Capítulo 11. Nadie decide a quien amar

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Todo alrededor de Alinka ese había vuelto totalmente oscuro, donde el silencio reinaba en el lugar y no había mucha más luz que aquella que la iluminaba como si estuviera en un escenario a punto de interpretar la escena más trágica en la obra de teatro de su vida; la rubia abrió los ojos y pudo observar a una niña delante de ella, tenía el cabello castaño y rizado, piel blanca, ojos verdes y con un hermoso vestido verde pastel con olanes blancos, al puro estilo victoriano, quien le extendió la mano y esperaba pacientemente a que la mayor aceptara, una vez que tomó la mano de la menor, pudo levantarse del piso y comenzó a seguir a la pequeña; caminaron en línea recta en dirección a un escenario luminoso, por un momento, Alinka creyó estar dirigiéndose al "más allá", pero pronto se dio cuenta que no era así, era un recuerdo de su niñez.

Pudo identificar inmediatamente que se encontraba en el salón del preescolar de Hawkins, a pesar de ser un día soleado, la situación dentro del salón era perturbadora, las mesas redondas de madera de pino estaban boca abajo; las pequeñas sillas de madera con asientos acolchonados tapizados con franela roja estaban esparcidas por todo el lugar; los grandes ventanales que daban una hermosa vista del jardín de la escuela, estaban rotos y los pedazos de vidrio se encontraban esparcidos por él viejo piso de madera de pino; el pizarrón de color verde oscuro con el abecedario escrito con gis blanco, estaba partido a la mitad; finalmente, había un pequeño charco de sangre que se había creado por un golpe bastante duro en la cabeza de un niño de entre 5 y 6 años. Frente a él se encontraba la misma niña que no hace mucho acompañaba a Alinka. Pudo observar su expresión llena de terror y sorpresa, la pequeña no entendía que es lo que acababa de pasar, las lágrimas eran retenidas por sus pestañas inferiores y una vez que estas no podían aguantar el peso del líquido salado, dejaban que cayeran por sus pequeñas y regordetas mejillas coloradas.

- Olvídalo, olvídalo, olvídalo – se escuchó la dulce y tierna voz de la niña, mientras posaba sus regordetas manos sobre sus ojos, evitando ver nuevamente la escena –

La puerta del salón se abrió con delicadeza, y un hombre de complexión media, cabello castaño, ojos azules y que vestía un traje negro, entró al salón y observó con gran sorpresa la escena frente a sus ojos, era digna de una película de terror; su mirada se dirigió a la pequeña castaña, quien lloraba silenciosamente. Con pasos sigilosos y firmes, esquivaba los obstáculos que se entorpecían su camino, parando solo una vez que se encontraba frente a la menor; se puso de cuclillas y puso sus manos con delicadeza sobre los hombros de la niña-

- Ali, soy yo – no podía ocultar el temblor en su voz, pero trataba de utilizar un tono cálido con la castaña – soy papá

- ¿Papá? – la niña quitó sus pequeñas manos de sus ojos llorosos y los talló efusivamente para que su vista dejara de ser borrosa; una vez que distinguió la cara de sus padre, se abalanzó a él para abrazarlo y sentir su consuelo – no sé qué pasó, tengo miedo.

- Tranquila, papá está aquí, papá te protege – la abrazó de vuelta y besó su frente, él sabía lo que había pasado, también tenía miedo, pero solo quería proteger a su hija – debemos irnos de aquí antes de que alguien más lo sepa.

La escena se volvía cada vez más lejana, Alinka parecía confundida, no sabía porque estaba viendo eso, cuando volteó a su izquierda para comprobar que la niña estuviera a su lado, pudo notar que ya no tomaba su mano, sino, ahora se encontraba aquel hombre del recuerdo, pudo verlo más de cerca y saber de quien se trataba, era Brend Cooper, el hombre que la había querido como a su propia hija, la persona a quien más extrañaba en el mundo. Brend también la vio, le sonrió y la abrazó efusivamente, abrazó que Alinka correspondió.

- Ali, mi bella princesa, te extrañe tanto – besó su frente y se detuvo un momento para ver en lo que se había convertido su pequeña adoración– te has convertido en una mujer muy bella, valiente y decidida, estoy tan orgulloso de ti

Russian Girl (Billy Hargrove) #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora