguien con quien cenar y compartir los gastos sonaba realmente bien después de años viviendo solo. Sonaba como un trato de mutuo apoyo y compañía que New y su gato Tann agradecerían bastante. Más que nada el médico, que ya comenzaba a conversar con Tann como si fuese un ser humano y más de una ocasión se desahogó sobre lo horrible que era su ex novio, disculpándose después con el animalito diciendo cosas como "es tu padre yo lo sé, pero lo odio, Tann, entiéndeme un poquito".

Por supuesto que Tay aceptó encantado y después de que su madre le dio la bendición, subió sus cosas a la camioneta de mudanza que rentó para conducir poco más de una hora hasta el barrio aledaño del campus central de la Universidad Phadul, donde New ya lo esperaba con la habitación lista y dispuesta a llenarla de cajas y bolsas.

Poco a poco su casa tomó calor de hogar, haciéndose ambos muy cercanos al poco tiempo y compartiendo rutinas como ver CSI los sábados para que Tay hiciera corajes mirando los casos supuestamente bien documentados pero que como Médico forense en formación únicamente lo ponían de los nervios por lo equivocados que llegaban a ser a veces. Se hacían el café, ambos afines a la oscura y amarga bebida; dividían los quehaceres y New educó a Tay a ser ordenado y mantener su closet con la ropa doblada. Se podía decir y de hecho se decía por los pasillos de la facultad de medicina, que ese par tan dispar parecía todo un matrimonio con un peludo y minino hijo incluido. Y eso lejos de molestarlos, los hacia sonreír porque eran tan goals que a Tay no le molestaba ser considerado la esposa. Tenía un gran amigo, compañero, amigo y casi-esposo-de-broma que nadie poseía y eso, lo hacía sentir realmente afortunado.

Pero ahora, se sentía tremendamente mal por haber cometido un error del tamaño de su pene. Dentro de New. Y bueno, que no era un error muy grande pero sí que pesaba en su consciencia. Más de lo que le gustaría a él, de hecho; porque Tay claramente quisiera poder retroceder el tiempo y evitar que un desliz de ese tamaño ocurriera, porque está seguro que su relación a partir de ese punto sería muy incómoda.

Más de lo que le gustaría a New, de hecho. Y ¿Por qué Tay, se siente tan mal? Pues bueno, porque Tay, además de ser heterosexual, tiene novia.

Y de seguro recordarlo le hace vomitar de nuevo, de la pura angustia.

𝕰𝖛𝖎𝖎 𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

𝕰𝖛𝖎𝖎 𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

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